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Alberto Barciela 

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CIERTAS COSAS

¿Estamos ante el fin de la influencia de los medios convencionales? Algunos sesudos comunicadores y analistas así lo afirman. Ahora son Facebook, Google, Twitter y Tic Toc los que dominan el libreto, la obra, el escenario, incluso los aplausos y las críticas. El éxito se mide en número de seguidores. 

 

Todo se confunde, público y creador, emisor y receptor. Todos en uno, en un formato endogámico que permite aplaudir a los demás y a uno mismo.  El mérito no es el hallazgo, ni la verdad, ni el estilo, ni la infografía, lo son la notoriedad y el ego insaciable que ha de ser complacido en cada instante, lo son el negocio o la gracia repentina.

 

Existe una suerte de necesidad compulsiva de participar de la actualidad con protagonismo, se teme perder capacidad de influencia y se busca popularidad, es decir, uno se reviste de humorista, de periodista, de político, de abogado, de médico, de emisor y de mensaje, solo condicionado por la capacidad técnica de emisión. El único reparo, si existe, es el pago de una cuota a una telefónica, el resto es prisa por participar de la ansiedad común e irreflexiva, por buscar ser influyente, a la hora que sea, y arriesgando en ello si es preciso la intimidad y los datos personales, los propios y los de los demás. Hay que estar, aunque en ese mismo hacer se evidencian incoherencias, irreflexiones o analfabetismo, sea funcional y/o digital, seguidismo o idiocia.

 

En un mundo aparentemente igual, los modos, las formas, las oportunidades, e incluso las ciudades se asemejan; las ofertas del lujo llegan por igual a pobres y a ricos; existe un aparente acceso a experiencias y ambiciones similares. Sin embargo, se están creando más desigualdades. En una geografía de enredos, los profesionales han de reclamar su papel ponderador, mediador, responsable, crítico, muy en especial hemos de hacerlo los comunicadores y los responsables de los medios. Los periodistas y los editores debemos encontrar nuestro nuevo papel en la nueva obra.

 

Los poderes y los informadores, y muchos ciudadanos, sabemos que se está produciendo una toxicidad informativa hasta ahora desconocida, exponencial, que nos instala en una inseguridad sin precedentes, permanente y cambiante, que conlleva una invasión total de la intimidad, con planteamientos variables y originales. La verdad construida con fines distintos, muchas veces perversos, se mezcla con la mentira sin más frontera que un clip, todo en un instante apenas perceptible por las audiencias. 

 

Nélida Piñón, escritora y periodista, de la que tantos desconocidos publican ahora fotos casuales de apariencia amistosa, lo preconizó en sus sabias palabras: “Roma globalizó el mundo conocido, los portugueses navegaron los mares orientales, los ingleses colonizaron etnias, los americanos rectificaron fronteras con el pretexto de la democracia. Todos quieren gobernar el espectáculo de la tierra sin abdicar del trono y las llaves del tesoro. Los gobiernos se someten a los intereses de las transnacionales mientras la ciudadanía y las identidades pierden fuerza en medio de estas sofisticadas operaciones. Apenas nos enteramos de la mitad de lo que ocurre y sólo cuando ya es demasiado tarde para reparar los estragos. Ambos conceptos están separados por el filo de la navaja, y en tanto la globalización aporte riqueza a nuestras casas cerraremos los ojos y relativizaremos nuestro idealismo.” 

 

Otro sabio fallecido el pasado 24 de noviembre, Hans Magnus Enzensberger, poeta y ensayista alemán, afirmó que “la sociedad parece haberse resignado a la erosión de lo que antes se denominaba esfera privada. Ni que decir tiene que la así obtenida transparencia no se limita a los hechos. También los bulos, los falseamientos, las denuncias y los delirios son bien recibidos en el caos del ciberespacio.”

 

Ciertas cosas nos competen y ya va siendo tarde para limitarnos solo a desconfiar de los demás. 

RECADO DE ESCRIBIR PARA JULIO CORTÁZAR

Estimado Julio Cortázar, admirado maestro,

 

Confío en que en la vastedad del universo, al menos del inmemorial te alcancen estas reflexiones. Si te escribo es porque supones una referencia, un punto y aparte en un requiebro esquinado de muchas vidas, y porque en los cuarenta años de tu ausencia física has permanecido con tu obra incólume en los días. Como maestro de la literatura y observador agudo de la condición humana, sé que habrías tenido opiniones muy reveladoras sobre los avatares de un mundo que se precipita: en prisas, en incertidumbres, en verdades construidas a la medida de los poderosos. Casi nada es verdad, salvo las guerras y los desastres climáticos o sanitarios, pero todo se impone con las injusticias propias de un mundo de ansiosas ambiciones, dominado por mafias y poderes ocultos. Por un momento parece que nada hubiera cambiado, el salvajismo pervive. En verdad, la realidad mágica se impone como respiradero entre la asfixiante basura.

 

La comunicación es, ahora sí, instantánea, inmediata, al menos en lo formal, también lo es una de sus consecuencias: la soledad, la desconexión personal a la que nos ha abocado un mundo en aparente diálogo. Somos una generación apantallada, pero sin espejos enfrentados, sin posibilidad de regresión, de circularidad referencial. Estamos sometidos a asunciones vertiginosas que nos aproximan a la ciencia ficción, sin que la capacidad de asumir tantas novedades y aparentes ventajas se hayan incrementado con el mismo ímpetu exponencial. La evolución genética es más lenta que la técnica, lo que ella misma ha propiciado, paradojas.

 

La IA, acrónimo de Inteligencia Artificial irrumpe para poder recordarnos, por ejemplo,

que las conversaciones en face é face -cara a cara-, esas que de forma tan magnífica dibujas en tus cuentos, aparecen desplazadas por interacciones digitales fugaces y a menudo superficiales. En lo real somos menos humanos, y evidenciamos las carencias de una especie que pese a saber que la vida mata, sigue siendo en muchos casos insolidaria de manera consciente. A este paso, la bondad acabará exhibiéndose como rareza de museo.

 

Me recuerda -no la memoria personal sino la informática-, que “la brevedad y la inminencia de la comunicación por medios electrónicos han transformado la forma en que experimentamos el tiempo y el espacio”. Ya no esperamos días para recibir una carta, como describiste en “Cartas de Mamá”, ahora demandamos satisfacciones instantáneas, irreflexivas respuestas a miles de preguntas, dudas o dificultades. El “tic-tac” del reloj parece empequeñecerse ante la constante ansiedad de mantenernos conectados en un mundo que nunca duerme -¿puede soñar?-. Todo tan cortazariano, en definitiva.

 

Como observador crítico y curioso, estoy seguro de que encontrarías seducción en las nuevas tecnologías, en la forma que estas han democratizado en lo formal a las personas que a ellas tienen acceso, que no son todas. Sé que valorarías la capacidad de transmitir ideas, pensamientos, y creaciones de maneras múltiples e inéditas, incluso por parte de las clases consideradas marginales o minoritarias, pero también que advertirías las desigualdades que generan y la nueva suerte de analfabetismo, las amenazas, en fin, de más injusticias y desequilibrios.

 

Me dice la IA, que “la hiperconectividad que caracteriza la comunicación moderna también plantea interrogantes sobre la privacidad y la calidad de nuestras interacciones”. Como receptores estamos sobreexpuestos a una abundancia traidora: lo mucho no es síntoma de calidad ni de verdad, por eso somos más necesarios que nunca los periodistas y los medios de comunicación, para asegurar transparencia, equidad, ponderación a cada noticia; para avalar con nuestras cabeceras y firmas la veracidad, al menos intencional, de las informaciones; para responder de nuestros errores y rectificar si preciso resulta; para contribuir a conocer y formar en las posibilidades asumibles de lo digital. Las máquinas no gozan de deontología alguna.

 

Nunca hubo tanta libertad aparente, tampoco tantos riesgos. La sobreexposición de las redes sociales, tanto de los informadores como de los emisores no profesionales, las exigencias de competitividad sobre los medios, la dispersión, proponen retos nunca antes conocidos. Nos someten a un agotamiento, a una colisión, y a una pérdida de intimidad personal, tribal, cultural e incluso empresarial. Y, por ende, tal como preconizaste, la soledad y la incomunicación se hallan en el centro mismo de la muchedumbre y la inmediatez.

 

Como maestro de la experimentación literaria, también según la IA, “te habría interesado la forma en que la comunicación digital ha influenciado la narrativa contemporánea. Los nuevos medios han generado formas innovadoras de contar historias, desde blogs y microcuentos en Twitter hasta la interacción de múltiples plataformas para crear experiencias narrativas inmersivas. La posibilidad de experimentar con la estructura y el formato de las historias en un entorno digital es un terreno fértil para la exploración literaria.” Eso dicen las máquinas, quizás tengan razón, pero es un destino, coincidirás conmigo, sin calidad humana, frío, sin color ni emotividad positivos.

 

En cuanto a la relevancia de tu legado en la era de la comunicación moderna, me atrevería a decir, aun con ayuda de los aparatos, que tus reflexiones sobre la percepción del tiempo, la realidad y la interconexión humana son más pertinentes que nunca. Gozas de una inquietante contemporaneidad. Aunque la forma en que nos comunicamos ha evolucionado dramáticamente, las preguntas fundamentales sobre la naturaleza de nuestra comunicación y sus efectos en nuestras vidas siguen siendo tan relevantes como siempre.

 

Querido Julio, me hubiera gustado debatir estos temas contigo y con Aurora Bernárdez, tu esposa fundamental, la “galleguiña”, quizás en una de tus amadas tertulias literarias en París o en Buenos Aires, o en nuestra común amada Redondela. Sin embargo, confío en que tu espíritu de curiosidad y tu aguda sensibilidad literaria de alguna manera estén presentes en estas reflexiones sobre la comunicación en la era digital.

 

Has de saber, que una rayuela intemporal, de papel, como un hilo rojo del destino nos une, cronopios o no, y esto sí es verdad contrastada, tanto como que es marzo y triste en Buenos Aires, en Kiev o en Gaza o en los cayucos del Mediterráneo. Lo siniestro, pero sin tú fantasía, ahonda. Y todos, todos sin excepción, sabemos por qué.

 

No lo dudes, seguiremos recurriendo a tus salvavidas, refugio imperecedero, pues como en tus versos Canta la primavera/con cada flor que asoma/prometiendo el aroma/de su amor y su espera. Los comunicadores deberemos saber cómo conformar tu coro. Ensayaremos en el VII Congreso de Editores de Europa y América Latina, con la libertad en nuestras voces, conscientes, por ti, que proclamar la verdad -tu dices “escribir”- es un modo de transformar.

 

Con el más profundo respeto y admiración.

 

Tu fiel lector

 

Alberto Barciela, periodista,

(En colaboración con la Inteligencia Artificial (IA), entrecomillada).

 

NOTA: El 12 de febrero pasado se cumplieron 40 años de la muerte de Julio Cortázar, autor universal, nacido en Bélgica, de origen argentino, y fallecido en París.

Carlos Mora

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Un modelo sencillo para vencer a las fake news (si no eres periodista)

Ya no paso en las salas de redación. Ahora soy, sobre todo, un usuario de los medios. Yo veo que el problema de las fake news, de las noticias falsas e interesadas que se difunden, sigue quitando el sueño a los periodistas, y justo por eso yo, en cambio, duermo tranquilo.

He resuelto para siempre el problema de las fake news. Como lector de periódicos, televidente de noticieros, oyente de radios y podcasts, ‘viewer’ de vídeoblogs, he hallado una manera eficaz y sencilla de evitar el dilema de si lo que estoy viendo, oyendo o leyendo es cierto o es falso.

La receta es sencillísima: he seleccionado mis medios de comunicación de confianza, así que, ante cualquier asunto local, nacional o internacional que se presenta, lo único que hago es recurrir a ellos. Sé que ellos no publicarán mentiras. Sé que ahí hay periodistas, esas personas que se dedican a buscar la verdad, no a adornar mentiras. Los que adornan mentiras no son periodistas, son propagandistas. No nos confundamos.

Ciertamente, tengo ventajas frente a cualquier otro ciudadano. Puedo seleccionar mis medios de confianza con cierta facilidad porque conozco a buena parte de los periodistas. He trabajado con muchos ellos. Sé cómo preparan sus temas, cómo los defienden en una reunión de planificación. Leo, veo u oigo sus reportes y noto a cuánta gente entrevistaron, sé lo difícil que es hablar con tal o cual fuente, que una u otra institución entregue cifras que, sin embargo, ahí están, constan en sus notas. Y veo el equilibrio que procuran, el esmero en verificar y contrastar sus datos. Es gente que sabe hacer bien su oficio, estén en el medio en el que estén, usen la plataforma que usen.

Pero, no todos tienen el privilegio mío de conocer a los periodistas. Es más, hay muchos que no conocen a los medios tradicionales, ni a los que yo frecuento ni a ninguno otro. Hasta los desvalorizan sin conocerlos. Ya solo el calificativo de “tradicionales” pareciera una mala palabra, sinónimo de “no evolucionado” o, peor, de parcializado, de funcional a un proyecto político o económico inconfesable. Créanme, los periodistas, que no los propagandistas, son la raza menos domable intelectualmente que existe.

Además, si los que aborrecen a los medios tradicionales y se solazan en las nuevas tecnologías supieran que, por ejemplo, la IA que tanto fascina lo que hace es aprender de lo que esos medios tradicionales ya han publicado, que es a ellos a los que la IA recurre para elaborar sus “mágicos” textos; esas personas, digo, quizá aprenderían que la Inteligencia artificial es más artificial que inteligencia.

Que la inteligencia real está en los periodistas que se esfuerzan en obtener datos verificados y contrastados.

Muchos jóvenes, en especial, no han tenido la experiencia de leer con regularidad periódicos de papel, de sentarse a una hora determinada para atender un noticiero de radio o de TV. Por fortuna, esos medios y esos periodistas, desde hace tiempo han procurado ser parte también de esas nuevas formas de comunicarse con la audiencia. De hecho, fueron los primeros en usar la internet para dar a conocer a mucha más gente su trabajo. El modelo económico no les ha funcionado aún del todo, pero el modelo periodístico está intacto.

Eso sí, mucho cuidado: porque cuando el modelo económico no se sostiene, el modelo periodístico tambalea. Quizá por eso proliferan ahora muchos nuevos medios de comunicación, que hacen base en Internet, que procuran desarrollar nuevas formas de sostenibilidad. Y vaya que hay muy buenos medios digitales. Los tengo en mi lista diaria de revisión. Para mí, los mejores nuevos medios son aquellos que llevan en su propuesta central los valores del periodismo tradicional. Sin ello, sin el rigor ni el contraste, son solo un ejercicio ególatra o servil.

Decía que no todos tienen el privilegio de conocer a los periodistas. Así que, ¿cómo pudiera hacer cualquier persona para seleccionar medios de comunicación confiables y librarse de una vez por todas del grave daño que las fake news les causan? Yo tengo un truco.

Cuando recurro a medios de comunicación que no conozco bien, me pongo aún más atento a lo que leo o escucho. Si luego de eso me asaltan algunas o, peor, todas las preguntas que voy a enumerar, entonces me digo “este medio no es para mí”. Estas son las preguntas:

- ¿Y qué dijo la otra parte?

- ¿Cómo que no pueden decir cuál fue su fuente?

- ¿Aquí solo hablan hombres?

- ¿Aquí solo hablan expertos? ¿Y la gente?

- ¿Aquí solo hablan los funcionarios?

- ¿Ocurrió algo? ¿Por qué solo hay declaraciones?

- ¿Y el lugar? ¿Y el ambiente? ¿Y la fotografía del sitio y de las personas?

- ¿Qué dijeron? No entendí ni jota.

Ciertamente, no pueden haber medios ni reportajes ni periodistas perfectos. Algún error cometerán, alguna de estas dudas me asaltará tras leer notas de, incluso, los medios en los que más confío. No todo trabajo periodístico tendrá descripciones fabulosas, relatos inquietantes, hechos trascendentales. Pero a los medios hay que leerlos, apreciarlos, en conjunto. No solo por un breve, o un columnista, o una crónica. Un medio es una propuesta global. Y esa propuesta es la que debe ser consistente periodísticamente frente a la audiencia que sabrá valorarla.

Y tampoco la idea es dejar que los medios piensen por uno, que tengamos una fe ciega en lo que digan, por más confianza que les tengamos. De hecho, un buen medio de comunicación, en especial por el pluralismo que debe caracaterizarlo, ayuda al público a desarrollar una actitud crítica frente a toda la información que recibe.

Estoy consciente que a ustedes no les he revelado nada, estimados colegas del VII Congreso de Editores de Medios. Todo esto lo saben, lo viven a diario. Lo atesoran. Para ustedes es, apenas, un recordatorio. Pero, en realidad, he escrito esto para los que son como yo: lectores, televidentes y oyentes de los medios. En realidad, aspiro que estas ideas las conozcan mis familiares adultos mayores, que comparten cada cosa en los chats grupales; también mis jóvenes hijas, que se informan por nuevas fuentes y nuevos medios, para que no se crean todo, sino que lo verifiquen todo y escojan bien dónde informarse; a mis amigos, que cada tanto me llaman para saber si tal cosa es o no es cierta; a mis vecinos, tan dados a difundir y a defender ciegamente solo aquello que confirma sus ideas preconcebidas. A mi esposa no: ella también es periodista. Y también aspiro a que estas ideas las conozcan mis inolvidables ex compañeros de las salas de redacción, porque, en el fondo, solo son un intento de rendirles el tributo que siempre han merecido.

Pablo Vaca

Foto Pablo Vaca.JPG

CIERTAS COSAS

¿Estamos ante el fin de la influencia de los medios convencionales? Algunos sesudos comunicadores y analistas así lo afirman. Ahora son Facebook, Google, Twitter y Tic Toc los que dominan el libreto, la obra, el escenario, incluso los aplausos y las críticas. El éxito se mide en número de seguidores. 

 

Todo se confunde, público y creador, emisor y receptor. Todos en uno, en un formato endogámico que permite aplaudir a los demás y a uno mismo.  El mérito no es el hallazgo, ni la verdad, ni el estilo, ni la infografía, lo son la notoriedad y el ego insaciable que ha de ser complacido en cada instante, lo son el negocio o la gracia repentina.

 

Existe una suerte de necesidad compulsiva de participar de la actualidad con protagonismo, se teme perder capacidad de influencia y se busca popularidad, es decir, uno se reviste de humorista, de periodista, de político, de abogado, de médico, de emisor y de mensaje, solo condicionado por la capacidad técnica de emisión. El único reparo, si existe, es el pago de una cuota a una telefónica, el resto es prisa por participar de la ansiedad común e irreflexiva, por buscar ser influyente, a la hora que sea, y arriesgando en ello si es preciso la intimidad y los datos personales, los propios y los de los demás. Hay que estar, aunque en ese mismo hacer se evidencian incoherencias, irreflexiones o analfabetismo, sea funcional y/o digital, seguidismo o idiocia.

 

En un mundo aparentemente igual, los modos, las formas, las oportunidades, e incluso las ciudades se asemejan; las ofertas del lujo llegan por igual a pobres y a ricos; existe un aparente acceso a experiencias y ambiciones similares. Sin embargo, se están creando más desigualdades. En una geografía de enredos, los profesionales han de reclamar su papel ponderador, mediador, responsable, crítico, muy en especial hemos de hacerlo los comunicadores y los responsables de los medios. Los periodistas y los editores debemos encontrar nuestro nuevo papel en la nueva obra.

 

Los poderes y los informadores, y muchos ciudadanos, sabemos que se está produciendo una toxicidad informativa hasta ahora desconocida, exponencial, que nos instala en una inseguridad sin precedentes, permanente y cambiante, que conlleva una invasión total de la intimidad, con planteamientos variables y originales. La verdad construida con fines distintos, muchas veces perversos, se mezcla con la mentira sin más frontera que un clip, todo en un instante apenas perceptible por las audiencias. 

 

Nélida Piñón, escritora y periodista, de la que tantos desconocidos publican ahora fotos casuales de apariencia amistosa, lo preconizó en sus sabias palabras: “Roma globalizó el mundo conocido, los portugueses navegaron los mares orientales, los ingleses colonizaron etnias, los americanos rectificaron fronteras con el pretexto de la democracia. Todos quieren gobernar el espectáculo de la tierra sin abdicar del trono y las llaves del tesoro. Los gobiernos se someten a los intereses de las transnacionales mientras la ciudadanía y las identidades pierden fuerza en medio de estas sofisticadas operaciones. Apenas nos enteramos de la mitad de lo que ocurre y sólo cuando ya es demasiado tarde para reparar los estragos. Ambos conceptos están separados por el filo de la navaja, y en tanto la globalización aporte riqueza a nuestras casas cerraremos los ojos y relativizaremos nuestro idealismo.” 

 

Otro sabio fallecido el pasado 24 de noviembre, Hans Magnus Enzensberger, poeta y ensayista alemán, afirmó que “la sociedad parece haberse resignado a la erosión de lo que antes se denominaba esfera privada. Ni que decir tiene que la así obtenida transparencia no se limita a los hechos. También los bulos, los falseamientos, las denuncias y los delirios son bien recibidos en el caos del ciberespacio.”

 

Ciertas cosas nos competen y ya va siendo tarde para limitarnos solo a desconfiar de los demás. 

IA: ¿Ventaja o amenaza?

La inteligencia artificial (IA) está transformando la industria periodística de manera irreversible. Aunque ofrece ventajas innegables en términos de eficiencia y personalización, también plantea riesgos importantes para la garantía del derecho a la información y el futuro mismo de la profesión periodística. Expertos reunidos en la reunión bianual de la Sociedad Interamericana de Prensa debatieron los beneficios y los riesgos del uso de la Inteligencia Artificial en el ejercicio del periodismo.

Uno de los aspectos clave es la Inteligencia Artificial Generativa (IAG), que se enfoca en la generación de contenido original a partir de datos existentes. Esta tecnología utiliza algoritmos y redes neuronales avanzadas para aprender de textos e imágenes, y luego generar contenido nuevo y único. A pesar de las preocupaciones iniciales, los periodistas tienen la última palabra en el proceso, y la IA es una herramienta de colaboración que no reemplaza los empleos humanos, sino que los complementa.

En resumen, la inteligencia artificial puede ser una herramienta valiosa en el periodismo, pero es importante considerar cuidadosamente las ventajas e inconvenientes antes de implementarla en la redacción. Su uso debe ser adecuado y no debe reducir costes, sino mejorar el trabajo periodístico.

Esta nota, en realidad, comienza aquí. Los tres párrafos anteriores, de redacción correcta aunque básica, conceptos elementales y estilo claramente mejorable por un editor humano, fueron escritos por un programa de inteligencia artificial a partir de la indicación “quiero escribir un artículo sobre los riesgos y las ventajas de usar la inteligencia artificial en el periodismo”.

Eso sale.

El tema, enorme y complejísimo, mal puede ser resumido por los tres párrafos iniciales. Sin embargo, pueden ser un punto de partida para algunas respuestas: los riesgos están en que un editor perezoso podría haberlos publicado y pocos lectores habrían descubierto su artificiosidad; las ventajas consisten en que el texto estuvo listo en 30 segundos sin necesidad de recurrir a un archivo.

Pero más que respuestas, nuevas preguntas se abren. ¿Es una ventaja per se tener un texto listo en 30 segundos? ¿Es otra ventaja no recurrir a un archivo? Es decir: ¿no está en la esencia de nuestra profesión investigar y contrastar los datos que nos proveen las fuentes?

No es este el espacio para analizar sobre los trastornos (para bien y para mal) que puede provocar la IA en el mundo. Vale como ejemplo de lo enorme del cambio, del potencial disruptivo de la IA, el surgimiento de una nueva industria: la de recomendaciones falsas, que mueve millones de dólares al año.

La ONG estadounidense Fake Review Watch reveló que existen compañías que venden la creación de recomendaciones falsas, con falsos perfiles creados en diferentes países, que alaban, con textos escritos por una IA, lugares o servicios, calificándolos con 4 o 5 estrellas en monstruos digitales como Google Maps o Amazon.

Un fraude global, que llevó a Google a borrar, sólo en 2022, 115 millones de comentarios falsos en su app.

Uno más: un conocido de este cronista sale a caminar por las mañanas y dialoga con una IA sobre un tema sobre el que quiere escribir esa tarde para sus clientes del área económica. Va haciendo preguntas y repreguntas y, al final, le pide un resumen de la conversación, y sobre ese resumen, otro más. Ese es el texto que luego les manda a sus clientes…

Pero aquí nos ocupa, y preocupa, el periodismo.

Y lo más interesante respecto de la discusión por el uso de la inteligencia artificial en nuestra profesión es que la cuestión está íntimamente ligada al modelo de negocios que cada medio elija en la era digital.

Aquellos que apuestan a la masividad, al gran tráfico, tendrán gracias a la IA una cantera inagotable de notas a un costo bajísimo. Harán notas y más notas sobre cuál es el color del cielo, cuánto mide un metro y qué implica soñar con un ángel. Serán artículos que aparecerán en innumerables búsquedas de Google y brindarán clics a esos medios, que podrán facturar su publicidad orgánica a las monedas que les permiten las plataformas dominantes.

Para ellos, la IA es el Santo Grial.

Aquellos que, en cambio, crean que el camino hacia la excelencia -y hacia la rentabilidad sustentable- está en el periodismo de calidad, encontrarán en la IA una herramienta más, con algunos usos útiles, como por ejemplo el de generar resúmenes de notas muy largas.

Para estos medios, la clave radica, como siempre, en los humanos que escriben en los mismos. Valga un ejemplo reiterado: hasta que la IA no logre distinguir entre un gol de medio pelo y un auténtico golazo, los periodistas seremos esenciales para transmitir lo que sucede en la realidad.

Los lectores, por su parte, en un planeta donde cada vez hay más ruido y la línea entre verdad y mentira se hace delgadísima, recurrirán cada vez más a los medios de referencia, y a sus firmas, para separar la paja del trigo. Para hallar un relato confiable. Esta es la palabra clave: confianza.

En la explicación del reciente rediseño de las firmas que aparecen en su edición digital, The New York Times – el diario que entendió mejor que nadie el cambio de época y que, no casualmente, impide que sus páginas sean leídas por programas de IA- publicó la siguiente como bajada: “El New York Times está introduciendo un nuevo formato en sus páginas de firma. Lea más en esta nota del editor en jefe Marc Lacey y el editor en jefe adjunto Matt Ericson”.

La importancia que el diario da a sus periodistas no puede quedar más clara: dos nombres aparecen directamente en la bajada, un recurso que no muchos años atrás hubiera sonado vanidoso. Ese texto termina con la siguiente frase: “Con la creciente perspectiva de que más contenido generado por IA llene Internet, queremos abordar esto de frente haciendo hincapié en las personas que están detrás de nuestro trabajo”.

La inteligencia artificial, por el momento, no deja de ser una máquina. Como tal, es capaz de realizar mucho mayor esfuerzo que cualquier humano y mucho más rápido. Como tal, carece de verdadero talento.

El día que realmente lo posea, probablemente lo que menos nos preocupará será el destino del periodismo.

 

Jesús González

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PERIODISMO ÉTICO E INDEPENDIENTE: GARANTÍA DE DEMOCRACIA

Por séptima vez, los editores de la Unión Europea y de América Latina nos reunimos para poner en común ideas, experiencias, problemas y soluciones para seguir convirtiendo el ejercicio de nuestra profesión la máxima expresión de la garantía de la democracia.

La propuesta de este año se basa en una cadena de valor: “la calidad de la información y la credibilidad de los medios como garantía de la democracia”. Si cualquiera de los términos de esta ecuación virtuosa se ve mermada, el edificio de la libertad de expresión y del derecho a la información se derrumba. Y si los cimientos del pensamiento crítico y de la formación libre de la opinión del pueblo se hunden, la sociedad enferma y los ciudadanos pierden sus derechos o lo que es lo mismo, dejan de ser libres.

Por eso conviene hacer balance de la situación del periodismo en nuestras dos regiones. Las cifras son suficientemente elocuentes:

En total, el pasado año han sido asesinados 63 periodistas durante la guerra entre Israel y Hamás (56 en Gaza, 4 en Israel, 3 en el sur del Líbano), superando la cifra registrada en todo el mundo el pasado año. Si exceptuamos este conflicto, en 2023, 45 periodistas han sido asesinados en el ejercicio de su profesión o debido a ella, 16 menos que el pasado año. Es la cifra más baja registrada desde 2002.

Aunque el número de periodistas asesinados en América Latina ha caído significativamente, de 26 en 2022, a 6 en 2023, los profesionales de la información siguen sin trabajar con seguridad, como demuestran los recientes secuestros y ataques armados acontecidos en México. El récord de incidentes violentos registrado en 2022 en la Región está produciendo un fenómeno creciente de autocensura entre los periodistas, lo que se traduce en la proliferación de agujeros negros informativos, donde el crimen organizado y la corrupción encabezan la lista de temas por los que los periodistas se juegan la vida.

521 profesionales de los medios comenzaron 2024 en prisión, frente a los 569 de 2022. Un año más, China se mantiene como la mayor cárcel de periodistas del mundo. 121 profesionales de la información están encerrados en cárceles chinas (12 de ellos en Hong Kong y 42 en Xinjiang), lo que representa casi una cuarta parte (23%) de todos los periodistas presos en el mundo. Con su política cada vez más represiva, la Bielorrusia de Alexander Lukashenko, se une, en 2023, a los tres regímenes que más encierran a profesionales de la información: 39 están actualmente en prisión (7 más que en 2022). Bielorrusia es también el país con mayor número de mujeres periodistas encarceladas en su territorio (10), después de China (14).

54 periodistas están secuestrados en todo el mundo. De los 7 capturados este año, 2 permanecen retenidos en contra de su voluntad: los periodistas malienses Saleck Ag jiddou y Moustapha Koné, secuestrados el 7 de noviembre en el norte de Malí, pocos meses después de la liberación del periodista francés Olivier Dubois en la misma región. El resto de periodistas que siguen cautivos se concentran en Siria (38), Irak (9), Yemen (4) y México (1).

México se mantiene como el país del mundo con más periodistas desaparecidos, puesto que suma 31 desapariciones de un total de 84. En total, América Latina concentra más de la mitad de los periodistas desaparecidos en el mundo (43).

Las guerras, los gobiernos totalitarios o populistas, las mafias y el crimen organizado son los principales responsables de estos terribles datos. Sin embargo, siendo la amenaza más trágica a la profesión, no son los únicos riesgos a los que nos enfrentamos.

La irrupción de la Inteligencia Artificial, una tecnología disruptiva y de evolución tan rápida como opaca en sus usos, está ya transformando la producción informativa y los hábitos de consumo de nuestras audiencias. Una realidad de la que somos conscientes las organizaciones profesionales y las empresas periodísticas y que nos ha llevado a clamar por unas reglas del juego claras respecto al empleo de la IA. Presión a la que afortunadamente no están siendo ajenos los legisladores, como ha sido el caso de la reciente aprobación de la primera Ley de Inteligencia Artificial en el mundo por parte de la Unión Europea.

Asimismo, las grandes plataformas tecnológicas, agregadoras de contenidos, han seguido actuando de forma ilegal utilizando los datos provenientes de nuestros medios y compitiendo deslealmente con nosotros, en una batalla desigual, pero que no por ello debe llevarnos a decaer en la defensa de nuestros legítimos intereses. La mejor prueba de ello es la demanda presentada por la AMI (Asociación de Medios Españoles) contra META o del New York Times contra OpenAI y Microsoft.

Este es un panorama que no es ajeno a nuestra profesión, que siempre ha tenido que luchar contra los poderes que han querido controlar la información y los cambios tecnológicos continuos a los que hemos sabido hacer frente. Sin embargo, en un mundo globalizado, es evidente que la unidad de los profesionales y sus empresas resulta más necesario y efectiva que nunca. En esa idea cobró sentido la puesta en marcha de EditoRed, nuestra asociación creada para fortalecer la libertad de expresión y el derecho a la información a los dos lados del Atlántico.

Estar juntos de nuevo será la mejor forma de renovar nuestros vínculos y de reforzar nuestras convicciones. Estoy convencido que mientras el mundo sea mundo, siempre habrá un periodista dispuesto a contar historias, a relatar la realidad de forma profesional e independiente, lo más veraz y objetivamente posible. Y eso será siempre así, porque el nuestro es el oficio más precioso que existe… o, al menos, muchos estamos convencidos de ello: se llama vocación.

Elides Rojas

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CIERTAS COSAS

¿Estamos ante el fin de la influencia de los medios convencionales? Algunos sesudos comunicadores y analistas así lo afirman. Ahora son Facebook, Google, Twitter y Tic Toc los que dominan el libreto, la obra, el escenario, incluso los aplausos y las críticas. El éxito se mide en número de seguidores. 

 

Todo se confunde, público y creador, emisor y receptor. Todos en uno, en un formato endogámico que permite aplaudir a los demás y a uno mismo.  El mérito no es el hallazgo, ni la verdad, ni el estilo, ni la infografía, lo son la notoriedad y el ego insaciable que ha de ser complacido en cada instante, lo son el negocio o la gracia repentina.

 

Existe una suerte de necesidad compulsiva de participar de la actualidad con protagonismo, se teme perder capacidad de influencia y se busca popularidad, es decir, uno se reviste de humorista, de periodista, de político, de abogado, de médico, de emisor y de mensaje, solo condicionado por la capacidad técnica de emisión. El único reparo, si existe, es el pago de una cuota a una telefónica, el resto es prisa por participar de la ansiedad común e irreflexiva, por buscar ser influyente, a la hora que sea, y arriesgando en ello si es preciso la intimidad y los datos personales, los propios y los de los demás. Hay que estar, aunque en ese mismo hacer se evidencian incoherencias, irreflexiones o analfabetismo, sea funcional y/o digital, seguidismo o idiocia.

 

En un mundo aparentemente igual, los modos, las formas, las oportunidades, e incluso las ciudades se asemejan; las ofertas del lujo llegan por igual a pobres y a ricos; existe un aparente acceso a experiencias y ambiciones similares. Sin embargo, se están creando más desigualdades. En una geografía de enredos, los profesionales han de reclamar su papel ponderador, mediador, responsable, crítico, muy en especial hemos de hacerlo los comunicadores y los responsables de los medios. Los periodistas y los editores debemos encontrar nuestro nuevo papel en la nueva obra.

 

Los poderes y los informadores, y muchos ciudadanos, sabemos que se está produciendo una toxicidad informativa hasta ahora desconocida, exponencial, que nos instala en una inseguridad sin precedentes, permanente y cambiante, que conlleva una invasión total de la intimidad, con planteamientos variables y originales. La verdad construida con fines distintos, muchas veces perversos, se mezcla con la mentira sin más frontera que un clip, todo en un instante apenas perceptible por las audiencias. 

 

Nélida Piñón, escritora y periodista, de la que tantos desconocidos publican ahora fotos casuales de apariencia amistosa, lo preconizó en sus sabias palabras: “Roma globalizó el mundo conocido, los portugueses navegaron los mares orientales, los ingleses colonizaron etnias, los americanos rectificaron fronteras con el pretexto de la democracia. Todos quieren gobernar el espectáculo de la tierra sin abdicar del trono y las llaves del tesoro. Los gobiernos se someten a los intereses de las transnacionales mientras la ciudadanía y las identidades pierden fuerza en medio de estas sofisticadas operaciones. Apenas nos enteramos de la mitad de lo que ocurre y sólo cuando ya es demasiado tarde para reparar los estragos. Ambos conceptos están separados por el filo de la navaja, y en tanto la globalización aporte riqueza a nuestras casas cerraremos los ojos y relativizaremos nuestro idealismo.” 

 

Otro sabio fallecido el pasado 24 de noviembre, Hans Magnus Enzensberger, poeta y ensayista alemán, afirmó que “la sociedad parece haberse resignado a la erosión de lo que antes se denominaba esfera privada. Ni que decir tiene que la así obtenida transparencia no se limita a los hechos. También los bulos, los falseamientos, las denuncias y los delirios son bien recibidos en el caos del ciberespacio.”

 

Ciertas cosas nos competen y ya va siendo tarde para limitarnos solo a desconfiar de los demás. 

Venezuela en la oscuridad

La calidad de la información y la credibilidad de los medios de comunicación, garantías para la democracia

 

El tema central del congreso es de evidente importancia y actualidad, especialmente si nos ubicamos en países donde la democracia está gravemente agredida o sencillamente no existe. Nos referimos a Corea del Norte, Rusia, Bielorrusia, Nicaragua, Cuba o Venezuela, solo por mencionar a algunos. La ausencia de la información de calidad y medios creíbles está relacionada directamente con la sostenibilidad democrática.

Para abordar el tema de los medios como garantes del sistema democrático realmente hay que invertir los puntos de análisis. Hay elementos constitutivos para la existencia de los medios y su operación libre y sin límites claro que con los controles que establece la Ley. Vamos a citar algunos elementos que fueron tratados en otro artículo muy relacionado con el tema presente. Los elementos constituyentes de un medio funcional y de permanencia en el tiempo se circunscriben a los siguientes, en principio:

Democracia, credibilidad, pluralidad, veracidad, oportunidad, independencia económica, recursos tecnológicos, ética, equilibrio.

Democracia. Indispensable la existencia de un sistema democrático razonablemente aceptable para que la premisa fundamental de una comunicación libre y sostenible se alcance. Basta corroborar lo que ocurre en regímenes como el venezolano o cubano, donde los medios de comunicación prácticamente han desaparecido para verificar que sin una separación de poderes que ofrezca garantías al editor y usuarios frente al poder del Gobierno, no es posible el desarrollo de una genuina comunicación entre emisor y receptor. No podemos dejar de nombrar, una vez más, a Cuba, Nicaragua, Rusia o Corea del Norte como naciones dictatoriales sin libertades para ejercer las comunicaciones de manera adecuada y mucho menos de manera que efectivamente favorezca el derecho de estar informados de los ciudadanos.

Credibilidad. El crecimiento exponencial de las noticias falsas y rumores de todo tipo, especialmente en las redes sociales y en las plataformas de comunicación en auge y expansión a partir de las nuevas tecnologías y dentro de la gran autopista informativa que es Internet, ha generado una profunda desconfianza en los medios de comunicación, de la cual no escapan tampoco los medios tradicionales. Credibilidad en materia de comunicaciones es condición base para que un medio sea pilar de la democracia y respaldo cierto de los ciudadanos.

Pluralidad. La polarización que existía en Venezuela, por mencionar un caso actual y presente, dio paso a un casi absoluto monopolio comunicacional de parte del régimen. Es dueño de la mayoría de las plantas de televisión, de las emisoras de radio, de medios impresos diarios o semanarios, múltiples páginas web y tiene presencia muy poderosa en las redes sociales. Con un elemento realmente distorsionador de las mejores prácticas en materia de comunicación: no son plurales. Son medios pensados y desarrollados para estar al servicio del régimen, su propaganda e intereses. Típico de sistemas en los que la democracia es inexistente.

Veracidad. Este atributo, inherente a una comunicación de excelencia y sostenible, si no se cultiva y desarrolla, produce la inevitable desaparición de la influencia clave y decisiva que debe tener todo medio de comunicación. Un medio que miente, manipula y genera falsedades no es un instrumento sólido y mucho menos de futuro. Un medio de comunicación al que no se le crea sencillamente no existe como tal. Es la característica infaltable de los medios que están en poder del chavismo-madurismo en Venezuela. De allí que la ausencia de credibilidad sea casi total. Esto se agrava por la atadura que existe entre gobierno y medios, pues no escapan los medios tradicionales independientes pues están sujetos a las constantes amenazas del régimen: o cierre, expropiación o embargo judicial pueden ser las opciones en caso de incumplimiento del acuerdo obligado de sobrevivencia.

Oportunidad. El temor a ser castigado por el régimen venezolano, lleva a los medios llamados a sí mismo independientes, a no publicar o difundir informaciones en las que está implicado el gobierno y que por su naturaleza lo perjudican. Nos referimos a protestas, manifestaciones, caídas de números económicos, cuestionamientos a la gestión, negociados extraños, mafias, corrupción, casos vinculados al narcotráfico, a redes delictivas de carácter nacional o internacional y hasta informaciones inofensivas, pero que generan temor en las salas de redacción de diarios, televisión, páginas web y radio. Y no es para menos. La amenaza y la sanción no son cuentos. Forman parte de la realidad del día a día en Venezuela. Hay, sin que cueste reconocerlo, censura y autocensura generalizada.

Independencia económica. La antigua ecuación que permite a los medios de comunicación ser fuertes ante el gobierno o ante cualquier fuerza que pretenda dominarlo, se rompió desde hace muchos años en Venezuela. Un país técnicamente quebrado no tiene posibilidades de ofrecer un ámbito adecuado para que los medios desarrollen su actividad económica con normalidad y, de paso, alcanzar independencia. De allí que ahora la mayoría de los medios que todavía existen están financiados vía subsidios desde el exterior o se han convertido en muy pequeños medios para sobrevivir.

Recursos tecnológicos. Indispensables para competir y lograr la sostenibilidad y la trascendencia. En países con economía en eterna recesión y en medio de terribles procesos inflacionarios, este aspecto clave también sufre. En Venezuela el retraso se mide en megas. El país tiene la Internet más lenta del mundo. Ni hablar de logística y equipos.

Ética y equilibrio. Atributos inherentes a la vida misma de los medios, no es posible sostenerlos de manera comprometida sobreviviendo en un sistema caracterizado por la persecución y la amenaza. La ética y el

equilibrio se doblan para permitir la subsistencia. Impera el ánimo de la sobrevivencia como prioridad. No hay un norte de futuro. Solo un presente de vida o muerte.

VENEZUELA

Impresos. El registro de medios cerrados vía judicial alcanza hasta cinco, siendo el más importante El Nacional, del cual no quedó ni el edificio sede después de una demanda penal y pecuniaria incoada por un alto funcionario del régimen.

Quebrados. Hasta 18 periódicos han cerrado sus puertas presionados por una crisis económica que se extiende a más de 10 años. Sin posibilidades de comprar papel y bajo el seguimiento impositivo del gobierno terminaron por finiquitar sus operaciones.

Medios comprados. Siete medios tradicionales y de muchos años de influencia histórica han sido adquiridos en millonarias operaciones por el gobierno directamente o por personas vinculadas el régimen. Destacan los casos de Ultimas Noticias, Notitarde y el centenario El Universal de Caracas. En este momento solo quedan activos como medios de circulación diaria La voz, Meridiano, Líder, Ultimas Noticias, Diario 2001, todos del área metropolitana de Caracas. Y otros seis del interior del país, en los cuales es muy notoria la autocensura y el cuidado extremo en las materias que son sensibles al gobierno.

Emisoras de radio. En los últimos seis años la Comisión Nacional de Telecomunicaciones, órgano controlador del régimen para los medios radioeléctricos y digitales, ha clausurado 272 plantas con el argumento de vencimiento de la concesión. Está claro que es debido a las líneas editoriales y políticas informativas de las empresas de comunicación. Además, otras 25 han cerrado por razones económicas y falta de anunciantes.

Plantas de Televisión. A las 11:59 de la noche del domingo 27 de mayo de 2007, RCTV finalizó sus transmisiones, luego de 53 años en el aire. La excusa del gobierno fue el fin de la concesión. No obstante era conocida la clarísima posición de la planta como opositor del régimen. De ahí en adelante el expediente se volvió costumbre. 22 medios televisivos han cesado en sus operaciones por las mismas razones de permisología. Los que quedan están sujetos a una rigurosa cobertura cuerpo a cuerpo por parte del Estado y se han establecido fuertes sistema de autocensura, justamente por la amenaza de perder sus permisos de funcionamiento. Por otra parte, el gobierno ha construido una impactante red de medios públicos que consta de 19 plantas de televisión y 32 emisoras de radio. Una poderosa fuerza de propaganda y muy útil en cualquier campaña electoral.

Páginas web y medios digitales. En virtud de la grave situación de los medios impresos y también de los audiovisuales han nacido importantes páginas web de carácter informativo, además de las internacionales. Pero hay un problema, siempre hay un problema. En este caso son varios. Los más importantes son la persecución a los directivos y periodistas de esos medios, los peligros que corre quien publique trabajos contrarios a los intereses del gobierno, el bloqueo electrónico que aplica Conatel para evitar que se tenga acceso a esos medios, salvo el uso de VPN anti barreras. Y últimamente ha surgido un inconveniente crítico. La gran mayoría de esos medios digitales dependen económicamente de aportes de fuentes nacionales o extranjeras, otros gobiernos u otras fundaciones de carácter foráneo. Sin ese aporte no existirían. No hay ingresos vía publicidad ni suscripción. Pues, el gobierno va a probar en su Asamblea Nacional una ley para controlar a las ONG’s, especialmente sus ingresos y aportes. De esa manera acabará también con los medios alternativos periodísticos.

Recursos de escape disponibles. No son muchos. Se cuenta con medios digitales controlados vía bloqueos o medidas disciplinarias. O en casos extremos juicios penales a los periodistas y directivos. Las redes sociales, todas, son la gran opción para los ciudadanos en su necesidad de mantenerse informados, pero es un gran riesgo para quienes publican. Otra ventana está en redes de comunicación grupales donde se transmite información limitada a grupos o individualidades. Y, finalmente, los medios televisivos vía operadoras de cable o satelitales. No obstante, en este aspecto también el régimen ejecuta su censura radical. En este momento hay un buen número de canales de televisión fuera de las parrillas de las operadoras de clave por orden de Conatel, del gobierno. Mencionamos algunas sacadas del aire: TV Chile, América Network (México), Ritmo Son (México), Momentum (México), América TV (Perú), NTN 24 (Colombia), Caracol Televisión (Colombia), RCN (Colombia) CNN (Estados Unidos), El Tiempo (Colombia), Todo Noticias (Argentina), TV Azteca (México), 24 Horas TVN (Chile) y recientemente DW (Alemania) por segunda vez. AtresMedia estuvo fuera de las parrillas por casi dos años. Ahora está al aire, seguramente hasta que informe algo que le guste al régimen.

Además de 318 presos políticos entre civiles y militares, existen 8 periodistas bajo juicio y 12 en el exilio, contando tres editores de medios.

Muy compleja en términos de libertad de expresión y libertades en general la situación en Venezuela.

Nota: los datos numéricos tienen como fuente al Sindicato Nacional de Periodistas, Colegio Nacional de Periodistas, Instituto de Prensa y Sociedad, Expresión Libre, Foro Penal de Venezuela.

(*) Periodista y abogado. Ex director de Economía Hoy y El Universal

Luis Ayllón

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CIERTAS COSAS

¿Estamos ante el fin de la influencia de los medios convencionales? Algunos sesudos comunicadores y analistas así lo afirman. Ahora son Facebook, Google, Twitter y Tic Toc los que dominan el libreto, la obra, el escenario, incluso los aplausos y las críticas. El éxito se mide en número de seguidores. 

 

Todo se confunde, público y creador, emisor y receptor. Todos en uno, en un formato endogámico que permite aplaudir a los demás y a uno mismo.  El mérito no es el hallazgo, ni la verdad, ni el estilo, ni la infografía, lo son la notoriedad y el ego insaciable que ha de ser complacido en cada instante, lo son el negocio o la gracia repentina.

 

Existe una suerte de necesidad compulsiva de participar de la actualidad con protagonismo, se teme perder capacidad de influencia y se busca popularidad, es decir, uno se reviste de humorista, de periodista, de político, de abogado, de médico, de emisor y de mensaje, solo condicionado por la capacidad técnica de emisión. El único reparo, si existe, es el pago de una cuota a una telefónica, el resto es prisa por participar de la ansiedad común e irreflexiva, por buscar ser influyente, a la hora que sea, y arriesgando en ello si es preciso la intimidad y los datos personales, los propios y los de los demás. Hay que estar, aunque en ese mismo hacer se evidencian incoherencias, irreflexiones o analfabetismo, sea funcional y/o digital, seguidismo o idiocia.

 

En un mundo aparentemente igual, los modos, las formas, las oportunidades, e incluso las ciudades se asemejan; las ofertas del lujo llegan por igual a pobres y a ricos; existe un aparente acceso a experiencias y ambiciones similares. Sin embargo, se están creando más desigualdades. En una geografía de enredos, los profesionales han de reclamar su papel ponderador, mediador, responsable, crítico, muy en especial hemos de hacerlo los comunicadores y los responsables de los medios. Los periodistas y los editores debemos encontrar nuestro nuevo papel en la nueva obra.

 

Los poderes y los informadores, y muchos ciudadanos, sabemos que se está produciendo una toxicidad informativa hasta ahora desconocida, exponencial, que nos instala en una inseguridad sin precedentes, permanente y cambiante, que conlleva una invasión total de la intimidad, con planteamientos variables y originales. La verdad construida con fines distintos, muchas veces perversos, se mezcla con la mentira sin más frontera que un clip, todo en un instante apenas perceptible por las audiencias. 

 

Nélida Piñón, escritora y periodista, de la que tantos desconocidos publican ahora fotos casuales de apariencia amistosa, lo preconizó en sus sabias palabras: “Roma globalizó el mundo conocido, los portugueses navegaron los mares orientales, los ingleses colonizaron etnias, los americanos rectificaron fronteras con el pretexto de la democracia. Todos quieren gobernar el espectáculo de la tierra sin abdicar del trono y las llaves del tesoro. Los gobiernos se someten a los intereses de las transnacionales mientras la ciudadanía y las identidades pierden fuerza en medio de estas sofisticadas operaciones. Apenas nos enteramos de la mitad de lo que ocurre y sólo cuando ya es demasiado tarde para reparar los estragos. Ambos conceptos están separados por el filo de la navaja, y en tanto la globalización aporte riqueza a nuestras casas cerraremos los ojos y relativizaremos nuestro idealismo.” 

 

Otro sabio fallecido el pasado 24 de noviembre, Hans Magnus Enzensberger, poeta y ensayista alemán, afirmó que “la sociedad parece haberse resignado a la erosión de lo que antes se denominaba esfera privada. Ni que decir tiene que la así obtenida transparencia no se limita a los hechos. También los bulos, los falseamientos, las denuncias y los delirios son bien recibidos en el caos del ciberespacio.”

 

Ciertas cosas nos competen y ya va siendo tarde para limitarnos solo a desconfiar de los demás. 

El periodismo de trincheras y la precariedad laboral, lastres para la calidad de información

Los datos del Eurobarómetro vienen reflejando que menos de la mitad de los europeos confían en los medios de comunicación. El porcentaje de confianza ha ido bajando y no sólo en Europa sino en la mayor parte del mundo. La irrupción de las redes sociales, beneficiosa en algunos aspectos, ha contribuido a esa pérdida de credibilidad de los medios. No siempre los ciudadanos son capaces de diferenciar entre lo que conocen a través de esas redes sociales y lo que les llega por los medios tradicionales de comunicación, los conocidos como “legacy media”, en la terminología anglosajona.

Sucede, al propio tiempo, que estos medios de toda la vida -la prensa escrita, la televisión, las emisoras de radio- se contagian con demasiada frecuencia de los vicios de las redes sociales, donde las noticias verdaderas se mezclan con las ‘fake’. Los profesionales de la información tenemos que convivir en ese universo con quienes no lo son y con quienes han encontrado ahí un espléndido caldo de cultivo para la desinformación.

 

Los periodistas no debemos caer en la tentación de asemejarnos a esos nuevos agentes de la comunicación sólo por lograr unas mayores audiencias. Si para ellos no existen normas, para nosotros, sí.

 

La fortaleza de los medios tradicionales de comunicación debe estar precisamente en su rigor. La carrera incontrolada por ser los primeros en dar una noticia o por ofrecer contenidos que arranquen miles de ‘likes’ no puede hacerse a costa de sacrificar ni la verdad ni la calidad en la información.

 

Ahora, más que informar con la verdad y de manera seria se busca la rapidez. Ser los primeros en contarlo. Siempre se ha querido eso, pero las informaciones han de ser contrastadas de manera adecuada, antes de ver la luz. La verdad no puede sufrir por la rapidez. Si en las redes sociales se tergiversa, se miente, se manipula, los medios tradicionales deben mantenerse firmes. Precisamente, su valor está en que no son como esas redes. Contrastar las informaciones que recibimos antes de publicarlas ha sido siempre lo que ha identificado a los buenos profesionales de los que no lo son.

 

Aunque podamos pensar que la sociedad tiene una mala imagen de los periodistas, lo cierto es que sigue confiando en nosotros para que les contemos la verdad. Es cierto que no se alcanzan los niveles de credibilidad de hace décadas, pero el último informe sobre la situación de la profesión periodística, que elabora anualmente la Asociación de la Prensa de Madrid (APM), revela que la confianza de la población en los profesionales de la información aumentó con respecto al año anterior. Al menos, un apunte positivo.

 

Pero hay algunos aspectos que deben ser corregidos, si no queremos perder definitivamente esa confianza y convertirnos en meros títeres en manos de quienes tienen el poder y ven siempre a los medios como algo que hay que tener controlado y, si es posible, manejado.

Hemos de alzar la voz contra las maniobras cada vez más descaradas de recortar la libertad de información con prácticas como ruedas de prensa sin preguntas o amenazas y señalamientos a periodistas críticos.

 

Y si queremos realmente recuperar la credibilidad ante los ciudadanos, hemos de poner fin a la situación que se vive en los últimos tiempos, al menos en España, en que los medios tradicionales de comunicación y un buen número de periodistas se han polarizado en exceso. A ese tipo de periodistas, muchos los consideran ya alineados con un partido político o con otro. No les falta razón, porque los informadores saben que han de escribir o contar lo que algunos lectores, oyentes o televidentes esperan encontrar en esos medios, que no es tanto conocer la verdad como que les confirmen en sus ideas.

En una sociedad democrática, es lógico y hasta deseable que haya medios que tengan distintas ideologías. Pero los periodistas no debemos acabar en las trincheras que han fabricado los partidos políticos o las grandes corporaciones. No podemos dejarnos llevar a ese terreno, en el que nuestra capacidad crítica es anulada de facto, a cambio de mantener el puesto de trabajo.

Y es que, precisamente, la calidad de la labor informativa se ve seriamente perjudicada por la situación laboral que viven hoy un inmenso número de periodistas. Así lo consideran tres cuartas partes de los entrevistados en el citado informe de la Asociación de la Prensa de Madrid, que refleja que la precariedad en el trabajo es, desde hace años, una de las principales preocupaciones de los periodistas.

La crisis que vive el mundo de la prensa ha llevado a muchos medios a prescindir de los profesionales con más experiencia - en buena medida, porque eran también los más caros-, y a sustituirlos por personas más jóvenes a las que se ofrecen salarios indignos y en condiciones inestables, incluso después de llevar varios años trabajando. En esa situación, la mayoría de los periodistas, más que por obtener exclusivas, se ven obligados a preocuparse por su subsistencia y la de sus familias, intentando encontrar otro trabajo, aunque no sea en el sector periodístico.

Además, en condiciones de precariedad y de escasez de buenas ofertas de trabajo, los periodistas se lo piensan mucho antes de llevar la contraria a sus jefes o mostrarse críticos con los poderes públicos o los partidos políticos que sabe son próximos al medio de comunicación para el que trabajan. Y así, el empeño que ponen en criticar actuaciones denunciables en un partido político o en una institución que no se alinea con su medio de comunicación no lo ponen cuando esas actuaciones han sido protagonizadas por las formaciones con las que sí se alinean.

Esa precariedad es especialmente preocupante en el caso de los periodistas que trabajan como ‘freelancers’ en conflictos bélicos, donde arriesgan sus vidas, sin contar, en muchos casos, con un respaldo real -medidas de protección, seguros, etc- por parte de los medios a los que envían sus crónicas, ni saber hasta cuándo van a seguir utilizando sus servicios.

Urge, pues, que las empresas periodísticas se planteen la necesidad de retribuir con unos salarios justos el trabajo de los periodistas. Sólo así, estos podrán aportar calidad a sus informaciones. Y urge, igualmente, que medios e informadores abandonen las trincheras políticas en las que se repiten argumentarios cuidadosamente diseñados por los partidos políticos.

No podemos hacer dejación de nuestro deber de actuar como fiscalizadores de los poderes públicos, políticos, económicos o del tipo que sean. No podemos abandonar el tradicional papel de perros guardianes de la democracia y las libertades para convertirnos en perros falderos de esos poderes. Nuestro objetivo ha de ser siempre informar con la verdad.

Pedro Araujo

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Jornalismo sobreviverá à inteligência artificial

Há quem receie o fim de algumas profissões devido ao crescimento imparável da inteligência artificial (IA), mais conhecida na língua inglesa como “generative AI”. Estamos a falar de sistemas de inteligência artificial que geram dados, conteúdo ou resultados de forma autónoma. Ferramentas como o ChatGPT vão muito para além dos recursos que já conhecíamos com o Google. O jornalismo está em risco de extinção devido ao poder da IA? Julgo que não, bem pelo contrário, por muito polémico que isso possa ser aos olhos dos detratores das inovações.

Os taxistas não gostaram quando surgiram os Uber? Os jornalistas que usavam a máquina de escrever não gostaram dos primeiros computadores e, mais tarde, do surgimento da internet, com todo o seu acervo de informação à distância de um clique? Sim, é verdade, a inovação assusta e, tal como sucedeu com a energia nuclear, os saltos quânticos no conhecimento podem ser muito positivos. Tudo depende da forma como utilizamos a inovação e dos limites éticos estabelecidos.

Em 1997, quando pisei pela primeira vez entrei num jornal, havia já computadores, mas as fotografias eram impressas para que os editores pudessem escolher e os textos eram enviados para os paginadores, que depois compunham as notícias e imagens. Poucos anos depois, surgiram dois computadores com características especiais: tinham acesso à internet. Muitos desconfiavam daquela caixa mágica e do que os motores de busca nos entregavam de forma fácil e rápida. O manancial de informação hoje contido no ciberespaço é infinitamente maior, mas naquele tempo já era impressionante para um jornalista habituado a aceder a informação através de formas mais lentas e de toque físico (arquivo de notícias, livros, documentos enviados por fax, entre outras fontes).

O jornalismo tem sobrevivido a múltiplas crises e desafios e a AI é só mais um. No entanto, é evidente que a IA pode ser utilizada para produzir fake news. Na sua publicação “Facts not Fakes: Tackling Disinformation, Strengthening Information Integrity”, divulgada já em 2024, a OCDE alerta para o facto de as tecnologias de IA generativa proporcionarem maiores oportunidades para a criação e distribuição de conteúdo falso e enganador. “Agentes maliciosos podem utilizar essas tecnologias em constante evolução para gerar perfis de utilizadores, texto, áudio e materiais de vídeo falsos, que são realistas e difíceis de detetar automaticamente, bem como para gerir redes de bots”.

É de saudar a iniciativa europeia no sentido de regular a IA generativa, cuja aplicação pode e deve ser regulada em vários setores de atividade. O Regulamento Inteligência Artificial da União Europeia (UE) é a primeira lei de sempre em matéria de inteligência artificial, um quadro normativo que visa garantir que os sistemas de IA são seguros, cumprem a legislação e respeitam os direitos e valores fundamentais da UE. As aplicações de IA que representam um risco claro para os direitos fundamentais, tais como os sistemas de categorização biométrica baseados em características sensíveis, a pontuação social ou a IA utilizada para manipular o comportamento humano. Todas estas aplicações serão proibidas na Europa a partir de agora.

Roberto Días

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Los retos de la IA

La gran novedad tecnológica del último año ha sido el ascenso de la inteligencia artificial, y eso ya tiene un impacto claro en el debate público. En el periodismo, ha abierto caminos para la producción automatizada de algunos contenidos. Y en la comunicación en general, incluso en la comunicación política, muy probablemente va a multiplicar el contenido ofrecido en distintas plataformas, haciendo aún más complicada la disputa por la atención de las personas.

Además de eso, va a aumentar muchísimo la capacidad de producción de contenido intencionalmente falso, incluso en vídeo, y desgraciadamente con calidad increíble.

No hace falta mucho para concluir que el reto que se pone para el periodismo es inmenso. Tendrá que luchar contra un volumen mucho más grande de fake news y tendrá que luchar mucho más por el tiempo de sus lectores y espectadores. Pero, y aún peor, el periodismo no podrá condenar a la tecnología que habrá creado ese problema para sí, pues es inevitable que haga uso de ella en alguna medida. Pues, como siempre, la tecnología no es en sí misma buena o mala, eso depende del uso que se haga de ella.

Para los periodistas, empieza una nueva temporada de su vida de Sísifo.

Alba Lucía Reyes

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La calidad de la información y la credibilidad de los medios de comunicación, garantías para la democracia. Similitudes en Colombia y España

Calidad de la información y credibilidad de los medios, creo que el titulo refleja las dos grandes preocupaciones que existen hoy en casi todos los países con un sistema democrático relativamente sólido.

 

En los países donde hablar de democracia es una utopía, véase Cuba, Venezuela, Nicaragua, Rusia, China, etc, directamente la preocupación es por sobrevivir, no hay opción casi ni a tener un medio de comunicación si no es oficialista. Ese es otro tema.

 

Trabajo con un medio de comunicación de Colombia y vivo en España con lo cual observo varias similitudes en este gran desafío de calidad y credibilidad, preocupaciones comunes:

 

1. Parcialidad política, cada vez más visible en medios de lado y lado, se presenta información sesgada, favoreciendo intereses políticos

2. La concentración de medios en manos de pocos grupos empresariales que limitan la diversidad de voces

3. El sensacionalismo, muy extendido en Colombia, primero generar audiencia, buscar likes o visualizaciones y de último el rigor periodístico

4. La creciente manipulación de la información, las noticias falsas, generando desconfianza en el público que ya no sabe qué creer.

 

Por eso, aunque suene ya obvio y repetitivo, en este Congreso debemos seguir reivindicando el papel de cada uno de nuestros medios y revaluarnos todos los días.

Nuestro trabajo, nuestro buen trabajo es parte fundamental de esa base de la democracia. Es importante que nuestros ciudadanos se encuentren bien informados para que luego puedan tomar decisiones fundamentadas en los procesos electorales.

Somos el cuarto poder, podemos hacer control y vigilancia del poder si hacemos investigaciones serias y denunciamos abusos de poder y corrupción.

Pero sobre todo no olvidar nuestro papel de educación, de conciencia, de formación ciudadana, veces no nos hacemos una idea de la repercusión tan enorme que tiene en la sociedad uno de nuestros artículos, un intervención en radio o tv.

Hace poco en la emisora en la que trabajo, un oyente llamó y dijo “no tengo ni educación primaria, nunca he ido a una escuela, pero todo lo que se de mi país y del mundo, lo he aprendido a través de la radio”.

 

Es el mejor ejemplo de la gran responsabilidad que tenemos para ayudar a mantener la democracia en nuestro país.

Fernando Quijano

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De la plaza pública a los candidatos logarítmicos

Se equivoca Harari cuando sentencia, cada vez que puede, que el mundo de hoy no tiene liderazgos. El autor del popular libro, “Homo Deus”, es una suerte de mesías postmoderno al que acuden a beber las élites intelectuales cada vez que quieren atribuirle a alguien de credibilidad o autoridad global, que sustente sus creencias u opiniones, una pista o indicio que les señale para dónde va el mundo económico, político o social. Los niños que nacieron después de 2010, son los verdaderos, auténticos y nativos “seres digitales”; sus primeras fotos de cuando nacieron están en FaceBook y las vacaciones con sus padres, desde cuando no tenían ni un año, se pueden ver en Instagram, red social que es una suerte de banda sonora de sus cortas vidas; incluso sus pequeñas victorias sociales en preescolar y colegio están registradas y documentadas en cadenas de mensajes por WhatsApp armadas por sus círculos familiares más íntimos.

Además, todo está comentado por voluntarios quienes mínimamente le dan un like para estar a tono. Puede haber un par de generaciones anteriores que intenten ser también digitales para no quedarse atrás, pero son ellos, los que solo tienen unos 15 años quienes, quienes pueden presumir de hacer parte de la primera generación digital en la historia de la humanidad y sobre la cual recaerá la responsabilidad de llevar al mundo a otro estado de desarrollo cuando se les entregue la posta de liderazgo social.

No es un asunto apocalíptico o melodramático -volviendo a Harari- los nuevos liderazgos tienen, además de la carga genética de los padres y abuelos; del contexto sociopolítico en el que crezcan, el novísimo gran aporte logarítmico de la información que consumen: TikTok, Instagram, SpotiFy o los Shorts de YouTube, por ahora.

En concreto: las generaciones digitales que votarán, consumirán y determinarán el medio siglo del tercer milenio, son producto del ADN de sus padres, el contexto sociopolítico del país en donde estén, pero sobre todo del algoritmo bajo el cual crecen, una suerte de signo zodiacal que les determinará sus posiciones sobre la vida. Un poco de eso ya se ve, pues los nuevos liderazgos globales de Donald Trump, Volodomir Zelenski, Nayib Bukele o Javier Milei, hacen parte de ese primitivo algoritmo (la televisión y el espectáculo) que está determinando nuestros días.

El jugador político más importante de Estados Unidos, Trump, además de ser millonario y best seller de libros de negocios, es un nombre de medios de comunicación, The Apprentice, fue una exitosa serie que alcanzó 15 temporadas y casi 200 episodios durante el no tan lejano 2004. Zelensky, quien hoy libra una guerra frontal contra Rusia, fue un comediante que se hizo popular en su país en una serie titulada, El Servidor del Pueblo, 51 episodios en tres temporadas; Bukele, el presidente más cool de Latinoamérica, fue un organizador de fiestas y administrador de la popular discoteca Mario´s en su San Salvador natal. Y Milei se convirtió en la conciencia crítica de los argentinos con su arrollador, Consultorio de Milei, un stand up con el que hizo oposición al tradicional peronismo.

La política cambió al ritmo de los medios de comunicación, viejos y nuevos, porque además de ser la ciencia social que juega a administrar el bien público, vestida y armada de democracia, está mutando de interface: antes era la plaza pública, luego los viejos medios de comunicación y ahora ha saltado a las redes sociales, los nuevos medios, pero evolucionará en una década a otros elementos o componentes algorítmicos que capturarán a los electores sin darse cuenta, sin ser conscientes durante su desarrollo y la formación de opiniones. Liderazgos sí hay, pero no como los eran en el pasado, ni mejores ni peores, solo liderazgos. Es un cambio de época, más que una época de cambio.

Roberto Da Rin

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Un desastre y un desafío

¿Qué va a pasar con la llegada de la Inteligencia Artificial (AI) en el periodismo?

¿Una Revolución o bien una Evolución?

Nadie lo puede explicar, tampoco prever.

La verdad es que…. veía venir este golpe fatal. Pero digamos que… también es una oportunidad para redibujar, reconstituir un nuevo paradigma que tenga en cuenta las consecuencias de la tecnología. Y la reevaluación de los temas DEONTOLÓGICOS del periodismo.

En otras palabras, necesitamos de una autocrítica dura al periodismo de los últimos años.

El contexto no ha sido favorable: la mezcla y la relaciones peligrosas entre poderes económicos, financieros y Grupos editoriales ha sido el peor carburante para la libertad de prensa.

Un periodismo totalmente sujeto es un periodismo muerto. Por eso, una autocrítica es necesaria: la menor disponibilidad de recursos a disposición de las redaciones es un hecho conocido. Lamentablemente lo periodistas han, drásticamente, renunciado a las tres reglas básicas de la profesión: consumir los zapatos, estudiar, desarrollar contactos con las fuentes.

Entonces, los periodistas se han degradado a comunicadores. Lo recuerdo: los comunicadores y los periodistas tienen que hacer diferentes trabajos.

La provocación que pongo a los colegas es: ¿qué están perdiendo los lectores de diarios y semanarios con este tipo de sub-periodismo ? Poco o nada.

Hace unos meses estaba de viaje en Brasil. Un colega brasileño me cuenta un chiste de la clase media: “Prendo el televisor, y hay todo. Abro el frigorífico… y no hay nada”.

Rita Fatiguso

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Veneno y antídoto, IA y fake news

La tecnología, en estas horas, ha logrado desenmascarar una noticia fotográfica falsa. Mal construido, debería haber arrojado luz sobre las verdaderas condiciones de salud de la Princesa de Gales, que estaba convaleciente después de una operación quirúrgica y nunca había aparecido en público desde entonces.

Las principales agencias de noticias mundiales han devuelto al remitente la foto grupal de Kate Middleton con sus hijos porque estaba retocada con Photoshop. El resultado fue un desastre mediático, una crisis de credibilidad que podría costarle muy caro a la monarquía.

Pero ¿quién podrá hacer lo mismo con la realidad creada por Chatgpt, es decir, esa inteligencia artificial que galopa desde noviembre del año pasado y corre el riesgo de alterar cualquier posibilidad de cotejo de fuentes? Lo falso será cada vez más difícil de detectar y la realidad virtual podría prevalecer en cualquier caso.

Europa, a diferencia de Estados Unidos y China que por diversas razones están dando más espacio a la experimentación, ha actuado al mismo tiempo desarrollando una ley que pretende regular la inteligencia artificial en medio de las protestas de quienes objetan que, de esta manera, se entorpece el futuro.

Está claro que el futuro de la información corre el riesgo de ser falso. Es igualmente evidente hasta qué punto el trabajo periodístico corre el riesgo de ser menospreciado y distorsionado. Aquí estamos mucho más allá del problema de la explotación del contenido periodístico por parte de las redes sociales o los gigantes de la alta tecnología. El verdadero problema es qué es verdad y qué no en el mar de noticias que circula.

Si resulta divertido ver a los aspirantes a la Casa Blanca Joe Biden y Donald Trump acampando en el bosque como buenos amigos, en la normalidad de la vida cotidiana será cada vez más difícil distinguir la verdad de la falsedad y las filas del personal de verificación de datos se ampliarán desproporcionadamente en el mundo de la 'información'. Detectives de noticias y no sólo periodistas de investigación.

Como siempre, un elemento disuasorio muy fuerte para la deriva es la profesión y sus reglas. La necesidad de cruzar información, pero también de aprender las reglas de la inteligencia artificial actualizando los conocimientos de nuevas técnicas.

Veneno y antídoto, por tanto. Las reglas básicas de la profesión deben transferirse como tales a las nuevas generaciones, que tendrán una tarea aún más difícil, la de encontrar noticias en un contexto en el que primero será necesario distinguir lo verdadero de lo falso.

En última instancia, ni un periodista individual ni un periódico ni un gobierno pueden arriesgar a la ligera el activo más preciado de la democracia: la credibilidad y confiabilidad de la información.

Carmen Santoro

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Calidad de la información y credibilidad de los medios de comunicación, garantías para la democracia

La libertad y la fiabilidad de la prensa son el termómetro de la salud de la democracia de un país. Solo un régimen antidemocrático teme a la libertad de información.

La Ley Europea de Libertad de Medios, que el Parlamento Europeo aprobó el 13 de marzo de 2024, por una amplia mayoría, es una prueba de que la UE no subestima los riesgos que enfrenta la libertad de medios y, por tanto, la democracia en el continente.

 

Amenazas a la libertad de prensa

En el ranking de libertad de prensa, elaborado por Reporteros sin Fronteras, Italia ocupó el puesto 41 en 2023, habiendo recuperado 17 posiciones frente al puesto 58 de 2022. En Italia, la libertad de prensa sigue estando amenazada por la delincuencia organizada, especialmente en el sur, pero también por diversos grupos extremistas violentos. Los ataques siguen entorpeciendo el trabajo de los profesionales.

La situación se ve agravada por las campañas de intimidación en línea, a menudo orquestadas contra quienes investigan el crimen organizado y la corrupción.

Una veintena de periodistas están bajo vigilancia las 24 horas del día tras haber sido amenazados y agredidos.

La desinformación, la propaganda, la inteligencia artificial son algunos de los peligros que ponen en riesgo la libertad de información en nosotros como en el resto del mundo.

Caída libre

En Italia, por desgracia, asistimos a un constante y continuo desapego de los lectores del periódico impreso. Las ventas de periódicos se desplomaron.

El Corriere della Sera, que encabeza la clasificación con 232.478 ejemplares en formato impreso y digital (seguido de la Gazzetta dello Sport, Il Sole 24ore con 120.000 ejemplares y la Repubblica con 141.000 ejemplares) vende ahora casi un tercio de lo que vendió en 2000 (719.000 ejemplares), Repubblica una quinta parte (en 2000 vendió 665.000 ejemplares). Detrás de esta desafección de los lectores está la ilusión de mantenerse informados a través de las redes sociales o los periódicos digitales, que al principio eran gratuitos y ahora permiten el acceso a las páginas de inicio incluso a los no suscriptores. El resultado es que todo el mundo se siente informado, pero pocos lo están realmente. También porque las noticias falsas a menudo viajan a través de las redes sociales y sitios no oficiales. La pandemia ha puesto de manifiesto la extrema peligrosidad de esta tendencia que, además de crear desinformación (sobre vacunas o prácticas de higiene), ha puesto en riesgo la salud pública.

Al igual que ocurre con la radio y la televisión, las cadenas generalistas y los medios de comunicación también están experimentando una pérdida de audiencia, especialmente entre los jóvenes que prefieren otros canales.

El futuro del periodismo de investigación

Sin embargo, existen nuevos medios capaces de captar la atención incluso de los más jóvenes y despertar su atención sobre temas y conocimientos importantes: los podcasts. El mercado ha experimentado un fuerte aumento. En Italia, en 2022, hasta 13 millones de oyentes tuvieron acceso a esta forma de información. En promedio, los usuarios escuchan 22 minutos al día.

Por último, hay algunos buques insignia de la información italiana que resisten, a pesar de los repetidos ataques y denuncias.

Destaca Report, un programa de investigación emitido por Rai3 los domingos por la noche. El programa trata temas incómodos y a menudo pone el foco en figuras políticas prominentes. Una investigación reciente sobre el robo de un cuadro forzó la renuncia del subsecretario de Cultura, Vittorio Sgarbi. 

Emisiones como Report nos hacen sentir orgullosos de hacer este trabajo en Italia.

Orgullo que se une al dolor en la memoria de los compañeros que pagaron con su vida la búsqueda de la verdad. Han pasado exactamente 30 años desde la muerte de mi colega de Rai TG3 Ilaria Alpi. Tenía 33 años y el 20 de marzo de 1994 fue asesinada en Mogadiscio, junto con el director de fotografía Miran Hrovatin. Ilaria murió en Somalia mientras investigaba el tráfico de residuos y armas y la complicidad de los servicios e instituciones secretas. Que la lección y la memoria de Ilaria nos acompañen siempre en la búsqueda de la verdad y en la afirmación, día tras día, de nuestra idea de democracia.

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