#VIIEditoresCELACUE
Alberto Barciela
Como Director del Congreso, aporta diversas reflexiones sobre la influencia y las circunstancias de los medios en la actualidad.
CIERTAS COSAS
¿Estamos ante el fin de la influencia de los medios convencionales? Algunos sesudos comunicadores y analistas así lo afirman. Ahora son Facebook, Google, Twitter y Tic Toc los que dominan el libreto, la obra, el escenario, incluso los aplausos y las críticas. El éxito se mide en número de seguidores.
Todo se confunde, público y creador, emisor y receptor. Todos en uno, en un formato endogámico que permite aplaudir a los demás y a uno mismo. El mérito no es el hallazgo, ni la verdad, ni el estilo, ni la infografía, lo son la notoriedad y el ego insaciable que ha de ser complacido en cada instante, lo son el negocio o la gracia repentina.
Existe una suerte de necesidad compulsiva de participar de la actualidad con protagonismo, se teme perder capacidad de influencia y se busca popularidad, es decir, uno se reviste de humorista, de periodista, de político, de abogado, de médico, de emisor y de mensaje, solo condicionado por la capacidad técnica de emisión. El único reparo, si existe, es el pago de una cuota a una telefónica, el resto es prisa por participar de la ansiedad común e irreflexiva, por buscar ser influyente, a la hora que sea, y arriesgando en ello si es preciso la intimidad y los datos personales, los propios y los de los demás. Hay que estar, aunque en ese mismo hacer se evidencian incoherencias, irreflexiones o analfabetismo, sea funcional y/o digital, seguidismo o idiocia.
En un mundo aparentemente igual, los modos, las formas, las oportunidades, e incluso las ciudades se asemejan; las ofertas del lujo llegan por igual a pobres y a ricos; existe un aparente acceso a experiencias y ambiciones similares. Sin embargo, se están creando más desigualdades. En una geografía de enredos, los profesionales han de reclamar su papel ponderador, mediador, responsable, crítico, muy en especial hemos de hacerlo los comunicadores y los responsables de los medios. Los periodistas y los editores debemos encontrar nuestro nuevo papel en la nueva obra.
Los poderes y los informadores, y muchos ciudadanos, sabemos que se está produciendo una toxicidad informativa hasta ahora desconocida, exponencial, que nos instala en una inseguridad sin precedentes, permanente y cambiante, que conlleva una invasión total de la intimidad, con planteamientos variables y originales. La verdad construida con fines distintos, muchas veces perversos, se mezcla con la mentira sin más frontera que un clip, todo en un instante apenas perceptible por las audiencias.
Nélida Piñón, escritora y periodista, de la que tantos desconocidos publican ahora fotos casuales de apariencia amistosa, lo preconizó en sus sabias palabras: “Roma globalizó el mundo conocido, los portugueses navegaron los mares orientales, los ingleses colonizaron etnias, los americanos rectificaron fronteras con el pretexto de la democracia. Todos quieren gobernar el espectáculo de la tierra sin abdicar del trono y las llaves del tesoro. Los gobiernos se someten a los intereses de las transnacionales mientras la ciudadanía y las identidades pierden fuerza en medio de estas sofisticadas operaciones. Apenas nos enteramos de la mitad de lo que ocurre y sólo cuando ya es demasiado tarde para reparar los estragos. Ambos conceptos están separados por el filo de la navaja, y en tanto la globalización aporte riqueza a nuestras casas cerraremos los ojos y relativizaremos nuestro idealismo.”
Otro sabio fallecido el pasado 24 de noviembre, Hans Magnus Enzensberger, poeta y ensayista alemán, afirmó que “la sociedad parece haberse resignado a la erosión de lo que antes se denominaba esfera privada. Ni que decir tiene que la así obtenida transparencia no se limita a los hechos. También los bulos, los falseamientos, las denuncias y los delirios son bien recibidos en el caos del ciberespacio.”
Ciertas cosas nos competen y ya va siendo tarde para limitarnos solo a desconfiar de los demás.
ORTEGA Y GASSET, LA PRENSA Y SUS CIRCUNSTANCIAS
“La prensa no es usted ni soy yo ni las docenas de periodistas madrileños con sus nombres propios e inalienables: es una fuerza histórica elemental y tremenda, sobre la cual tenemos que meditar todos, usted y yo, los periodistas madrileños y los ciudadanos de todas las naciones.”, con rotundidad se dirigía don José Ortega y Gasset al director del periódico “El Sol”, en el que él mismo colaboraba, en noviembre de 1930. Las circunstancias eran peculiares como el propio filósofo nos diría, pero me quedo con la necesidad apuntada y persistente de reflexionar sobre la comunicación, con esa relevancia que se prolonga en los siglos, pese a los adelantos técnicos y/o a la globalización, y que auguro pervivirá en el multiverso.
He afirmado, a raíz del Congreso de Editores de Medios Europa América Latina Caribe celebrado en Colombia, que tuve el honor de dirigir por vez primera, que “los robots nunca podrán ser periodistas” y me mantengo en ello. Las circunstancias puede que aporten en sí mismas el matiz suficiente para distinguir lo excepcionales resultados que pueden obtener las máquinas frente a un profesional, pero al menos hemos de confiar en que nunca serán transmisibles por ellas las emociones humanas, las percepciones sensoriales, incluso nuestros errores. La técnica podrá emular estilos, simular sentimientos, gozar de la mayor documentación y utilizarla con precisión, pero con ello no hará sino lo que no debe hacer un informador: fingir, enmascarar, encubrir, falsear, engañar, aparentar y/o copiar.
No somos perfectos, ni como seres humanos ni como ejercientes de “una actividad profesional que consiste en la obtención, tratamiento, interpretación y difusión de informaciones a través de cualquier medio escrito, oral, visual o gráfico”, que es como nos define el diccionario. Hemos pues de revisar de forma permanente la trascendente misión al servicio de la sociedad y del bien común, jugar a filósofos y repensarnos como individuos y como sector decisivo para el equilibrio y bienestar social. Para ello es bueno reunirse, debatir, contribuir con los matices locales a la globalidad. Quizás se trate de deliberar, después de leer la sugerencia de Ortega en su famosa carta y seguir o no “la arcaica y funesta costumbre de reaccionar “por espíritu de cuerpo”, y de “creerse en el caso” de solidarizarse con la totalidad de una profesión”, todo en aras a identificar nuestro rol en este concreto tiempo de globalizaciones y prisas, en este ahora pospandémico, incierto en lo económico, en lo político y en lo social, y por supuesto en lo informativo.
Don José Ortega señalaba que “para que una profesión se mantenga en plena eficiencia es menester que exista siempre en ella un grupo disidente, resuelto a no hacerse solidario ni responsable de los vicios profundos que el resto del “cuerpo” cultiva y favorece. Solo ese grupo se encontrará siempre en limpio y podrá salvar ante el público la profesión, atrayendo sobre si el respeto y la autoridad necesarios”.
No creo que en los albores del siglo XX, tras las exposiciones universales, alguien pudiese necesitar proponer un retorno a la endogamia localista, pero quizás la reflexión quede instalada en lo que el presente apantallado necesita cien años después: el justo equilibrio entre lo local y lo global, entre lo tradicional y lo universal, entre lo emocional y el resultado económico puro y duro, entre las economías pequeñas y los fondos de inversión. Es posible, aunque no pueda aseverarlo con total seguridad que ese sea un papel reservado al mundo de la comunicación, el que solo pueden componer personas que trabajan pensando en personas, comprometidas, y que nunca podrán realizar las máquinas con sensibilidad semejante.
Ortega pedía la colaboración entre la Universidad y la prensa, sin suplirse mutuamente. Afirmaba que “solo esta pluralidad de poderes diferentes y más o menos antagónicos asegura la salud social.” El filósofo acababa su carta al director del diario “El Sol”, pidiendo no “que la prensa deje de ser un “poder espiritual”, sino que no sea el único y que sufra la concurrencia y corrección de otros. De uno por lo pronto: la Universidad. Se trata pues, de la colaboración y confrontación, si se quiere hasta de la lucha, entre dos formas de espíritu distintas, para que el hombre medio pueda recibir dos imágenes o interpretaciones diferentes del mundo. La interpretación periodística es y será siempre la perspectiva de lo momentáneo como tal”.
A los periodistas nos corresponde, como a los filósofos, pensar por y para todos, escuchar a otros muchos sectores sociales pero, al contrario que los pensadores puros, hemos de hacerlo de manera comprensible, actual, pragmática, comunicable, traduciendo lo que en apariencia es enrevesado, para que sea comprendido y, en lo posible, aplicado por lo que el pensador sagaz, sofisticado y también un poco coqueto, que era Ortega, consideraba las masas. Pensar y discutir como ejercer el poder, sea el que fuere, atendiendo a la demanda de los tiempos es una responsabilidad cierta y muy grande. Lo haremos en Madrid, en febrero, es nuestra responsabilidad.
RECADO DE ESCRIBIR PARA BORGES
Querido Jorge Luis, admirado maestro:
Te escribo desde el futuro imperfecto. No solo trato de expresar acciones por venir, de suponer, intento discernir, reconocer que todo aquello con lo que podíais haber soñado ha sido superado por la realidad imprevisible.
Los presagios, con sus magias, se han desvanecido en sus esperanzas, no en sus posibilidades. Somos 8.000 millones de personas, disponemos de mayores conocimientos, más universales. Accedemos a técnicas globales, instantáneas, pero todo lo malo que debería no haber acontecido va arrollando los posos civilizatorios sin evitar las miserias humanas. Con perspectiva, podemos seguir pensando contigo que “el porvenir es inevitable, preciso, pero puede no acontecer”. Se han salvado, y esto te reconfortará, palabras de aortunadas sonoridades y significaciones, si bien muchos idiomas y culturas han desaparecido con la tendencia hacia una cultura uniformadora.
“Quizá me engañen la vejez y el temor pero sospecho que la especie humana -la única- está por extinguirse y que la Biblioteca perdurará: iluminada, solitaria, infinita, perfectamente inmóvil, armada de volúmenes preciosos, inútil, incorruptible, secreta”. Con tus augurios confiamos en que en un privilegiado lugar se sigan reservando algunos anaqueles como la gran hemeroteca universal, con el testimonio que hemos escrito de cada día los plumillas, negro sobre blanco e iluminando reseñas los fabulosos trabajos de fotógrafos e ilustradores, con las contribuciones de oficios divinos como los de los correctores, componedores, impresores, distribuidores, quiosqueros. ¡Cuánta magia!¡Cuánta nostalgia!!Cuánta pérdida!
Tenías razón cuando imaginabas “una época futura, muy futura”, en la que cada cual “elabora el arte que necesita”, en la que cada uno crea “su filosofía, su música, su religión, su escultura; y luego, cuando él muere, se destruye todo”, pues se entiende que el ser humano “es perfecto y puede producir lo que necesita sin tener que recurrir al pasado”.
Todo se ha acelerado. Ahí están las furiosas redes, con sus complejas y muchas posibilidades, que han resultado distorsionadoras, con saña para el oficio de comunicar, para los profesionales, para los negocios editoriales, y se han transformado en escaparates sin unos exactos intermediarios ponderadores. La digitalización ha propagado un mundo de hallazgos pero, sobre todo, de egos de seres endogámicos, y también muchas excrecencias, demasiada información basura. En ese territorio cada uno acaba por ser, y utilizo tu saber, “el espejo y la réplica”.
La censura es ahora la sobreinformación y las verdades, alejadas de toda moral, se construyen con imágenes que se sobreponen, transformando las más graves catástrofes en aparentes irrealidades, lo banal en trascendente y lo virtual en verídico. Permanecemos, eso creo, heridos de una irrealidad sin sueños.
Te preguntarás qué ha sido del gran periodismo, de aquel que se proponía formar, informar y entretener, el que ocupaba a mentes dispuestas al servicio público, el que intentaba contar lo sucedido o reflexionar con una cierta objetividad, sometida a líneas editoriales explícitas, el que gustaba de escribir con calidad literaria, el que trataba de indagar la verdad. Quizás fuimos demasiado ingenuos, pues lo cierto es que todos nos interrogamos al respecto sin demasiado éxito en las respuestas.
Existen grandes periódicos, extraordinarios profesionales -muchos mueren cada año en el ejercicio de la ocupación más bella-, magníficos articulistas y tertulianos y también todo lo contrario. Existe la libertad de expresión con crecientes debilidades, pero todavía se padece cárcel, tortura y amenazas por el hecho de intentar ofrecer noticias veraces. A pesar de los cambios, no somos indiferentes, no queremos serlo, no vamos a serlo. Relatamos lo que acontece y si nos tachan de catastrofistas es porque narramos lo que ocurre. El mundo vive momentos de crecientes y graves confusiones, de guerras, de violencia, de corrupción y mafias, de esclavitud, de intolerancia, de profundas brechas económicas y egoísmos, de hambres, de migraciones, de pandemias, de catástrofes naturales y de una nueva suerte de analfabetismo digital. Lo poco positivo no adquiere demasiado realce, quizás porque nos desarrollamos instalados en un afán de confort social, de conformismo, camino de una única filosofía, la salvación individual. Nos sometemos a un insaciable consumismo de cosas y nos autoconsolamos con el mal ajeno.
En parte, como tú nos has enseñado, preferiría pensar que, pese a tanto horror, hay un fin ético en el universo, quiero creer que creo que el universo propende al bien, y en ese argumento ficticio pongo mis cansadas esperanzas. “No es una cuestión de inteligencia sino de sentimientos, (pero) yo tengo la impresión de que uno vive entre gente insensata (...) Yo trato de ser adulto, de no dejarme llevar por pasiones, por prejuicios. Es muy difícil, ya que, de algún modo, todos somos víctimas y quizás cómplices, dada la sociedad actual que es indefendible.” Tu intuición es impagable.
Deberíamos hacerte caso, “las cosas que le ocurren a un hombre le ocurren a todos”. Por eso, sigue siendo la esencial responsabilidad de nuestra ocupación formar, informar y alentar a los buenos profesionales, motivar a las generaciones de intelectuales, a los que escuchar en las nuevas ágoras, promover guías válidos y aferrarnos a valores reconocibles; también entretener.
Los comunicadores y editores hacemos casi todo lo que podemos, a veces con sacrificios sobrehumanos y sobrecostes personales y económicos. Conocemos mejor que nadie las novedades pero, por múltiples motivos, nos cuesta adaptarnos. Aun así, sabemos que si no existiera el periodismo todo sería aun peor, mucho peor. Los afanes no resultan suficientes para articular un hábitat suficiente de convivencia democrática, de igualdad, de respeto, de cultura, de crítica constructiva, de protección ambiental.
Nadie es perfecto, siquiera tú lo has sido. Pero las intenciones cuentan, por lo mismo nos reuniremos de nuevo en Madrid en el Congreso de Editores de Medios Europa-América
Latina Caribe 2023, auspiciados por la UE y PRESTOMEDIA. Hablaremos de cómo construir un nuevo modelo de comunicación sostenible. El encuentro supondrá la reflexión necesaria tras la infodemia, fake news o infoxicación, en plena crisis, y con la irrupción de la inteligencia artificial.
Un artículo o una carta, o un Congreso, son una suma de fragmentos de uno mismo, de sus evocaciones, conocimientos, documentación, apuntes... una puesta en común de todo cuanto hemos ido agregado, como sutiles arenillas, en el camino andado. Nos proponemos concordar y unir ideas con ese pegamento sutil de la utilidad impredecible para los demás. Utilizaremos como preludio lo incipiente de una creación de apariencia genuina y de sutil inspiración evocada por viejas lecturas o remembranzas de un día de lluvias en Buenos Aires, en Valencia, en Santiago de Chile, en Bogotá, en Berlín, en Frankfurt o en Bogotá. Nuestra Declaración Final tratará de suponer una inspiración y una denuncia, pero sobre todo será el inequívoco reflejo de que todavía tenemos la vocación de servir a los demás de manera altruista. El otro existe.
Me despido con una afortunada ocurrencia tuya, admirado maestro, que tiene mucho que ver con nuestro trabajo: En una entrevista, en Roma, un periodista trataba de ponerte en aprietos. Como no lo lograba, finalmente probó con algo que le pareció más provocativo:
-¿En su país todavía hay caníbales?
-Ya no, - fue tu respuesta -nos los comimos a todos.”
Tenemos mucho que preguntar, que preguntarnos, y quizás alcancemos algunas respuestas sin atragantarnos antes con algún hueso extraño, es parte de nuestro maravilloso oficio: pensar, conocer, exponer con un cierto estilo.
Mi recado, admirado Maestro, queda escrito.
MÁS ALLÁ DE UNA BUENA PRENSA PARA LA COMUNICACIÓN
Las definiciones siempre son difíciles. Exponer con claridad y exactitud lo genérico es un esfuerzo que merece afrontarse, que solo puede obtenerse con el dominio del lenguaje que ha de ser correcto y preciso. La comunicación, como sector, ha de repensarse constantemente, máxime si valoramos su amplitud y el mundo cambiante e hiperconectado en el que ha nos desenvolvemos. La reflexión ha de asentarse sobre un pasado sólido, trascendente, de influencia en las sociedades anteriores, repensar a veces será reiterar, pero ante todo debemos buscar aportaciones que nos permitan contribuir y responder, nosotros que tanto deberíamos saber de preguntas, al determinante desarrollo acelerado de las distintas sociedades, con connotaciones de carácter social, cultural, tecnológicas, económicas y políticas. Sin complejos, el comunicador ha de dirigirse hacia un punto de encuentro en lo esencial, lo que le seguirá legitimando para reclamar unas ciertas garantías, no privilegios, en el ejercicio de sus cometidos.
Desde el convencimiento, ya expresado, de que la comunicación es la que cambia el mundo se propone una puesta en común reivindicativa del periodismo esencial, de ese que aún hoy trata de responder a las cuestiones que contextualizan una información -para hacerla dominio de la opinión pública-, y que busca, también, formar y entretener. Influimos en en el desarrollo de los acontecimientos y tenemos que asumir nuestars responsabilidades en tamaña misión.
Hemos de saber hallar aquello que más allá de una buena prensa para la comunicación consiga hacer pervivir a un sector viable en su comprometida ética profesional, en el marco de una exigente deontología, pero también en lo económico. Perseveramos en una clara intención: poner en valor de utilidad el bagaje del mayor soporte de pensamiento que han conocido los tiempos, y lo hacemos en un momento de profundos cambios estructurales a escala mundial.
El periodismo es vanguardia y de forma permanente ha respondido a las necesidades de transformación y adaptación, fundamentalmente a las generadas por los avances tecnológicos y sociales. Como consecuencia de la evolución, la vida se ha acelerado en todos los órdenes y con ello se han distorsionado buena parte de los métodos comunicativos. Así, si bien se mantienen los mismos elementos estructurales, en sus aspectos funcionales ha adquirido singulares matices y características que también repercuten en la noticia como producto periodístico.
Todo es viejo y nuevo a la vez. Los problemas que afrontan los medios de comunicación en general siguen manteniendo buena parte de lo que se arrastran a lo largo de la historia como elemento de poder, condicionados por factores de supervivencia económica, una vez evaluada su capacidad de adaptación a las posibilidades técnicas.
En este periodo de tránsito continuado, debido a cambios vertiginosos e insospechados, nos obligan a reformular métodos, estrategias, técnicas y objetivos. La teoría se distancia de la práctica no solo en los círculos académicos, sino también en las propias redacciones. Es preciso investigar, reflexionar, encontrar nuevos planteamientos y horizontes para una profesión de vocación humana comprometida que, más allá de herramientas teóricas, necesita otras con fundamentos realistas y consistentes, imprescindibles para sobrenadar entre las abundancias de ese mundo colapsado por sobreinformación interesada y estafas éticas.
En muchas ocasiones reflexivas hemos concluido que la notoriedad o el afán de trascendencia no pueden superar a la vocación, al oficio, a las ansias por narrar lo que ocurre de la forma más objetiva posible, lo que responde siempre a un contexto aceptado por una mayoría en el orden circunstancial y cultural, a una ética, a una conciencia. Lejos de contribuir a la construcción de una ficción social, el periodista debe denunciarla, no puede ser cómplice, como concluíamos en el anterior Congreso bajo el lema de “la verdad construida” en base a los intereses de poderes -económicos, políticos, etc.- o de las mafias.
No me importa reiterarme: el periodismo es un valor público imprescindible, un baluarte al servicio de la democracia, un sistema de intermediación entre el poder y la gloria y los humildes, un traductor y un crítico. Trabajar en un medio, ser informador profesional presupone una forma de ser y de estar, muy hermosa, en sí ya muy compensatoria. La labor como comunicadores se adscribe a un planteamiento muy clásico y rotundo, para realizarla sigue siendo fundamental la formación general, pero muy en particular en áreas como la cultura y la lengua. Mas sobre todo hay que dejar manar la vocación de narrar, de contar, de proyectar. Somos imprescindibles. Tenemos que dar gracias a los dioses por permitirnos ejercer una profesión trascendente que puede llegar a convertirse en un verdadero arte por el que muchos estamos dispuestos a dar la vida o a sacrificar la libertad.
El mundo cambia y nos sigue demandado un papel protagonista. Nuestro deber es responder con inteligencia y trasparencia, medios no nos faltan.
CIERTAS COSAS
¿Estamos ante el fin de la influencia de los medios convencionales? Algunos sesudos comunicadores y analistas así lo afirman. Ahora son Facebook, Google, Twitter y Tic Toc los que dominan el libreto, la obra, el escenario, incluso los aplausos y las críticas. El éxito se mide en número de seguidores.
Todo se confunde, público y creador, emisor y receptor. Todos en uno, en un formato endogámico que permite aplaudir a los demás y a uno mismo. El mérito no es el hallazgo, ni la verdad, ni el estilo, ni la infografía, lo son la notoriedad y el ego insaciable que ha de ser complacido en cada instante, lo son el negocio o la gracia repentina.
Existe una suerte de necesidad compulsiva de participar de la actualidad con protagonismo, se teme perder capacidad de influencia y se busca popularidad, es decir, uno se reviste de humorista, de periodista, de político, de abogado, de médico, de emisor y de mensaje, solo condicionado por la capacidad técnica de emisión. El único reparo, si existe, es el pago de una cuota a una telefónica, el resto es prisa por participar de la ansiedad común e irreflexiva, por buscar ser influyente, a la hora que sea, y arriesgando en ello si es preciso la intimidad y los datos personales, los propios y los de los demás. Hay que estar, aunque en ese mismo hacer se evidencian incoherencias, irreflexiones o analfabetismo, sea funcional y/o digital, seguidismo o idiocia.
En un mundo aparentemente igual, los modos, las formas, las oportunidades, e incluso las ciudades se asemejan; las ofertas del lujo llegan por igual a pobres y a ricos; existe un aparente acceso a experiencias y ambiciones similares. Sin embargo, se están creando más desigualdades. En una geografía de enredos, los profesionales han de reclamar su papel ponderador, mediador, responsable, crítico, muy en especial hemos de hacerlo los comunicadores y los responsables de los medios. Los periodistas y los editores debemos encontrar nuestro nuevo papel en la nueva obra.
Los poderes y los informadores, y muchos ciudadanos, sabemos que se está produciendo una toxicidad informativa hasta ahora desconocida, exponencial, que nos instala en una inseguridad sin precedentes, permanente y cambiante, que conlleva una invasión total de la intimidad, con planteamientos variables y originales. La verdad construida con fines distintos, muchas veces perversos, se mezcla con la mentira sin más frontera que un clip, todo en un instante apenas perceptible por las audiencias.
Nélida Piñón, escritora y periodista, de la que tantos desconocidos publican ahora fotos casuales de apariencia amistosa, lo preconizó en sus sabias palabras: “Roma globalizó el mundo conocido, los portugueses navegaron los mares orientales, los ingleses colonizaron etnias, los americanos rectificaron fronteras con el pretexto de la democracia. Todos quieren gobernar el espectáculo de la tierra sin abdicar del trono y las llaves del tesoro. Los gobiernos se someten a los intereses de las transnacionales mientras la ciudadanía y las identidades pierden fuerza en medio de estas sofisticadas operaciones. Apenas nos enteramos de la mitad de lo que ocurre y sólo cuando ya es demasiado tarde para reparar los estragos. Ambos conceptos están separados por el filo de la navaja, y en tanto la globalización aporte riqueza a nuestras casas cerraremos los ojos y relativizaremos nuestro idealismo.”
Otro sabio fallecido el pasado 24 de noviembre, Hans Magnus Enzensberger, poeta y ensayista alemán, afirmó que “la sociedad parece haberse resignado a la erosión de lo que antes se denominaba esfera privada. Ni que decir tiene que la así obtenida transparencia no se limita a los hechos. También los bulos, los falseamientos, las denuncias y los delirios son bien recibidos en el caos del ciberespacio.”
Ciertas cosas nos competen y ya va siendo tarde para limitarnos solo a desconfiar de los demás.
Carlos Mora
El Editor General de Últimas Noticias de Ecuador reflexiona sobre la comunicación sostenible.
Iary Gómez Quesada
La gerente general del Grupo Extra de Costa Rica reflexiona sobre la comunicación sostenible.
CÓMO CONSTRUIR UN NUEVO MODELO DE COMUNICACIÓN SOSTENIBLE
En Costa Rica al igual que todo alrededor del mundo el luchar contra lo que es la infodemia, las fake news o infoxicación es muy difícil ya que es viral, porque con solo que unas personas lo lean, lo copien y lo difundan en sus propias paginas o redes sociales lo viraliza y ya luchar con algo viralizado es muy difícil ya que llega al rato a ser hasta creíble porque lo dicen a la vez todas las personas cercanas.
Según: Javier Murillo - Fundador y CEO de Metrics
La Infodemia se refiere a la viralización, intencional o no, de contenido especulativo no verificado, que afecta la noción y el juicio de la opinión pública”
Pero a la vez puede ser fácil si las personas son leales al medio, ya que no se deja influenciar por otros medios electrónicos los cuales no tienen Credibilidad o la cantidad de años en el país. Muchas de esas fake news se dan porque esas paginas ni siquiera verifican lo que van a poner a circular y suele pasar mucho mas cuando están los famosos troles que son pagados hasta para desinformar o manchar la imagen de alguien o de una empresa. Muy usual ahora en las campañas políticas costarricenses. Ya que siempre afecta y sobre todo en personas muy mayores que lo primero que le salen en las redes sociales lo creen y se conforman con lo primero que leyeron y además son perezosa o con mhucho desconocimiento de donde mas buscar información de lo mismo para comparar lo leído en primera instancia. También tenemos los lectores jóvenes que en Costa Rica por lo menos se están conformando con una pincelada de lectura y le creen a todo lo que leen en las redes sociales y no tienen la costumbre de valorar que están leyendo o no cuestionan porque les dicen x cosa de x tema. No les gusta cuestionar entonces creen lo que leen en twiter, Instagram y otras que no tienen nada de profundidad sobre cualquier contenido.
O sea todas estas cosas afectan grandemente a los medios tradicionales ya que muchas personas ya no compran el periódico físico o no ven los noticieros porque les da pereza ver TV porque ni siquiera les atrae prenderlo ya que utilizan los celulares para ver sus películas o música predilecta con el uso de la inteligencia
artificial también. Situación que les facilita el no perder tiempo como dicen ellos o ser empleados del tiempo porque si no se perdieron algo.
Si se quiere analizar un poco esto se está convirtiendo en un gran problema ya que cada ser humano cree que lo que le gusta ver, leer es su realidad. Claro una realidad virtual, que es La “realidad” es una creación de cada individuo y está basada en lo que le presentan los algoritmos de medios digitales.
Vemos en algunos momentos donde presidentes de los diferentes países se entretienen solo hablando en sus propias paginas creyendo que la mayoría los sigue y eso no es real. Es lo que el presidente quiere creer y como el vive sumergido en eso entonces cree que todo es así. Un caso que esta pasando en Costa Rica es que cada ministro o presidente ejecutivo cree que sus clientes están pendientes de cada comunicado que suban en la web de cada institución y eso es imposible para el ser humano. Ya que no tendría vida por estar metido en cada pagina viendo si le cortan el agua hoy o la luz, si le cambiaron el lugar de la parada del bus, etc.
Es difícil gobernar así porque no se le esta llegando a todo el mundo, solo a unos cuantos.
Otro de los grandes problemas es que desde que amanecemos tenemos mucha información sobre un mismo hecho caso mas reciente cuando el papa muere desde las 6am de Costa Rica ya estaba en todas las redes sociales no solo en la del vaticano y comienzan los sabiondos de religión a decir cada uno como debía ser el oficio religiosos o sea como debía ser el protocolo de la despedida del papa en merito, no es usual nadie lo sabe solo la iglesia, pero todo el mundo opinaba unos con fundamentos y otros no. Situación que nos lleva a una desinformación por exceso de la misma o sea el caso de la infoxicación.
Por todas las situaciones antes mencionadas los medios tradicionales que incursaron en redes sociales y tienen su propia pagina deben de valorar la información brindada de una forma sencilla y veraz o sea que con pocas palabras y no complicadas transmitamos el mensaje sin saturación de contenido ni cantidad de mensajes al lector ya que llega hacer pesado al final del día. No siempre se debe de salir primero con la información hasta no tener confirmación de la misma o pruebas de lo que se está informando.
Para ir cerrando por lo menos en Costa Rica lo que son los troles han hecho un gran daño en política y la vagabundería de la inteligencia artificial hace que cada persona no tenga un interés por todo lo que sucede a su alrededor y solo de lo que quiere saber, ejemplo de ello solo temas relacionados a lo que estudio o trabajo y sus Hobbies como música, cantantes o deportes. El resto del mundo no les interesa.
Por eso estamos cayendo en desconocimiento de una mayoría de la población y es muy peligroso porque solo unos cuantos serán los que tomaran las decisiones por todos nosotros pudiéndonos llevar eso a una gran des unión de la población de cada país. Y gente a veces mas desinteresada en lo que sucede en el planeta como tal. Y la ausencia legal para enjuiciar a los que hacen fake news y troles por injurias, calumnias y difamación sigue haciendo diferencia de las redes sociales a los medios tradicionales.
Carlos Roberts
El editor del Diario La Nación de Argentina reflexiona sobre la comunicación pública.
CONDICIONES MÍNIMAS PARA UN NUEVO MODELO DE COMUNICACIÓN SOSTENIBLE
El día que regalamos el futuro
Hay algo peor que un círculo vicioso: una espiral maliciosa… y descendente. A eso se enfrentan los medios de comunicación que no cuentan ya con recursos económicos suficientes para mantenerse hoy ni para sostenerse en el futuro.
El primer paso que dieron para entrar en esa espiral fue meterse en la carrera -tan global como suicida- de colgar gratuitamente su valioso contenido periodístico en Internet, apenas éste empezó a consolidarse.
Eso redujo la venta de los periódicos en la calle, sin que los ingresos publicitarios provenientes del periódico digital llegaran a ser los esperados, los suficientes para sostener la operación.
El peor de los efectos ha sido que las redacciones pierdan, de a poco o de un solo tajo, su principal activo: los periodistas que han formado con tanto esfuerzo y por tanto tiempo.
La calidad de las publicaciones de los medios en crisis se esfuma allá abajo, en el último tramo de esa espiral maliciosa que se hunde en oscuras profundidades.
Y así, al regalar el trabajo en el mundo digital, regalamos nuestro futuro en el mundo real.
Si a todo eso se suman circunstancias tan desfavorables como la pandemia, la guerra, el encarecimiento de materias primas, el resultado es el más triste imaginable.
Si no te tocó, te tocará
Alegrarse ante la caída de competidores o ver con indiferencia las crisis de los periódicos alrededor del globo es el primer error de las empresas de comunicación que aún subsisten. Los cierres de periódicos, las dificultades extremas de otros por seguir circulando, tanto en papel como en la web, es una tendencia global que les tocará a todos si todos siguen actuando como hasta ahora.
Por tanto, el primer elemento para una modelo que dé sostenibilidad a los medios de comunicación es entender que se trata de un problema global y que su solución, a largo plazo, también tiene que buscarse globalmente. Desde cada parcela se puede actuar, no solo con visión, sino con estrategia global.
Esta estrategia global debe sostenerse en dos principios, aunque parezcan opuestos: la competencia y la solidaridad. Competir siempre ayudará a mejorar los procesos. Pero autocomplacerse con ser un medio hegemónico en un país, quizás en una región, por más grandes que sean, es estar en un bello barco, pero anclado, que en vez del mar solo tiene por delante un espejo que no le permite ver las grandes olas que lo amenazan. La solidaridad ayuda a quitar el espejo, a mostrar el mar picado que nos rodea y ver a otros barcos, más grandes y más pequeños, que también quieren capear la tormenta y llegar a buen puerto.
La calidad se paga
La finalidad de esa estrategia es cuidar a los periodistas para mantener en alto la calidad de los contenidos en cualquier plataforma. Algunos se rigieron por la idea de que en la web debe estar lo noticioso y en el papel los temas de profundidad. Pero, resulta que las noticias las tienen todos y a costo cero, en su mayoría, y el papel se ha vuelto ya obsoleto en muchas sociedades, más entre los jóvenes. El medio que así opera, cada vez, se vuelve más irrelevante para el lector futuro.
Un contenido de alta calidad tiene que ser cobrado, ya sea en papel o en sitios web. Es aquí donde operan los dos principios, de competencia y solidaridad: competencia para procurar tener cada quien un mejor contenido, y solidaridad para hallar estrategias conjuntas, nacionales, regionales y hasta intercontinentales para elaborar mejores contenidos aún y para conseguir mejores tratos con las grandes tecnológicas y con anunciantes de peso que puedan dar sustento a largo plazo. Una red mundial de medios puede ofrecer una red mundial de beneficios para todos.
Dejemos de trabajar gratis
Los medios y los periodistas deben dejar su obsesión por los clics, los ‘me gusta’ y el tiempo en pantalla de los lectores. Dejemos eso para los influencers y los propagandistas.
Procurar la atención de la gente a nuestros contenidos, por supuesto, es un objetivo válido. Pero, buscar a como dé lugar que se quede largo tiempo en nuestros sitios digitales, primero, conspira con la calidad: por mantener una prolongada atención de la gente, hay quienes están dispuestos a torcer la realidad o a ofrecer, no entretenimiento, sino nimiedades cuando no, directamente, falsedades. Y, segundo, nos transforma en mediadores gratuitos de las tecnológicas (llámense Google, Facebook, Baidú o Tencent). Al inicio, ayudamos a esas empresas a transformar a nuestros lectores en sus clientes, sin que recibiéramos nada valioso a cambio. Ahora hay algo peor: ayudamos a esas empresas a transformar a nuestros lectores en sus productos. Esos internautas que dedican tanto tiempo a cibernavegar constituyen la “mercancía” que las tecnológicas ofrecen a sus grandes clientes, y su perfil (sus intereses, gustos, tendencias, obsesiones…) en gran parte se ha delineado gracias a los medios de comunicación que producen los contenidos que esas personas buscan.
Esos alcances tiene el trabajo que gratuitamente hacemos para las empresas tecnológicas.
Tiempo bien invertido
Ofrecer al lector calidad de contenido y que ocuparemos su atención en una justa medida es clave para él, porque reduciremos su nivel de incertidumbre. En un mundo con tantas dudas en tantos ámbitos, con tanta información desperdigada en el ciberespacio infinito, la claridad, las certezas, la relevancia son insumos de alto valor.
Menos teléfonos, más cafés
La reducción del tiempo que las personas dan a su “vida digital” debe encaminarse a desarrollar comunidades reales. Y en esa trascendental misión los comunicadores tienen mucho que decir y hacer. Deben ayudar, desde sus iniciativas periodísticas, a que haya menos ‘followers’ y ‘haters’ de escritorio, y más ciudadanos comprometidos con su comunidad y su planeta. Los teléfonos y la información que en ellos se despliega deben mejorar la interacción entre personas, no sustituirlas.
Un equipo mundial de “periodhistoriadores”
Que los medios vean el problema y las estrategias de manera global, no basta. Hace falta que así también vean la situación sus principales aliados: los lectores y, claro, sus anunciantes.
En cuanto a los lectores, hay un reto periodístico: es la época en la que al reportero le corresponde agregar a sus dotes de narrador una importante dosis de historiador.
En el mundo de las ‘fake news’, de la información instantánea y cambiante, de los millones de resultados por consulta en los buscadores, de los ‘pescadores’ de datos personales, de los ‘malwares’, de las estafas… se hace necesario que el lector vea el árbol, pero también el bosque.
El periodista, quizás más que nunca, debe preocuparse mucho por el contexto en sus publicaciones, un contexto que no sirva solo para ubicar al lector en el tema que le plantea sino para ampliárselo, para mostrarle las conexiones que tiene con hechos pasados y con procesos regionales y mundiales.
Un gran tema sobre narcotráfico en Ecuador, por ejemplo, no puede ser contado solo con el decomiso de cargamentos de droga sino con la explicación de su vínculo con la producción de narcóticos en Colombia y Perú y su llegada al mercado europeo por Bélgica.
Los grandes temas son globales y entender el mundo ayuda al lector a sumarse, al menos desde la comprensión, a la comunidad global que busca cambios que hagan sostenible la economía, la política, las relaciones humanas.
Los medios, nacionales o locales, deben incluir en su agenda (si no lo han hecho ya), al menos tres temas que son cruciales en los debates globales de hoy: el mercado de los datos personales, la disrupción tecnológica (incluida la inteligencia artificial), y los modelos políticos y económicos.
Mancomunidades de trabajo
Los medios despiden a los periodistas o no pueden retenerlos porque necesitan bajar sus gastos corrientes. Pero así, pierden a su principal patrimonio, uno que les ha costado mucho tiempo, dedicación, dinero y esfuerzo crear.
Para aquellas empresas que han llegado a ese punto acaso se pueda recomendar, que en lo posible, consideren dos acciones. Primera, ayudarse de la tecnología no para sustituir personas sino para reducir gastos improductivos.
Y, segunda, echar mano de ese patrimonio construido con tanto esfuerzo, a través de asociarse con sus ex periodistas a los que ahora puede considerar no empleados sino productores independientes. Podrían abrir espacios transparentes y ordenados para que ellos planteen temas que puedan ser comprados diligentemente por el medio o para pedirles trabajos que la redacción fija no esté en condiciones de desarrollar. De hecho, puede ser ese un modelo general de trabajo en un futuro (para aquellos que no lo practican ya), sobre todo si se considera que los más jóvenes coinciden en que no quieren permanecer largos años en una misma empresa sino tener la suya propia.
Y las colaboraciones pueden extenderse a otros medios nacionales o regionales.
¿Quiénes deberían empujar estos procesos globales de competencia y solidaridad? Bien pudieran actuar las organizaciones regionales de empresas de comunicación que ya existen, o bien desde foros como el que ofrece este Congreso eurolatino, que más que a medios reúne a ciudadanos del mundo apasionados por el periodismo.
PERIODISMO, EL ARTE DE UN OFICIO HUMANO
Tenemos los periodistas la insana manía de hablar de manera endogámica de nuestra profesión y de ser bastante opacos con la sociedad sobre el ejercicio de la misma. Probablemente por ello, es que la gente cada vez entiende menos a qué nos dedicamos. Y, seguramente también, sumidos en el universo de la sobreinformación y del postureo de las Redes Sociales, en este mar de basura, es imposible reconocer el verdadero periodismo.
Pero sean cual sean las dificultades, la obligación del periodista es hacer partícipe a su audiencia de los pormenores de su trabajo. No es suficiente con emprender cada día el arduo camino por acercarse a la verdad, ni ser escrupuloso con el lenguaje para que nos entiendan. Además, hay que hacer entender al ciudadano, que este preciado bien que nos han entregado cargado de responsabilidad, está repleto de dificultades y de obstáculos para brillar como merece.
Conviene, por tanto, empezar por una sencilla definición del periodismo. Para mí, ser periodista es cumplir con un oficio, cuyo principal protagonista son seres humanos y que requiere de una especial sensibilidad y creatividad. En la tarea periodística están presentes las dos raíces etimológicas del arte. El ars o artis creativo latino y el téchne técnico griego. Se requiere ser capaz de crear una obra y para ello tener los conocimientos técnicos para llevarla a cabo. Una técnica que empieza por el uso del lenguaje y por los géneros a emplear en cada caso. Porque, aunque ya no sepamos diferenciar unos de otros, yo reivindico la imprescindible vigencia de la noticia, del reportaje, de la entrevista, de la crónica, de la crítica…, de ese amplio repertorio de herramientas con que los periodistas contamos para hacer más comprensible el mensaje. Otra cosa bien distinta son las tecnologías, que por desgracia se han convertido en condenas en forma de clicks para el buen periodismo.
Estas verdades de perogrullo son requisitos indispensables para ejercer la profesión que, sin embargo, a fecha de hoy incumplen la mayoría de los profesionales. Así las cosas, leemos, escuchamos o vemos piezas informativas sin calidad o rigor por falta de conocimientos de los “artistas” que las perpetran. Resulta difícil reconocer la profesión en medio de tanta mediocridad, en el mejor de los casos. Sin una profunda autocrítica del estado de salud de la obra periodística, es imposible entender las razones por las que la audiencia nos ha dado la espalda y, menos aún, recuperar la credibilidad perdida.
Contar lo que sucede, que en esencia de eso se trata, precisa también de un componente humano vital. El relato de la realidad debe basarse en un compromiso ético y moral con la veracidad, con la máxima objetividad, y eso solo es posible cuando se es buena persona. Decía el gran Kapuscinski que “si se es una buena persona se puede intentar comprender a los demás, sus intenciones, su fe, sus intereses, sus dificultades, sus tragedias.”
Una virtud que debe llevar aparejada la vocación de querer ser buen periodista por encima de todo. Hablo del interés que una persona siente en su interior para dedicarse a algo. Porque el periodismo más que un mero trabajo, es una forma de vida. Se quiera o no, vivir el periodismo plenamente es sentirse dominado por la curiosidad, por saber lo sucedido y las razones de los sucesos. Es obsesionarse una y otra vez con cada historia.
Toda esta reflexión viene al caso de la eterna pregunta que nos hacemos los periodistas: ¿Cómo hacer sostenible nuestra profesión?, ¿cómo proyectarla al futuro? Pues bien, yo me aplico la única receta que conozco y que no es otra que la de ejercer el periodismo como el arte de un oficio humano. Se la recomiendo a todos mis colegas, al menos a mi me ha ido bien durante 40 años de desempeño profesional.
Jesús González
El CEO de Prestomedia Grupo y Editor del diario Aquí Europa y de Canal Europa ha reflexionado sobre la objetividad y la aproximación a la verdad desde la profesión periodística.
COMUNICACIÓN PÚBLICA
El Big Bang informativo,
principio (y final) de todo
Tremendos tiempos para los que pertenecemos a la industria de la información, que vive su hora más gloriosa y también más dramática. Bienvenidos al Big Bang de la comunicación. Se ha producido un estallido gigantesco que, que modificó tanto el universo en el que vivíamos, que prácticamente ha generado uno nuevo, con pocos puntos de contacto con el anterior. La explosión comenzó entre los años 60 y 70, con la producción a escala industrial de computadoras (u ordenadores) personales; es decir, la posibilidad de reunir, procesar y distribuir información en forma masiva. En 1983 nace Internet. A finales de los años 90 e inicios del siglo XXI nacen las redes sociales. Con esta trilogía –PC, internet y redes– ya estaba configurado el Big Bang: la formación, dirían los estudiosos del cosmos, de la materia, el espacio y el tiempo.
Cambió la materia: la información. Originalmente propiedad de monarquías y Estados, con el advenimiento de la revolución industrial y la aparición de las empresas de medios, la información ahora también era producida y administrada por la prensa; por empresarios y profesionales del sector privado. El Big Bang vino a romper ese esquema: de pocos emisores poderosos y muchos receptores sin mayor capacidad que esa, la de recibir contenidos, a una horizontalidad en la que los receptores se convirtieron en emisores, en sujetos que hacen valer sus opiniones e incluso critican y se alejan del periodismo tradicional.
Cambió el espacio. El escenario físico de la comunicación pública ya no son los medios convencionales, periódicos, TV y radios, sino pantallas de dispositivos personales, un espacio en el que conviven la individualidad y la intimidad con la pérdida de ellas, porque cada vez que tocamos la pantalla estamos dando información sobre nosotros mismos. Información que “degrada a las personas a la condición de datos y de ganado consumidor”, dice el surcoreano Byung-Chul Han, uno de los filósofos más leídos actualmente en todo el mundo.
Cambió el tiempo. El tiempo en el que se busca, procesa y distribuye la información, acotado por la demanda de un flujo constante, de 24 horas, que lleva la impronta de la inmediatez a niveles rabiosos; el tiempo que se utiliza para consumirla (ya es un triunfo que alguien permanezca 1 minuto leyendo una noticia o una columna), y el tiempo de vida de esa información, efímero como nunca antes.
Byung-Chul Han habla de “infocracia” (título también de un libro suyo), una degeneración de la democracia: la información como eje del actual capitalismo y como insumo fundamental de un esquema cuyos objetivos son la vigilancia psicopolítica y el control y pronóstico de comportamientos. Ningún gobierno, pero tampoco ninguna gran corporación u organización mediática prescinde hoy de la inteligencia artificial y de las redes sociales como canales de ida y vuelta: para lanzar información y para obtener información sobre sus mercados.
Lo que el Big Bang ha detonado es el tipo de conversación; la naturaleza de la conversación. ¿Quiénes hablan? ¿Quiénes son esos desconocidos que hablan sin más autoridad que la que ellos (y eventualmente otros) se conceden? ¿Quiénes escuchan? ¿Cuáles son los temas? ¿Qué material es genuino? Twitter es, al mismo tiempo, una extraordinaria propaladora de información en tiempo real, acaso la más eficaz que se haya conocido (por nutrirse de un número interminable de emisores y fuentes), y una fábrica también infinita de falsedades, territorio fértil para campañas espurias y operaciones políticas, comerciales o de lobbies sectoriales.
En esta nueva conversación, liberada de las viejas ataduras, ya parece que nadie es solo emisor o solo receptor; ya no se requieren títulos, ni reconocimientos, ni pergaminos para informar. Profesionales de la información circulan por la misma calle y con los mismos derechos que aficionados, que divulgadores ocasionales y que profesionales de la desinformación. Un célebre tango, “Cambalache”, compuesto en 1934 por Enrique Santos Discépolo, caracterizaba así ciertos desvaríos culturales del siglo XX en la Argentina: “Lo mismo un burro que un gran profesor”. El caudal informativo es hoy más amplio, más rico, más democrático, y, por cierto, más anárquico; más veloz y más improbable; más libre, casi incontrolable.
La conversación virtual se ha visto acosada, invadida por gérmenes patológicos: trolls, fakes news, bots… Laboratorios de inteligencia artificial intervienen en debates públicos o en campañas electorales con una capacidad escondida, subterránea, de alterar datos, historias, currículos, o directamente inventarlos.
La comunicación pública post Big Bang es un fenómeno nuevo, complejo, un animal al que recién nos asomamos y que mientras lo vamos descubriendo cambia súbitamente de forma. Un fenómeno por momentos inasible, un campo al que se acercan con extrañeza, cuidado y hasta estupor las ciencias sociales; también, gobiernos y legisladores, en muchos casos con evidentes pretensiones de convertirlo en un instrumento funcional a sus intereses.
Medios, periodistas, productores de contenidos, históricos jugadores del mercado de la comunicación, enfrentamos el triple desafío de comprender el estallido, asimilarlo y no llorar sobre la tumba que guarda los restos de lo que fuimos.
Elides Rojas
El Vicepresidente de Información del diario El Universal de Venezuela reflexiona sobre la comunicación sostenible
CONSTRUIR UN NUEVO MODELO DE COMUNICACIÓN SOSTENIBLE
Hay varios elementos que constituyen la base fundamental de las comunicaciones de siempre. Y suponemos que será igual en los tiempos por venir, con los agregados que se imponen por las nuevas tecnologías y las plataformas que surjan. Haremos un resumen de estos atributos constitutivos que permitirán avanzar hacia modelos sostenibles en la medida que se consoliden los tradicionales conocidos por todos quienes desarrollan sus ámbitos de acción dentro del mundo de la comunicación:
Democracia, credibilidad, pluralidad, veracidad, oportunidad, independencia económica, recursos tecnológicos, ética, equilibrio.
Democracia. Indispensable la existencia de un sistema democrático razonablemente aceptable para que la premisa fundamental de una comunicación libre y sostenible se alcance. Basta corroborar lo que ocurre en regímenes como el venezolano, donde los medios de comunicación prácticamente han desaparecido para verificar que sin una separación de poderes que ofrezca garantías al editor y usuarios frente al poder del Gobierno, no es posible el desarrollo de una genuina comunicación entre emisor y receptor. No podemos dejar de nombrar a Cuba, Nicaragua, Rusia o Corea del Norte como naciones dictatoriales sin libertades para ejercer las comunicaciones de manera adecuada y mucho menos de manera sostenible.
Credibilidad. El crecimiento exponencial de las noticias falsas y rumores de todo tipo, especialmente en las redes sociales y en las plataformas de comunicación en auge y expansión a partir de las nuevas tecnologías y dentro de la gran autopista informativa que es Internet, ha generado una profunda desconfianza en los medios de comunicación, de la cual no escapan tampoco los medios tradicionales. Credibilidad en materia de comunicaciones es condición base para que sea sostenible.
Pluralidad. La polarización que existía en Venezuela, por mencionar un caso actual y presente, dio paso a un casi absoluto monopolio comunicacional de parte del régimen. Es dueño de la mayoría de las plantas de televisión, de las emisoras de radio, de medios impresos diarios o semanarios, múltiples páginas web y tiene presencia muy poderosa en las redes sociales. Con un elemento realmente distorsionador de las mejores prácticas en materia de comunicación: no son plurales. Son medios pensados y desarrollados para estar al servicio del régimen, su propaganda e intereses. Típico de sistemas en los que la democracia es inexistente.
Veracidad. Este atributo, inherente a una comunicación de excelencia y sostenible, si no se cultiva y desarrolla, produce la inevitable desaparición de la influencia clave y decisiva que debe tener todo medio de comunicación. Un medio que miente, manipula y genera falsedades no es un instrumento de futuro. Un medio de comunicación al que no se le crea sencillamente no existe como tal. Es la característica infaltable de los medios que están en poder del chavismo-madurismo en Venezuela. De allí que la ausencia de credibilidad sea casi total. Esto se agrava por la atadura que existe entre gobierno y medios, pues no escapan los medios tradicionales independientes pues están sujetos a las constantes amenazas del régimen: o cierre, expropiación o embargo judicial pueden ser las opciones en caso de incumplimiento del acuerdo obligado de sobrevivencia.
Oportunidad. El temor a ser castigado por el régimen venezolano, lleva a los medios llamados a sí mismo independientes, a no publicar o difundir informaciones en las que está implicado el gobierno y que por su naturaleza lo perjudican. Nos referimos a protestas, manifestaciones, caídas de números económicos, cuestionamientos a la gestión, negociados extraños, casos vinculados al narcotráfico, a redes delictivas de carácter nacional o internacional y hasta informaciones inofensivas, pero que generan temor en las salas de redacción de diarios, televisión y radio. Y no es para menos. La amenaza y la sanción no son cuentos. Forman parte de la realidad del día a día en Venezuela. Hay, sin que cueste reconocerlo, censura y autocensura generalizada.
Independencia económica. La antigua ecuación que permite a los medios de comunicación ser fuertes ante el gobierno o ante cualquier fuerza que pretenda dominarlo, se rompió desde hace muchos años en Venezuela. Un país técnicamente quebrado no tiene posibilidades de ofrecer un ámbito adecuado para que los medios desarrollen su actividad económica con normalidad y, de paso, alcanzar independencia. De allí que ahora la mayoría de los medios que todavía existen están financiados vía subsidios desde el exterior.
Recursos tecnológicos. Indispensables para competir y lograr la sostenibilidad y la trascendencia. En países con economía en eterna recesión y en medio de terrible procesos inflacionarios, este aspecto clave también sufre. En Venezuela el retraso se mide en megas. El país tiene la Internet más lenta del mundo. Ni hablar de logística y equipos.
Ética y equilibrio. Atributos inherentes a la vida misma de los medios, no es posible sostenerlos de manera comprometida en medio de un sistema caracterizado por la persecución y la amenaza. La ética y el equilibrio se doblan para permitir la subsistencia. Impera el ánimo de la sobrevivencia. No hay un norte de futuro. Solo un presente a vida o muerte.
La comunicación sostenible requiere del cumplimiento estricto de elementos constitutivos no maleables. En Venezuela es una misión de imposible cumplimiento.
Fernando Quijano
El director del diario La República de Colombia reflexiona sobre el cambio de época del periodismo.
UNA ÉPOCA DE CAMBIO O UN CAMBIO DE ÉPOCA
Nada mejor que trabajar en un periódico y sentarse a observar el paso de los hechos plasmados en los cierres de páginas diarias, para mirar cómo cambian las cosas, y mejor aún, si ha tenido la oportunidad de narrar esos sucesos en una suerte de bitácora del cambio social, cultural, político y económico.
El ruido del tecleo de las máquinas de escribir fue remplazado por las luces de las pantallas de los primeros computadores, por allá a finales de los años 80; los viejos archivos de papel periódico, fotos impresas y bibliotecas de libros incunables, en los bajos de las salas de redacción, fueron sepultados por Google, además del ejercito de correctores, digitadoras de textos y editores de estilo, desplazados por una tras otra versión de Microsoft, que liquidó docenas de oficios que ayudaban, sin darse cuenta, a narrar el cambio de época. En muy pocos años, las nuevas prácticas y tecnologías informativas de punta desecharon roles, tareas y funciones, dando inicio a una época de cambio, más cómoda, frenética, global, productiva y competitiva.
No es muy seguro que un computador, un teléfono móvil o una tableta, tengan menor huella de carbono que un periódico diario reciclable de 40 páginas. La primera imagen que se tiene de la elaboración del papel periódico son árboles acerrados convertidos en bagazo y luego en hojas blancas para imprimir noticias; puede ser una escena tóxica y anacrónica para estos días verdes y que las nuevas generaciones se sientan agredidas, pero detrás de esa acción bárbara está la siembra, cuidado y cosecha de árboles para poder mantener una industria viva que oxigena el mundo capturando dióxido de carbono y sirviendo para informar. Pocos videos e imágenes se tienen de las crudas explotaciones mineras de poliminerales destinadas a fabricar microchips, fundamentales para hacer andar celulares y computadores, ni es masivo plantear que con la obsolescencia programada de celulares y ordenadores se necesitará mucho cobre, coltán, oro o litio para estar enterado cada segundo en las redes sociales o en los medios audiovisuales.
Una cosa es el costo sostenible de acceder a la información a través de todas estas interfaces que cada día mejoran en amigabilidad, dependencia y abundancia de datos, y otra muy distinta la manera cómo se generan esos contenidos consumidos con voracidad en los neomedios. Un móvil necesita muchos minerales y energía para funcionar; una red social requiera de millones de servidores para interactuar, y la misma inteligencia artificial solo es posible o se sustenta con un enorme consumo energético para poder regenerar su conocimiento; “there ain't no such thing as a free lunch”, dijo Milton Fridman, algo así como no hay almuerzo gratis, que en nuestros días puede aplicarse mejor a que “si algo es gratis, es porque el producto eres tú”. Tras la facilidad para generar contenidos, subir videos o armar audios, todo sin edición, llegaron los nuevos actores de la sociedad: blogueros, youtubers, instagramers, tuiteros, podcaster y ahora tiktokers, una nueva invasión bárbara de influenciadores carentes de filtros y ediciones que desprecian las huellas de carbono que sus medios generan, pero que contradictoriamente cabalgan sobre nuevos catecismos sostenibles avizorando la época de cambio.
El grueso del contenido diseminado por el mundo no solo es más costoso, abundante e intencionado, sino más dañino e irresponsable; los bulos o los fakenews ya se confunden con la realidad y se instalan en sociedades sin criterio educativo, como nuevas religiones en aldeas sin catequizar. No es una visión apocalíptica de sociedad tipo “Ciudad Gótica”, sino una alerta temprana de la realidad a la cual asistimos en silencio, tal cual cambio de época. Nunca todo pasado fue mejor, el problema es que en el periodismo no existen las herramientas adecuadas para poder encausar una avalancha de nuevas tendencias, temas, formatos, jugadores e intencionalidades subyacentes, que claramente van en contravía del bienestar y la reducción de precariedades.
¿Cómo construir un nuevo modelo de comunicación sostenible? Hay que partir de que ya no hay nada hegemónico en los eslabones que conforman la comunicación, que el mundo camina hacia una anarquía informativa en la que todos tienen su modelo individual para imponer cómo deben ser las cosas, bajo ópticas personales, no grupales. Un modelo de comunicación sostenible, no es otra cosa distinta a separar las partes que componen el ciclo: industria, servicio, interfaces e intencionalidad; y cada parte regida por las necesidades comunitarias. El cordón umbilical de todo el proceso no debe ser distinto el fortalecimiento de la educación, la formación de criterio entre los consumidores; los jóvenes son las audiencias más fáciles de capturar para replicar usos informativos tendenciosos, y es allí en ese segmento, en donde los viejos medios de comunicación juegan un papel fundamental como últimos cruzados de una transición en el cambio de época mucho más responsable.
Los viejos nuevos medios de comunicación. La sostenibilidad en todos los frentes de la información se construye con y para personas nuevas, en plataformas modernas, que hayan sido sensibilizados sobre formas viejas y responsables de generar contenidos; una suerte de remasterización, de traer a valor presente algunas cosas que un buen día funcionaron. La propuesta no es otra que caminar este cambio de época entre viejas y nuevas costumbres para que la disrupción esperada no sea una transición desesperada.
Un modelo informativo para un nuevo tiempo
Uno de los principales retos a los que se enfrenta la comunicación en este momento es, sin duda, diseñar un modelo de futuro que garantice la sostenibilidad de una actividad imprescindible en el ámbito de las sociedades democráticas que ha estado sometida a un proceso disruptivo convertido, por la fuerza de los hechos, en una amenaza para el conjunto del sector.
En España, como en otros muchos países, se ha producido en un periodo relativamente corto de tiempo lo que bien podría definirse de manera gráfica como “la tormenta perfecta”, evidenciada en una crisis de modelo que ha hecho replantearse toda la estrategia de las empresas de comunicación. La venta de ejemplares en los kioscos se ha derrumbado arrojando cifras altamente preocupantes hasta el punto de cuestionar la propia existencia del papel en un futuro que nadie sabe definir en su alcance, pero se trata de algo que está ahí y que, lamentablemente, ha convertido a los periódicos, en un objeto ajeno a los usos y costumbres de las nuevas generaciones.
Si a esto unimos los elevados gastos de impresión y distribución de ejemplares y la dramática disminución de las inserciones publicitarias en los diarios, nos encontramos en una posición de incertidumbre que está exigiendo un replanteamiento del sector prensa para poder sobrevivir con garantías y continuar cumpliendo su insustituible labor para la ciudadanía.
La televisión sufre una multifragmentación de las audiencias por mor del florecimiento de plataformas de pago que, a pesar de los problemas que evidencian, han conseguido desviar hacia los contenidos que ofrecen el interés de capas cada vez más amplias de usuarios. Netflix, HBO, Disney +, Amazon Prime Video, Apple TV o Filmin (en España), han sustituido en el ocio audiovisual a las cadenas tradicionales que se nutren de públicos de mayor edad acostumbrados a los contenidos tradicionales. Las altas inversiones en producciones cinematográficas y series han logrado poner de moda una forma de consumo televisivo en el que el espectador es el propio responsable de la programación, eligiendo en cada momento qué quiere ver y cuándo lo quiere consumir.
La radio es el medio que en España mejor sobrevive a la crisis general. Lo razonable y asumible de sus costes de producción y el gran arraigo que tiene en el país, lo ha convertido en el mayor conformador de la opinión pública y el de más influencia en la sociedad. Los programas informativos de la mañana son el altavoz donde se comentan las cuestiones más destacadas del día a día y los comunicadores de cada una de las grandes cadenas: SER, COPE y Onda Cero, marcan tendencia a la hora de expresar sus opiniones que son auténticos editoriales de difusión masiva, especialmente en las horas del “prime time” radiofónico, de 7.00 a 10.00 de la mañana.
Con todo, el medio radiofónico se ha visto afectado por el fenómeno imparable de los podcasts, hasta el punto de que todas las cadenas han destinado recursos y talento para desarrollar esta nueva vía de comunicación con sus oyentes que es una forma diferente de escuchar los contenidos sonoros.
Para terminar, los medios digitales, tanto los nativos como lo denominados “legacy media”, buscan su sitio y su modelo de negocio con los llamados muros de pago después de haber ofrecido los contenidos de manera gratuita durante mucho tiempo. Una circunstancia que juega en su contra en un ámbito donde hay muchas cabeceras de calidad que tienen abiertas sus páginas a los lectores.
Y todo ello, en medio de las tensiones derivadas de la guerra en Ucrania, la inestable situación económica internacional, la incertidumbre que se vive en todos los ámbitos y los peligros de la desinformación derivados de las “fake news” propagadas con oscuros intereses, comerciales o políticos, de fácil viralización por los circuitos de la Red. En medio de este panorama, resulta inexcusable plantearse un nuevo modelo de comunicación más fiable y sostenible, con respeto y presencia constante del medio ambiente, en tiempos muy complicados donde el papel de los medios resulta más necesario que nunca.
Antonio San José
El Partner de Kreab España reflexiona sobre el nuevo modelo informativo.
Iván Martinic
El editor del diario El Mercurio de Chile reflexiona sobre el nuevo modelo de comunicación sostenible.
¿CÓMO CONSTRUIR UN NUEVO MODELO DE COMUNICACIÓN SOSTENIBLE?
Los medios tradicionales de comunicación, principalmente los periódicos impresos en papel han oído a lo largo de, al menos las tres últimas décadas, terribles sentencias de extinción inmediata, ante el paso vigoroso de otras alternativas informativas llevadas de la mano de la tecnología, al margen de un porcentaje no despreciable atribuible al menor apego progresivo al hábito de arrancar las mañanas, en casa o la oficina, tomando un café y tiñendo los dedos con tinta del diario de preferencia.
Se trataba de un vaticinio cuya lógica no resultaba fácil de desbaratar. La extinción de los rotativos, cual dinosaurios en su momento, se presentaba entonces como un hecho que más temprano que tarde les iba a dar la razón a sus premonitores.
Los nostálgicos de la comunicación convencional estaban obligados inevitablemente a echar mano a cuantos recursos tuvieran a mano para detener la velocidad del avance hacia el precipicio o para enfrentar valientemente la cruda amenaza, en el caso de los más optimistas.
De las opciones empleadas en nuestra América y el mundo, incorporar una web informativa a la propuesta histórica daba ya importantes señales de adaptación a la frescura de los nuevos tiempos. Luego las suscripciones, para comodidad del lector, que tuvo como efecto inmediato -y triste a la vez- la paulatina jubilación laboral de los pregoneros callejeros (canillitas, en estas tierras), en vista de la reducción, estadísticamente demostrada, de los ejemplares diarios circulantes.
Más adelante las empresas más robustas notaron que una franja joven no se informaba leyendo los tabloides impresos como sus padres y abuelos por la sencilla razón de que el ritmo de vida, para mal, ha cambiado, todo fluye con vértigo y en el mismo sentido se comporta la necesidad de recibir información. Era necesario proveer alternativas para el acceso ágil y concreto de los sucesos en curso. Emergieron así las multiplataformas: radio, tv cable o abierta y, fundamentalmente, presencia en las redes sociales, es decir un paquete amplio de ofertas para colmar todo tipo de preferencias.
No todos, lamentablemente, sobrevivieron a la imperiosa necesidad de cambios. Ilustres nombres que marcaron época en distintos países han quedado solo en el recuerdo, aunque no pasa desapercibido en estos días que algunos descendientes que se quedaron con la marca de aquellos bastiones informativos de décadas idas como herencia familiar, han resuelto revivir las mismas, en presentaciones acordes a la época y tal vez hasta con algún beneficio monetario (en el caso de la venta del nombre a terceros), hecho saludable por las oportunidades laborales que ello implica para los trabajadores de la comunicación.
Los que sí lograron evitar la discontinuidad, no le dan respiro a la usina de ideas, para no vacilar un instante y estar siempre listos ante el ritmo de los desafíos que la tecnología sin freno propone. Muchas de ellas están aplicadas (y no vamos a citar aquí todas, obviamente) dentro de espectro comercial, donde mimar al anunciante con la instalación de su marca en varios sitios a la vez y no solo en uno como antaño, seduce y logra el efecto de mantener relaciones antiguas e iniciar nuevas.
Pero todos quienes se iniciaron en la industria de la información el siglo pasado o incluso antes, tienen bien aprendido que toda transformación con visión de futuro que con mayor o menos éxito se haya emprendido está subordinada a un factor excluyente, cual es el de la credibilidad. Sin ella el mayor esfuerzo o la más generosa inversión tendrá el inevitable final del olvido y la extinción.
Que los consumidores busquen en sus páginas, web u otras plataformas la información con aroma a “Fake News” que anda circulando, para establecer con certeza si es real o no, es el indicador Premium no solo de lealtad sino sobre todo de confianza. Quienes lo hayan logrado pueden estar seguros que los dinosaurios de la prensa, vestidos con nuevas prendas, tienen aún larga vida, con olor a tinta o no.
Para otro momento quedará seguramente el análisis de cómo se escriben hoy las noticias respecto a la manera en que lo hacíamos hace un par de décadas. A la pirámide invertida la han puesto en su posición normal dicen algunos. ¿O lo académico y normal era lo anterior? Es lo que plantea el periodismo del siglo XXI.
CÓMO CONSTRUIR UN NUEVO MODELO DE COMUNICACIÓN SOSTENIBLE
Desafiado como nunca, el periodismo debe reconquistar a sus audiencias para convencerlas de que es una actividad que contribuye a una mejor convivencia democrática. Necesita volver a ganar un sitial que tuvo en el pasado, pero que hoy está en cuestión por el constante avance de quienes bajo la supuesta intención de informar buscan, en realidad, imponer sin contrapeso sus propios puntos de vista.
¿Cómo hacerlo? La respuesta no parece sencilla. De hecho, no la tengo. En medio de sus inagotables obligaciones informativas diarias, las redacciones debiesen encontrar un espacio para reflexionar al respecto, de manera permanente, e interactuar con sus audiencias. Es probable que el camino a seguir aparezca antes a partir del debate y la suma de muchos y diversos puntos de vista que como consecuencia de la receta de uno de sus integrantes.
Una base de esa reflexión debería ser cómo reconectar con nuestras audiencias (y las que lo serán en el futuro) en un contexto en el que las sociedades son cada vez más complejas y difíciles de descifrar. Desde luego, el prestigio que otorga el constante trabajo periodístico de calidad y el ejercicio de una honesta autocrítica debiesen ser algunos argumentos para poner sobre la mesa. Pero no los únicos. Necesitamos saber más sobre los distintos públicos que componen nuestras audiencias y sus inquietudes, así como de quienes están fuera de ese ámbito y que hoy, por diferentes razones, no nos otorgan su confianza. Y entender que mucho de ese caudal informativo ya corre por caminos paralelos al del periodismo, y que si no evolucionamos a la par esos caminos se convertirán en autopistas que relegarán nuestro rol al de una ruta secundaria.
Los algoritmos ya están entregando parte de esa información. Pero ¿es suficiente? El hecho de que el periodismo esté bajo severo escrutinio social al mismo tiempo que el mundo ve circular las mayores cantidades de información de su historia es una señal de que se nos exige aún más.
Chile vive un momento clave en este tema. La crisis social que estalló en octubre de 2019, cinco meses antes de la pandemia del covid-19, ya había puesto a prueba al periodismo, con ataques delictuales incluidos. Al igual que la clase política, los medios no detectaron a tiempo los síntomas de una explosión que incluso hoy, tres años después y con un fallido proceso constitucional en el medio, no se ha terminado de comprender. La crisis fue generosa en noticias falsas, y las relativas al coronavirus no hicieron más que aumentar las sospechas de algunos respecto del trabajo de la prensa.
Como respuesta a ese clima de opinión, el gobierno del Presidente Gabriel Boric ha creado una mesa de trabajo en la que junto a tres universidades estatales avanza “en la reflexión, debate y diagnóstico de los derechos asociados a la comunicación e información, y el ecosistema medial chileno”. Con un temario que incluye aspectos sobre los medios de comunicación e interculturalidad, género, educación y ética, así como la regulación del sistema de medios y la definición del derecho a la libertad de expresión y de prensa, la mesa debe producir un informe destinado a “vigorizar las garantías vinculadas al ejercicio del periodismo y los derechos asociados a la comunicación” y a fortalecer el “ecosistema medial”. La Asociación Nacional de la Prensa declinó una reciente invitación a exponer en esa instancia, argumentando que según los estándares internacionales no le corresponde al Gobierno liderar una iniciativa como esa, que podría luego ser usada como base para promover nuevas regulaciones para los medios; que en democracia los medios tienen un rol de control del ejercicio del poder, y que para promover la libertad de prensa las autoridades debiesen trabajar en remover los obstáculos legales y enfrentar la violencia que amenaza la labor periodística. “Señales como estas suelen anteceder a lesiones a la libertad de prensa, según se puede ver en la experiencia de otros países”, añade el gremio.
Tal vez sea hora de volver a la esencia. Hace unos meses, en BBC Mundo, el autor David McGrath Morris recordaba que Joseph Pulitzer, uno de los primeros magnates de la prensa y creador hace más de 100 años del premio que lleva su nombre, tuvo la visión de destacar con este a organizaciones periodísticas -en especial las pequeñas- que se arriesgan a investigar sobre asuntos importantes en sus entornos pese a que ello contraríe los intereses de gobernantes o poderosos. No obstante sus errores y la sensacionalista contienda que libró con su principal competidor, William Randolph Hearst, añade McGrath, Pulitzer “realmente creía que la democracia necesitaba una prensa creíble e independiente para aportar información tanto para los líderes como sus electores”.
Así, cabe recordar el origen de una de las trayectorias periodísticas más influyentes del mundo. Nacido en Hungría, migró a Estados Unidos a los 17 años, enganchado por reclutadores de soldados para la Guerra de Secesión. Terminado el conflicto, trabajó en múltiples oficios, hasta que en 1867, junto a un grupo de trabajadores, fue estafado con un falso anuncio de empleo. Un reportero del Westiche Post, un diario en alemán de San Louis, Missouri, supo del engaño y le pidió a Pulitzer que escribiera una crónica con su experiencia.
Pero el periodismo también debe tener la capacidad de ponerse a la vanguardia y de ese modo seguir sorprendiendo al público y expandiendo las fronteras del conocimiento. Hace solo unas semanas, el 16 de enero, en un evento llamado Congreso del Futuro, asistimos en Santiago de Chile a una entrevista inimaginable: 140 años después de su muerte, el naturalista inglés Charles Darwin charló durante 20 minutos con una periodista a través de un avatar programado con el pensamiento del científico gracias a la inteligencia artificial. Y habló no solo sobre la evolución de las especies u otros aspectos de su obra, sino que proyectó las consecuencias de problemas actuales, como el cambio climático: “Un aumento de 4ºC en la temperatura mundial transformaría completamente el planeta. Hablamos de la extinción de miles de especies, desplazamientos enormes de poblaciones por sequías, hambruna e incertidumbre económica. Realmente es una amenaza existencial para la civilización humana”. Palabra de Darwin.
NADA FÁCIL
No es fácil ser periodista en el Siglo 21. Menos aún si trabajas en un periódico. Y si es en México, la situación es todavía más complicada.
Quizás nunca ha sido fácil ser periodista. Nuestros precursores sufrieron muchas carencias comenzando por la precariedad laboral en el inicio de la industria de la información, riesgos inherentes al oficio al reportar guerras, conflictos, pandemias y, en muchas épocas y países, con el peligro de resultar incómodo para los poderes tanto gubernamentales como fácticos.
Lo cierto es que, a quienes nacimos en algún momento del siglo pasado y decidimos dedicarnos a esta profesión en México, nos ha tocado desarrollar nuestra actividad en medio de una tormenta perfecta compuesta por una mezcla de la precarización del oficio periodístico, el riesgo de perder la vida por el trabajo que realizamos y las fuertes presiones del Gobierno y otros actores del poder público y privado.
La situación se ha tornado especialmente difícil desde la llegada al poder de Andrés Manuel López Obrador quien de manera reiterada y cotidiana arremete contra los periodistas y los medios, los responsabiliza de los grandes males nacionales, afirma que responden a intereses de la derecha y el conservadurismo, los denuesta y agrede provocando un clima de animadversión hacia el oficio de informar que se ha propagado a las redes sociales, al Legislativo y a varios de los gobiernos locales en manos de Morena, el partido en el Poder.
No puede ser una coincidencia que México sea el país que, sin estar en guerra, resultó ser el más peligroso del mundo para ejercer la profesión periodística con 17 periodistas asesinados el año pasado.
Y si esta situación nacional no fuera lo suficientemente compleja, todo lo anterior ocurre en el contexto de una profunda crisis global de la industria periodística por la pérdida de audiencias, la canibalización de la información, la irrupción de las redes sociales y el desplome de los presupuestos dedicados a la publicidad de empresas de todos los ramos.
El pastel publicitario es cada vez más chico y las bocas que hay para alimentar son muchas entre medios tradicionales, medios digitales y medios emergentes, además del dinero que se le paga a los influencers de redes sociales.
En conclusión, el ingreso por concepto de publicidad, que era el más importante para los medios tradicionales ya no alcanza para que todos podamos ganarnos el sustento haciendo periodismo.
La generación de información de calidad, además, no es barata. Los gastos inherentes al ejercicio periodístico son muchos y las plantillas de los medios se han reducido considerablemente justamente porque en el panel de control financiero de una empresa periodística hay solo dos perillas: la de aumentar los ingresos y la de bajar los costos… y la primera está atascada desde hace más de una década.
Y es que somos muchos los que estamos intentando monetizar a través de suscripciones o servicios premium con costo nuestros contenidos periodísticos… por los que ya casi nadie está dispuesto a pagar después de que se acostumbraron a acceder a ellos gratuitamente.
¿Y cómo entonces podemos campear esa tormenta perfecta de adversidades y lograr un nuevo modelo de comunicación sostenible? Es la pregunta no sólo del millón, es la pregunta de los muchos millones y que, hasta donde sé, no han podido responder de manera satisfactoria ni los grandes consorcios de comunicación, ni los pequeños medios locales o de nicho en todo el planeta.
Así como el problema es multifactorial, en Grupo Reforma hemos concluido que la respuesta debe darse de manera simultánea en varias arenas combinando estrategias y acciones que van desde el control de costos hasta la generación de contenidos hechos a la medida de nuestras audiencias y anunciantes, pasando por la revisión y modificación de procesos y la capacitación y recapacitación del personal de nuestras redacciones.
En el centro de esos esfuerzos está la indispensable tarea de recolectar, procesar y convertir en acciones los datos sobre las preferencias y tendencias de consumo periodístico de nuestras audiencias todo el día, todos los días prácticamente en tiempo real.
La recopilación de data a través de software especializado, la creación de fuerzas de tarea dentro de los equipos periodísticos ya existentes para analizarla, desmenuzarla y proponer acciones en consecuencia nos ayuda a entender y atender mejor a nuestras audiencias como parte de un proceso constante de fidelización de nuestros suscriptores, que es uno de nuestros principales objetivos: retener y complacer a quienes ya nos pagan por nuestros productos.
Pero la tarea no se detiene ahí, pues ese mismo ejercicio nos permite hacer planeación estratégica con miras a la consecución del otro gran objetivo: expandir la audiencia y el número de suscriptores con la mira puesta en hacer crecer los ingresos por la venta directa de nuestros contenidos y, de paso, poder presentar a los potenciales anunciantes información dura sobre los públicos objetivos a los que pueden alcanzar con sus mensajes publicitarios.
En conclusión, la situación nacional y global es extremadamente compleja y todo debe hacerse con equipos reducidos con respecto a épocas anteriores: siempre más y cada vez con menos. No es fácil ser periodista en el Siglo 21 pero, pensándolo bien… ¿cuándo lo ha sido?
Alex Castillo
El director editorial del diario La Reforma de México reflexiona sobre el periodismo en la actualidad y en su país.
Rita Vásquez
La directora del diario La Prensa de Panamá reflexiona sobre el dilema de la communicación sostenible.
COMUNICACIÓN SOSTENIBLE, ¿CUÁL ES EL DILEMA?
Con la llegada de la era digital y, en particular, de las redes sociales, es cada vez más complicado captar la atención de las audiencias. Construir un modelo de comunicación sostenible y que, a la vez, sea lo suficientemente atractivo para garantizar la sobrevivencia económica de los medios de comunicación es el gran desafío que hoy se discute en las mesas de trabajo de la mayoría de los medios de comunicación en todo el mundo.
Es que no basta con crear contenidos interesantes. Es imprescindible conocer las audiencias y al lector: saber qué temas son de su interés y sus hábitos, incluso, aquellos de los que no son conscientes. El consumo del contenido editorial debe ser constante, casi una suerte de adicción para el lector. ¿La razón? Con los nuevos modelos de negocios que apuntan al logro del éxito y la sostenibilidad económica es importante convencer a las audiencias de pagar por dicho contenido a través de un modelo de suscripción.
Para lograr estos objetivos, es imperante hacer inversiones considerables en herramientas de inteligencia artificial que produzcan el patrón de comportamiento de las audiencias y así definir –con determinada certeza– qué tipos de contenidos les interesa. En otras palabras, garantizar audiencias.
Una audiencia robusta, diversa y fiel es, sin duda, el primer paso para atraer más publicidad, lograr mayor impacto y relevancia; contar con recursos para contratar periodistas mejor preparados y, consecuentemente, ofrecer contenidos de mayor calidad.
Los principales medios de comunicación del mundo han demostrado que es posible lograr estas metas. Aquel concepto que hasta hace poco era una especie de sacrilegio, ya no es visto de la misma forma. Aquellos que descartaban la idea de pagar por contenidos noticiosos se han dado cuenta del peligro que representa para las democracias que los medios de comunicación, especialmente los independientes, desaparezcan por razones económicas.
En segundo lugar, las audiencias, además de ser cada vez más selectivas en los productos que consumen, también son cada vez más exigentes en la forma en que los quieren recibir. Muchos prefieren el reportaje extenso, abundante en detalles, mientras otros, la versión sucinta, menos compleja, algo semejante a la que se recibe a través de las redes sociales.
Por eso, sin olvidar que también es importante innovar, cumplir las expectativas de las audiencias es fundamental, y para ello es necesario echar mano, no solo las nuevas tecnologías, si no de sistemas que les permita la mejor experiencia como usuario.
A lo largo de estos últimos años se ha intentado de todo para sobrevivir: desde aumentar el precio de los periódicos; la organización de foros y eventos de carácter noticioso, hasta agresivas estrategias para captar suscriptores. Sin embargo, la realidad ha demostrado que, aunque algunas de estas líneas de negocios alternas puedan tener cierto éxito, al final, lo que realmente determina la sostenibilidad económica de un medio es la calidad y la novedad de sus contenidos.
Eso nos lleva, una vez más a los conceptos básicos. Aquellos que visitan nuestras plataformas lo hacen con el ánimo de consumir un contenido veraz, confiable, relevante y de calidad. De lo contario, ¿por qué pagar por algo que se puede conseguir gratuitamente en las redes sociales? Y si las cosas son tan claras, entonces, ¿dónde está el problema? ¿Por qué para algunos medios es tan difícil esta transición? Y más aún, ¿estamos seguros de que este es el camino correcto?
El reto más grande que enfrentamos los medios de comunicación es cómo hacer que nuestro mensaje llegue a cada vez más lectores, que estos, de forma constante, consuman lo que producimos y que les resulte tan necesario como el café matutino. Para algunos, esta tarea es compleja pues requiere de un cambio de “chip”, un cambio de mentalidad que parte desde las salas de redacción y llega hasta los dueños de las corporaciones noticiosas, que, al final, son los que deberán hacer las inversiones que se necesitarán.
Una vez superado este primer escollo, lo siguiente requiere de un continúo ensayo y error. Es que no hay una receta patentada para cada medio ni para cada sociedad. Esto requiere paciencia, voluntad y perseverancia. Y, finalmente, una vez identificada la ruta a seguir, es importante saber escuchar. Con esto me refiero a aquellos que entienden ese nuevo lenguaje derivado del uso de nuevas tecnologías: SEO, UX Design y analitics. O sea, los más jóvenes.
Y esto me lleva a la conclusión. Una comunicación eficaz y sostenible requiere identificar a quién va dirigida, incluso, a quiénes no. Y son, precisamente, estos últimos en los que tendríamos que enfocar nuestros esfuerzos. Para lograrlo, una vez más regresamos a la base del periodismo: contenido, contenido y contenido.
¿CÓMO CONSTRUIR UN NUEVO MODELO DE COMUNICACIÓN SOSTENIBLE?
Un mar de confusión recorre hoy a la sociedad colombiana. El tropel de información que se genera cada día, más que aclarar, termina por generar zozobra, desconfianza y angustia entre los ciudadanos. Los medios de comunicación que nos hacemos llamar tradicionales, nos vemos embestidos ante esta nueva ola de llamados “generadores de contenido”, que aupados por internet y las redes sociales, no requieren filtro alguno para difundir sus verdades o mentiras.
No se trata solo de ciudadanos comunes. Para el caso, se entiende que la gente habla como piensa y que en ese sentido las nuevas plataformas tecnológicas lo único que han hecho es entregar un megáfono a comunidades que antes se sentían ausentes del debate público. Me refiero a los efectos devastadores que otros actores de la comunicación moderna están generando con propósitos bien distintos: influenciadores, bots, fake news y las mismas redes sociales. Y ahora, según medios como El País o The New York Times, tenemos que dar la bienvenida a ChatGPT, un sistema que a base de IA promete reemplazar la capacidad creadora de los seres humanos para construir textos con base en palabras clave que se le otorgan.
Las consecuencias que fenómenos de este tipo han generado y siguen generando en América Latina y, particularmente en Colombia, son a mi juicio devastadoras. Hace poco se denunció en mi país sobre cómo bots informáticos rusos pudieron incidir en las recientes elecciones presidenciales que pusieron por primera vez en la presidencia de la República a un gobernante de extrema izquierda. Las tensiones derivadas de una información cargada de epítetos, injurias y calumnias, recorren el continente sin tregua, y por primera vez en décadas, los cimientos de democracias estables se ven seriamente vulnerados por aquello que antes era una virtud: la buena comunicación, la seriedad de la prensa y el reconocimiento de sus periodistas.
La consecuencia más evidente se refleja en el alto grado de polarización y división política que se vive en los países de esta parte del mundo. En las elecciones de Argentina, Perú, Chile, Colombia y Brasil, ocurridas en el último lustro, prácticamente han dividido en dos sus respectivas democracias y, por lo visto hasta el momento, ello solo ha contribuido a una inestabilidad política, social y económica como pocas veces se había experimentado. Y hay que ser claros: los medios también han jugado un papel clave, bien por sus inclinaciones marcadamente a favor o en contra de un candidato, o por su silencio complaciente con causas políticas.
De ahí que no sea extraño que en los sondeos de opinión sobre la favorabilidad de las instituciones del país, en el caso colombiano, los medios estemos bordeando límites de desconfianza que no experimentábamos años atrás. Si antes la iglesia, las fuerzas militares y los medios gozábamos de entera credibilidad y confianza, hoy ese rótulo es para otros.
¿Y cuál ha sido la actitud de la prensa ante semejantes embates? Mucho me temo que ante la crisis que desató la irrupción de nuevas tecnologías, buena parte de los medios concentraron sus esfuerzos en encontrar salvavidas para el negocio, pero no para el oficio. Intentaron hallar fórmulas que les permitiera seguir siendo no solo faros de poder sino empresas con buenos balances al final del día, y por ese camino, la razón de ser del periodismo pasó a un segundo plano. Los que no resistieron, simplemente dijeron adiós tras décadas de trabajo o se insertaron en el mundo digital y desde allí tratan de encontrar en las suscripciones digitales la orilla segura. Los que hemos aguantado, procuramos reparar las bases que nos permitan seguir en pie. Y ello pasa por el reconocimiento de una nueva realidad que no tendrá retorno y la responsabilidad por hacer que el periodismo salve al periodismo.
Sí es posible construir un nuevo modelo de comunicación sostenible. Ante una sociedad que se debate por ideologías y nuevas causas, poniendo en riesgo los fundamentos democráticos, el periodismo puede resurgir como aportante de una nueva dinámica: la de volver a los principios de credibilidad y sensatez, aprovechando para ello el sinnúmero de recursos que hoy existen. Volver por la senda de un lenguaje que ayude a construir una nueva narrativa en pro de la tolerancia y el entendimiento; de explicación y análisis; de confrontación de hechos y voces diversas; de asimilar las nuevas angustias de la gente y ponerlas de presente; de defender el último bastión de democracia que nos queda, todo eso es posible.
Hay que entender que las palabras importan. Que las formas del periodismo importan. Que las alianzas son hoy más necesarias que nunca. Que los contextos entre dos mundos aparentemente distintos, como Europa y América Latina, en realidad no son tan disímiles. Que las nuevas generaciones de comunicadores poseen valores y habilidades que pueden ayudar a generar un nuevo modelo de comunicación sostenible, esto es, que pueden hacer del periodismo un canalizador de las nuevas demandas ciudadanas, en donde temas como educación, sostenibilidad, género, familia, jóvenes, minorías, puedan ser tratados con altura y sin apasionamientos, con la responsabilidad que ellos requieren.
En últimas, no estoy proponiendo nada distinto a ampliar la mirada del oficio y, más que seguir cuestionando los nuevos surgimientos y formas de concebir lo que hacemos, aprovecharnos de ellos para encontrar un espacio en donde la responsabilidad y la empatía, sigan siendo el norte que nos guíe.
ERNESTO CORTES
El editor general del Grupo El Tiempo en Colombia reflexiona sobre el exceso de información que se mueve en Colombia.
GABRIEL CAZENAVE
El secretario de redacción del diario ABC Color de Paraguay reflexiona sobre el nuevo modelo de comunicación.
Maciej Stasinski
El editor jefe de Internacional de la Gazeta Wyborcza reflexiona sobre la comunicación sostenible como el nuevo modelo de comunicación.
EL PODER Y LA MENTIRA
POLONIA Y EL NUEVO MODELO DE COMUNICACIÓN
Quienes salimos de las dictaduras pensabamos que la libertad tiene que traer inevitablemente la verdad porque las mentiras florecen solo bajo tiranias.
Pero mas alla de la propaganda institucional de un regimen autoritario que promueve la mentira, la falsedad florece espontaneamente por la ignorancia/supersticion/sospecha. Siempre hay gente se la cree o se lo quiere creer.
Un nuevo modelo de comunicacion para llegar a lectores jovenes se requiere en Polonia al igual que en otros paises porque el poder de las redes y la crisis de medios impresos pegan igual aqui que en otras partes. Y las redes sociales actuan como una potente caja de resonancia y vehiculo transmisor vertiginoso de cualquier bulo. Y la mentira es lo que el periodismo tiene que combatir siempre y en todas partes.
El diario Gazeta Wyborcza ha enfrentado el reto y ha conseguido superar 300 mil suscripciones digitales que si bien no compensan los ingresos de la edicion en papel anos atras, si consiguen captar a nuevos lectores. Buena parte de la opinion publica se ha dejado convencer que debe pagar por la informacion creible, investigacion y analisis. Otros sitios web de periodismo tambien lo consiguen.
Sin embargo, a diferencia de algunos paises, como Brasil, la amenaza que los bulos, mentiras e interesadas falsedades representan para la democracia, no viene principalmente de las redes sociales, sino de los medios publicos (TV y radio) en manos de un regimen autoritario.
Su sistematica desinformacion y discurso de odio desde hace 7 anos viene inundando la plaza publica y permite al regimen mantenerse en el poder. La propaganda construye una autentica “verdad alternativa” que mantiene atrapada a una parte del publico que no busca fuentes alternativas o desconfia de ellas.
Gazeta Wyborcza y el canal TVN24 han venido catalogando -- al igual que NYTimes en EE.UU. durante la presidencia de Donald Trump -- las falsedades del poder. El “fact checking” ha devenido un apartado obligado del periodismo independiente.
Para poder apreciar el desafio que supone el maremagnum de las mentiras, he aqui un solo ejemplo:
La catastrofe aerea 2010, en la que murieron 99 personas al estrellarse un avion del gobierno en la ciudad rusa de Smolensk con una delegacion oficial a bordo. Fue convertida en la Gran Mentira fundacional del regimen nacionalista.
El informe de la comision especial del gobierno en 2011 establecio con impecable rigor que habia sido un accidente causado por errores de los pilotos, la prepotencia de algunos “importantes” pasajeros y unas condiciones meteorologicas que obligaban a no aterrizar.
Pero la oposicion nacionalista entonces, y el gobierno nacionalista despues, censuraron el informe oficial e inventaron un atentado terrorista supuestamente perpetrado por Rusia en connivencia con el gobierno liberal.
Los medios independientes, que no han cesado de desmenuzar la Gran Mentira en una sostenida y detallada labor de “fact chcecking”, no han conseguido convencer la opinion publica. (El reciente reportaje del canal TVN24 de Piotr Świeczek titulado “Fuerza de la mentira”, fue premiado con el mas imporante galardon Grand Press 2022.)
El gobierno “ha ratificado” la Gran Mentira sin aportar ni sombra de prueba una considerable parte de la opinion publica sigue creyendola.
No fueron las plataformas sociales que difundieron el Gran Bulo porque “se vendiera bien”. Fue la artilleria pesada disparada desde los medios publicos que ha contaminado las mentes y ha engando la opinion publica. Hoy lo mantiene viva la guerra de Rusia contra Ucrania con el estribillo “?Ves? Rusia es capaz de todo”.
El Consejo Nacional Audiovisual pretende denunciar la TVN24 por "divulgar informacion y acciones falsas contrarias a los intereses nacionales y amenazando la seguridad publica”.
La verdad no triunfado por si sola. No fue suficiente exponerla en la plaza publica.
¿Por que? Porque en la opinion publica subsisten la sospecha y las teorias de la conspiracion. La desconfianza de quienes quieren creer en una ficcion y vivir en una realidad virtual alternativa.
La democracia permite combatir la mentira con informacion veridica y creible, pero no garantiza el exito de la empresa. El nuevo modelo de comunicacion se necesita sobre todo para hacer llegar la verdad al mayor numero de lectores o videntes.
Porque la desinformacion sistematica, sea por redes sociales, sea a traves de los medios tradicionales, no solo es un vehiculo para propagar falsedades y mitos, sino tambien un arma eficaz para conquistar y ejercer el poder. En manos de gobiernos autoritarios se convierte en amenaza mortal para la democracia y la libertad mismas.
Los autocratas de todos los paises se unen en un fraternal abrazo: Donald Trump, Jair Bolsonaro y Jaroslaw Kaczynski.
BRASIL Y LA BÚSQUEDA POR UN MODELO SOSTENIBLE PARA LA COMUNICACIÓN
En las elecciones del 2018, cuando Jair Bolsonaro llegó al poder, el nuevo presidente dijo que quería um mundo en que no existiera el periódico en que trabajo.
Pues bien, lo que ya no existe ahora mismo es su gobierno. Folha de S.Paulo sigue haciendo su trabajo en el debate público brasileño, como lo ha hecho en los últimos 102 anõs.
Pero estos hechos están lejos de contar toda la historia. La verdad es que el ambiente para la comunicación ha empeorado muchísimo desde entonces en Brasil.
Las amenazas al trabajo periodístico suelen ser cada vez más frecuentes. No sólo virtuales, pero igualmente físicas, como se ha notado una vez más en el triste episodio del 8 de enero último, cuando las sedes de los tres Poderes en Brasília fueron invadidas.
La pandemia parece haber creado un fenómeno de fastidio de información. Una investigación del instituto Reuters ha apuntado que Brasil está entre los países en los que más gente se dice cansada de ver las notícias.
Las llamadas fake news han ganado una indiscutible fuerza en el debate público. Mucha gente las cree, punto.
Las reacciones a esa amenaza no sólo han sido poco eficientes como han abierto camino para nuevos problemas. La Justicia brasileña se ha arrollado el poder de decir qué es la verdad y censurar medios de comunicación, con errores evidentes. Aún peor, el nuevo gobierno intenta algo en el mismo camino, por medio de una nueva legislación. El debate de como enfrentar ese problema ha entrado en un terreno muy peligroso con respecto a la libertad de expresión, y eso no suele acabar bien.
Ese es un resúmen del escenario actual. Pesimista, por supuesto. Pero esa profesión guarda motivos de optimismo aun más fuertes que la coyuntura pueda ofrecer. Como dice un antiguo compañero, el periodismo es como las cucarachas: los dos no van a desaparecer ni después de un ataque nuclear.
Esa creencia no está basada en una profesión de fé suelta en el aire, sino en la conclusión evidente que los seres humanos necesitan el periodismo para vivir en una sociedad desarrollada.
Ese es el mensaje que necesitamos hacer llegar a las personas con limpidez y estridencia. Y es importante que quede claro también que el periodismo profesional no es barato y necesita financiarse de manera transparente y digna para que ocupe su papel en una democracia. Vale notar que aquí y allí aparecen medios sostenidos por fondos de actores con intereses muy específicos, no siempre convergentes con el interés público. Además, periodismo es una parte, pequeña, del universo de la comunicación, y muchos no lo entienden.
El periodismo que más contribución pueda dar a la sociedad será el que mantenga su independencia editorial, y para eso la independencia financiera es condición sine qua non. En eso creemos con firmeza. El cambio del modelo basado sobre todo en la publicidad para un modelo que obtiene la mayoría de sus recursos directamente de quien consume el contenido es una realidad en todo el planeta. Eso nos es una novedad para los medios —fue así en el siglo 19— y es buena noticia para el periodismo, por permitirle buscar bases más difusas de financiación, sin que eso signifique, por supuesto, cualquier incapacidad de los medios en impulsar mensajes publicitarios.
Pido permiso para contar un poquito de como se ha pasado esa historia en Folha de S.Paulo. Nosotros fuimos los primeros en Brasil en adoptar el muro de pago poroso, en el 2012. Mucha gente, incluso dentro del periódico, veía la estrategia como una locura. Pues 11 años después, más de 85% de nuestros suscriptores son pagantes del medio digital.
El llamado paywall no es nada sin el respeto a los derechos de propiedad intelectual. Somos muy actuantes en la defensa del contenido que producimos, con muchas victorias en contra de su uso sin contrapartida por agentes públicos, clippings y, como no, plataformas de tecnología.
Hablando de ellas, las discusiones acerca de un modelo sostenible en la relación de las gigantes de IT con los medios han caminado mucho en los últimos años y probablemente seguirán evolucionando hacia un modelo que sea sostenible para todos los actores, y también estable.
Esas conversaciones más y más se mezclarán al debate que agrega los agentes públicos, tanto por la esfera de financiación del periodismo como por el reto de enfrentar a las fake news.
Si incluso algunos de esos agentes públicos, como se diseña ahora en Brasil, no estén al lado claramente de la libertad de expresión y de la prensa libre, nos resultará un esfuerzo aún más grande para explicar la importancia del labor que hacemos. No pasa nada hacer ese esfuerzo. Los ataques tan duros de los últimos años han tenido un efecto positivo en nuestra piel, y, así como las cucarachas, nos sentimos listos para cualquier tipo de batalla en los próximos años.
ROBERTO DIAS
El director editorial del Grupo Folha de Sao Paulo en Brasil reflexiona sobre cómo ha mimetizado su país el modelo sostenible de comunicación
RITA FATIGUSO
La redactora de Il Sole 24 Ore en Italia, reflexiona sobre el desarrollo de la comunicación sostenible
LA FORMACIÓN COMO CONDICIÓN ESENCIAL PARA EL DESARROLLO SOSTENIBLE DE LA COMUNICACIÓN
La democracia es un bien frágil, se la puede conquistar, pero también se la puede perder. Hoy los sistemas democráticos están constantemente sujetos a tensiones que corren el riesgo de transformarlos en oligarquías.
La democracia sólo puede arraigarse en presencia de un sistema electoral con sufragio universal, con ciudadanos interesados en el destino de su país e informados sobre lo que sucede en el mundo político, económico y jurídico.
Este último elemento ha sido garantizado, en los últimos siglos, por los medios de comunicación: primero por los periódicos, luego por la radio y sucesivamente por la televisión, que han animado un espacio público en el que es posible discutir, criticar, proponer las opciones adoptadas por el sistema político.
Esto actualmente ya no es sostenible desde el punto de vista económico y financiero. Además, falta cultura sobre los nuevos medios de comunicación y sobre el impacto en las nuevas generaciones, es decir, se está creando un abismo entre las editoriales de antaño y los nuevos lectores que exige una adecuada formación por parte de quienes los suministran y quienes utilizan la información.
El ecosistema digital se ha impuesto definitivamente y es implanteable sobrevivir sin una estrategia. Para su transformación digital, no basta con que un medio instale equipos y software de última generación o estrene una página web. Esta acción supone ante todo, actitud, decision, compromiso, formación y continuidad por parte de todo el equipo: Los encargados de la gestión, los periodistas y los comerciales. Se debe entender y asumir que las audiencias han cambiado y que el modelo de negocios es otro, sin que esto signifique que necesariamente lo impreso desaparece.
También en Italia, la crisis editorial, inducida por internet y la dificultad de encontrar un modelo de negocio eficaz, amenaza con restringir el espacio colectivo de elaboración, aumentando la distancia entre la verdadera realidad y la gestión del poder.
Incluso en Italia los quioscos que venden periódicos están cerrando, las agencias de noticias y los medios impresos tradicionales están en crisis.
Además, en nuestro país se ha abierto un abismo entre los viejos periodistas garantizados - la casta -, y los nuevos precarios, sin protección, los jinetes de las noticias. Esta precariedad aumenta el riesgo de brindar información no certificada y escrutada a la luz de la necesaria profesionalidad.
En Italia, el contrato colectivo nacional para la categoría no ha sido renovado desde el lejano año 2016. La información básica está cada vez más compuesta por comunicados de prensa oficiales institucionales o de las empresas o de las pocas entidades dotadas de una oficina de prensa adecuada. Sin lugar a dudas que en las mesas de negociaciones no puede faltar la voz de los últimos llegados.
Un amigo ex periodista que ahora es jefe de una importante agencia de comunicación me dijo: “Hemos crecido mucho porque hemos ocupado los espacios que dejan ustedes los periodistas”, agrego, que si no recuperamos esos espacios, nuestro futuro es el mismo que el de los dinosaurios.
A veces lo único que le queda a los informativos televisivos es relanzar material que ya está preparado o circulando. La “Red” es un Lejano Oeste invadido por información cada vez más personalizada gracias a la inteligencia artificial, y no siempre verdaderas, en muchas ocasiones al servicio del marketing corporativo o político.
Una solución obligada radica en la formación de los recién llegados que gira básicamente en torno a las reglas del oficio que siempre han estado vigentes. Aquellas que permiten a cualquier persona que busque noticias tanto en internet como en la calle adquirir herramientas de análisis y decodificación. Para ejercer el deber de información y crítica que caracterizan la labor editorial.
Incluso en Italia, el impacto de Tik Tok es muy fuerte en las nuevas generaciones, mucho más que Twitter o Instagram. La aplicación china más extendida en Occidente es ahora la principal fuente de información para las generaciones más jóvenes que no leen periódicos, no ven televisión, y cada vez utilizan menos Facebook porque requiere demasiado esfuerzo para mantener activas las relaciones. Quienes comunican deben estar adecuadamente formados e informados sobre estos nuevos métodos de comunicación, para continuar garantizando la transparencia. Las empresas tradicionales necesitan tomar nota del cambio y evitar ser completamente desplazadas por estos fenómenos. Actualmente, se han realizado intentos para replicar la fórmula en papel en la web, no han sido suficientes, se necesita mucho más esfuerzo para ponerse al día con los nuevos tiempos. No hay tiempo.
Ser realista, en esta fase de transición, es lo mínimo que se puede hacer y no debemos olvidar que “el proceso de comunicación opera de acuerdo con la estructura, la cultura, la organización y la tecnología de la información de una determinada sociedad” (Castells, 2009. Comunicación y poder. Madrid: Alianza editorial).
GERARDO BERROA
El director de La Estrella de Panamá, reflexiona sobre el nuevo modelo de comunicación sostenible
¿CÓMO CONSTRUIR UN NUEVO MODELO DE COMUNICACIÓN SOSTENIBLE?
El mundo de la comunicación ha cambiado dramáticamente. Hace solo unos años, la prensa tradicional imponía su poder. Desde un ciudadano común, hasta los gobiernos más fuertes se rendían a su majestad. Hoy, empero, la prensa tradicional ha recibido una estocada mortal. No será uno ni dos, sino muchos medios tradicionales que tienen los días contados en el mundo. Se impone un nuevo modelo de comunicación, pero hacerlo sostenible es la gran incógnita.
Los hábitos de las personas han cambiado dramáticamente. Aunque el periodismo siga intacto, lograr enganchar a una pléyade de lectores, televidentes o radioescuchas es lo difícil. Hay varios factores que se imponen. Quizás una combinación entre lo que había y lo novedoso, sería la fórmula. Son muy pocos medios a los que les está yendo bien, luego de la irrupción de las redes sociales que cambiaron los hábitos sobre cómo informarse de las personas.
Sin embargo, debo reconocer que la revolución digital ha traído consigo un interesante panorama. Las redes sociales inundan a la sociedad con información de todo tipo y ese lector, televidente o radioescucha, ya no yo necesita de los grandes medios para estar enterado sobre cualquier cosa que pase en el mundo. El dilema es cómo recuperarlo, cómo volverlo a encantar y tenerlo para poder facturar y mantener la estructura, con periodistas y demás personal bien remunerado.
Los medios dependían de la publicidad como sustento del negocio. Ya no es tan así, porque los anunciantes tienen ya sus propias estrategias publicitarias y las manejan desde sus propias redes. Tienen un contacto directo con sus clientes. Les envían sus catálogos de ofertas a su teléfono personal, etc. En pocas palabras, tienen sus propias redes de distribución.
Esa situación nos lleva a que los que estamos en el negocio de los medios, estemos obligados a buscar otras alternativas para hacer sostenible la esta empresa y es aquí donde aparece la fórmula que podría ser la clave, porque ya varios medios la están usando y empiezan a ver los frutos.
Tener a una persona cautiva, es sinónimo de ofrecerle algo exclusivo. En nuestro mundo de la comunicación, es darle información exclusiva, que lo ayude a contextualizar todo ese cúmulo de información que recibe. Esa contextualización es valiosa para las personas al punto que están dispuestas a pagar por ella, porque esa información es la que los ayuda a tomar decisiones.
Muchos medios escritos en el mundo, dependen ya más de su suscripción que de la publicidad. Y esa es quizás la mejor manera de hacer sostenible a un medio.
No me manejo en la radio o en la televisión, sino en los medios escritos, pero pienso que es el mismo esquema adoptado cada cual a su manera. Lo importante es tener credibilidad para hacer ese nicho de clientes que a su vez le darán la sostenibilidad al medio.
Otra alternativa para la sostenibilidad de los medios es que la empresa no dependa solo de una actividad y es conveniente diversificar el negocio para que la carga operativa sea distribuida. La sociedad requiere de información valiosa para tomar decisiones. Eso no ha cambiado. Lo que ocurre hoy es que la cantidad de información que recibe una persona es tan grande que le impide ver con claridad lo que ocurre. Si a esto añadimos que mucha de esta información es información manipulada o falsa, con más razón debemos los medios darle una alternativa creíble para ayudarla a que pueda discernir en este aspecto.
La información es una necesidad y los medios tradicionales tienen un recorrido que les permite tener algo tan valioso como la credibilidad y por eso la gente los sigue. Es triste cuando un medio bien establecido termina sucumbiendo en el fracaso, porque no supo transformar y adecuar el negocio en lo que exigen los nuevos tiempos.
Hoy la gente quiere información precisa, pero que le llegue de forma más cómoda y rápida. Esa es la clave. Los medios debemos tener la capacidad para satisfacer esa necesidad, en lugar de ser los arrogantes. Necesitamos de las personas y si queremos que las personas nos necesiten, entonces tenemos que darle lo que ellos quieren.
En conclusión, para hacer un medio sostenible en estos nuevos tiempos, tres aspectos son la clave: saber entender la necesidad de nuestros lectores, televidentes o radioescuchas; darle información exclusiva y creíble, que lo ayude a contextualizar la realidad del momento y, diversificar la empresa, que no dependa solo de un único negocio.
Son tiempos de transformación y el que no aprende a tener esa lectura está condenado al fracaso. Es lo que tenemos y es la realidad.
CARMEN SANTORO
La editora adjunta de Radio RAI en Italia, reflexiona sobre el nuevo modelo de comunicación sostenible
CÓMO CONSTRUIR UN MODELO DE COMUNICACIÓN SOSTENIBLE
Estar presente allí donde se producen los hechos
Hace ahora exactamente un año, la guerra en Ucrania estaba a punto de estallar. Treinta años después del conflicto de los Balcanes, la guerra volvía de nuevo a las puertas de Europa. La opinión pública italiana lo sintió inevitablemente más cerca que otros conflictos en partes más remotas del mundo. Lo que lo hizo aún más cercano y aterrador fue el miedo a los accidentes nucleares en las centrales, repetidamente atacadas, y el temor a una escalada.
¿Cómo contar la historia? ¿Qué imágenes utilizar? Un nuevo reto para el servicio público, después de la pandemia. Una vez más había que informar, ser fiable, autorizado, rápido. Un reto cada vez más complicado en tiempos de redes sociales.
En los primeros días de la guerra, seguí de cerca algunos canales de Telegram. Me despertaba por la mañana con imágenes fuertes y devastadoras. Pero lo que me perturbaba ante aquellas imágenes no era sólo la brutalidad de lo que estaba viendo, sino también la imposibilidad de comprobar su origen y veracidad.
Ver a un hombre atado a un poste y torturado, a otro ahorcado, cadáveres en la calle... ciertamente daba cuenta de la atrocidad de la guerra, pero sin la "marca" de un periodista de confianza, el riesgo de noticias falsas, de "bulos", era alto. Al igual que el riesgo de que algunas de estas imágenes fueran difundidas en los canales sociales por la propaganda. Lo cierto es que esos documentos audiovisuales, por muy sólidos que fueran, eran intransmisibles e inutilizables.
Obviamente, las emisoras más autorizadas, como la emisora para la que trabajo, no tardaron en percibir la necesidad de cubrir la guerra con corresponsales destacados en diversas partes del territorio. Informar de los horrores desde varios ángulos, sin velos, evitando distorsiones. Y no nos limitamos a informar sobre Ucrania, sino que también documentamos la reacción en Rusia, desde la red pro-Putin hasta la opinión pública que salió a la calle contra la guerra, desafiando la represión y arriesgándose a ser detenida.
Nuestra elección, una vez más, fue estar allí y contar la historia. Y el 7 de marzo de hace un año, la RAI decidió retransmitir todas las ediciones principales desde Lviv, a pesar de las dificultades y los riesgos, para dar una señal de cercanía al pueblo ucraniano. Estar presente allí donde suceden las cosas es un requisito previo para una información sostenible.
No ceder al sensacionalismo
Las dudas sobre la fiabilidad del material que se recibe no son sólo inherentes al conflicto. Hace poco fue detenido en Italia un capo de la mafia que llevaba 30 años huido. Tras su captura, circularon vídeos y documentos de audio con testimonios de personas que dicen haberle conocido y frecuentado, relatando detalles más o menos interesantes. También en este caso cuestionamos la veracidad de los testimonios. Por ejemplo, uno de nuestros corresponsales nos envió, para nuestra consideración, el audio de whatsapp de una mujer que afirmaba haber estado con el jefe durante mucho tiempo, junto con sus amigas. Contó episodios, reuniones, veladas. Un documento que, aunque intrigante, no habría aportado nada a la información. No sólo eso, sino que, al examinarla más de cerca, nos pareció una falsificación.
Si hubiéramos cedido al sensacionalismo difundiendo ese documento sonoro, habríamos engañado a nuestros oyentes. Habríamos traicionado "el pacto de confianza" ofreciéndoles un testimonio cuya autenticidad no habríamos podido probar.
El deber, a veces, de tomar partido
Una situación similar se había producido durante la pandemia. Ciertos médicos daban consejos sobre fármacos y remedios para curar el virus. Y entonces estalló la campaña sobre los riesgos de las vacunas.
En ambos casos optamos por dar espacio sólo a la ciencia. Nuestra línea fue inmediatamente pro-vacunas, porque más allá de algunos riesgos más o menos aceptables, las vacunas eran la única forma de volver a la normalidad. Esto no nos impidió informar sobre casos de muertes sospechosas relacionadas con las vacunas. Porque las noticias nunca deben censurarse, sino contextualizarse y no generalizarse.
Dudas por investigar
Por tanto, la información sostenible debe huir siempre de esas tesis anticientíficas (no a la campaña de vacunación) o conspiranoicas que a menudo abundan en las redes sociales, pero al mismo tiempo no debe borrar las dudas y las preguntas. Por el contrario, especialmente en los programas de investigación, siempre conviene empezar con una pregunta. Y dar respuestas mediante datos fiables y opiniones autorizadas.
La narrativa política
La narración de la política merece un debate aparte. Una cadena pública tiene el deber de dar un espacio adecuado a las distintas partes. Espacios que también están previstos y regulados por las normas de par condicio que tienen en cuenta la representación en el Parlamento.
Lucha contra la infoxicación
En los últimos años, nos hemos visto abrumados por la infoxicación, es decir, el exceso de información con la consiguiente incapacidad para centrarnos en información específica o profundizar en los datos debido al bombardeo continuo.
Un fenómeno atribuible al acceso generalizado al mundo online, los perfiles en redes sociales, las plataformas digitales y el uso de diversos dispositivos digitales. También en este caso, los periodistas de los medios tradicionales hemos tenido que relacionarnos con los medios digitales.
La infoxicación genera desinformación, lo que significa que un individuo en lugar de estar al día sobre un tema, debido a la avalancha de noticias y datos, ya no sabe lo que está pasando. De hecho, la avalancha de noticias, sin herramientas adecuadas para frenarla, crea confusión.
La infoxicación no sólo alimenta las noticias falsas, sino que también es una fuente de estrés provocado por el exceso de datos e información.
Los periodistas estamos llamados a combatir la infoxicación y las fake news, a asumir el escaso tiempo disponible para profundizar en una noticia, teniendo en cuenta la avalancha de datos que pueden llegar sobre un mismo tema en cuestión de segundos a través de la web. Nuestro deber ahora es, por tanto, comprobar las fuentes cada vez con más cuidado, elegir los canales de referencia (agencias de prensa, páginas web institucionales o de asociaciones fiables) a partir de los cuales extrapolar los datos.
Pacto con los lectores/oyentes
Si nuestros lectores y oyentes deben confiar en nosotros, con mayor razón debemos confiar en nuestras fuentes y en los canales de los que extrapolamos la información. La velocidad nunca debe ser sinónimo de aproximación. La primicia siempre es deseable, el sensacionalismo nunca.
MANUEL SÁNCHEZ HURTADO
El director de Prestomedia Grupo en Italia, reflexiona sobre el periodismo lento para construir un nuevo modelo de comunicación sostenible.
LA REIVINDICACIÓN DEL PERIODISMO LENTO/SLOW JOURNALISM, PARA CONSTRUIR UN NUEVO MODELO DE COMUNICACIÓN SOSTENIBLE
Establecer una estrategia de comunicación sostenible es un paso clave para construir un nuevo modelo de comunicación, utilizando las herramientas adecuadas a esa forma de informar. El objetivo, a medio y largo plazo, es establecer una cultura periodistica regida por el respeto, la transparencia y la responsabilidad. Esa nueva cultura favorecerá la puesta en marcha de una infraestructura sostenible, es decir eficiente, segura y con la tecnología adecuada.
Pero por encima de todo el factor clave para construir un nuovo modelo es el tiempo. O mejor dicho, la consideración que tenemos del tiempo nuestro y del público, en una coyuntura en la que está arrinconado por la precariedad y la velocidad que impone el mercado.
En defintiva, se puede construir un nuevo modelo de comunicacion sostenible si se trabaja en un periodismo lento, basado en una relación directa y bidireccional con los lectores, los oyentes, los televidentes. En este periodismo, el tiempo es la única y verdadera riqueza. De ahi se desprenderán - y acompañaran a ese valor fundante - la confianza, la honradez, la gratitud, la responsabilidad, y en definitiva una actitud ética sólida.
El periodismo lento es una respuesta a la hiperaceleración del mundo en las noticias, tanto desde el punto de vista de los productores como de los consumidores. Es una forma de periodismo que reivindica la necesidad de "tomarse su tiempo", que subyace tanto en la fórmula del periodismo de investigación como en las otras formas de informar como el nuevo periodismo o el periodismo literario. Pero es sobre todo un enfoque, inspirado en la fórmula "bueno, limpio y justo" del movimiento slow food.
Por "buena" se entendería una búsqueda minuciosa de información relevante para una sociedad concreta. Estaría bien producido y "beneficiaría a la cultura" por su característica de calidad. El periodismo "limpio" sería ético y no corrompería ni abusaría de las comunidades en las que se practica. Evitaría los estereotipos y "apoyaría la sostenibilidad de los ecosistemas y los medios de subsistencia, la justicia social y desarrollaría el sentido del destino compartido de una comunidad". Por último, "justo" haría referencia a un periodismo solidario, que pusiera los medios de comunicación al alcance de la comunidad y garantizara unas condiciones de trabajo no explotadoras.
Puede parecer un modelo demasiado ideal, pero ya hay periódicos que llevan varios años haciendo ese tipo de informacion. Los ejemplos más famosos son el periódico holandés De Correspondent, el inglés Delayed Gratification y el danés Zetland. En el panorama italiano existen algunos ejemplos comparables al modelo "lento": Valigia Blu e Internazionale sobre todo. En España existe Jot Down Cultural Magazine.
Desde el punto de vista de la producción de noticias, esto significa aspirar a un periodismo que sea preciso, verificable y rastreable por los consumidores, ya que se inspira en principios de transparencia, relevante para una comunidad concreta, producido en un espacio independiente o alternativo y colaborativo. Desde la perspectiva del consumo de noticias, significa adquirir el papel de consumidores críticos, capaces, entre otras cosas, de cuestionar las noticias que prometen soluciones sencillas a problemas complejos, de desconectar los canales de todo-noticias siempre que sea posible, de comprar parte de las noticias que uno consume y de ejercer, en defintiva, la libertad de expresión.
Pero ¿cómo es compatible el modelo "lento" con un mundo que corre cada vez más rápido? ¿Por qué merece la pena? Tenemos que encontrar tiempo para bajar el ritmo, como editore y como consumidores. O ni siquiera sabremos lo que nos estamos perdiendo.
¿Cómo se explicaría esta necesidad a un redactor jefe que quiere contenidos, contenidos, contenidos en un bucle continuo?
La idea que subyace al movimiento slow news es que tenemos que cuestionar ese modelo de hacer información. Es algo que también se hace desde el sistema de noticias. Y una de las formas de cuestionar ese modelo es, para quienes son productores/editores de información, admitir que los consumidores están al límite de su capacidad de atención. Lo cual es un problema a ambos lados del mostrador: las noticias se producen en un ciclo continuo que no consigue captar la atención de una audiencia que está desbordada.
Año tras año, se ve que muchas mas gente no lee los periódicos, no ve las noticias en la televisión, no escucha las noticias en la radio. Y así es en todo el mundo, y en todo el mundo los redactores jefe, y los editores y más aún los redactores, tienen el problema de cómo captar la atención del público.
Si pudiéramos frenar un poco, diferenciarnos de la mezcolanza de información que por tantas razones les es ajena, quizá podríamos captar su atención.
El periodismo lento es, sin duda, periodismo de calidad. Sin embargo, ¿significa esto también que puede convertirse en periodismo "de lujo"? El giro hacia la información "rápida" ha ampliado de hecho las posibilidades de informarse: antes para quienes no tenían tiempo ni forma de leer un periódico y se "servían" de la televisión, ahora para quienes se hacen un hueco informativo mientras viajan en autobús o tren en lugar de perpetuar el ritual de cenar frente al televisor. Está claro que siempre ha habido y habrá usuarios de la información más "equipados" cultural y tecnológicamente para gestionar su relación con la información y usuarios "más pobres". Pero, ¿es posible que la difusión del periodismo lento cree una mayor "discriminación" entre los consumidores de información?
Creo que el mundo de la información ya está creando más distancia en el paisaje contemporáneo, por lo que existe una "nueva élite de la información", al igual que existen élites en un sentido más amplio.
¿Cómo animar a las personas que tienen una relación superficial con las noticias a que le dediquen más tiempo? Tal vez quieran comprender los problemas más a fondo. Tal vez exijan un análisis de mayor calidad. No estoy seguro de que tengamos éxito en esta tarea. Pero nos corresponde a nosotros, como periodistas y editores, averiguar cómo podemos hacer que la información vuelva a ser un contenido "valioso", o al menos de interés para sus usuarios. Esto es mucho más fácil para quienes se dedican al mundo del espectáculo, pero el objetivo al final es el mismo: nuestro público debe creer que disfrutar de lo que producimos enriquecerá sus vidas.
Como se dice en el manifiesto del Slow Journalim en Italia, hay que reinvindicar algunas actitudes que harán que, efectivamente, el periodismo y la comunicación sean sostenibles:
- Si una historia no interesa a quien escribe, dificilmente interesará al lector, al oyente, al televidente.
- El periodista es una voz narrante, no un selfie. Si hay mas ego que información, entonces estamos ante literatura. O simplemente presunción.
- Escribir es explicar el sentido de una historia, no juzgar. El que juzga es el lector.
- De lo que no se sabe, mejor no escribir. Si alguien lo ha escrito mejor, haz un link, y citalo.
- Sin la confianza de quien lee, el que escribe no es nadie.
CLARÍN EVOLUCIONA PARA CONTINUAR OFRECIENDO UN PERIODISMO DE CALIDAD
En los últimos 5 años, Clarín viene implementando cambios organizativos para responder eficazmente a las nuevas tendencias en el consumo de noticias.
¿Cómo adecuarse a las exigencias del periodismo digital, que está en continua evolución, sin perder el rigor y el compromiso, fundamentales para ejercer el oficio?
La pandemia del COVID-19 debilitó aún más a los diarios impresos en la Argentina. En general, la tirada de los mismos cayó un 21% desde 2020. La tendencia obligó a redoblar esfuerzos para acrecentar las suscripciones digitales.
La llegada masiva de lectores a través de los teléfonos móviles duplicó las secciones de la redacción tradicional del papel. Clarín tiene más de 20 millones de usuarios digitales mensuales. Un público que sigue su propia agenda. Para atender este cambio en la demanda de contenido es primordial el trabajo conjunto entre las distintas áreas.
5,1 millones de esas personas se han registrado en nuestra web en 2022 y 550.000 ya son suscriptores, lo que convierte a Clarín en líder entre los diarios en lengua española y ocupando el puesto 15 entre las cabeceras de referencia de todo el mundo.
Hoy, los suscriptores son los usuarios más fieles de los medios: los que más leen y los que llegan directo a nuestros sitios. Pero hay algo más: ya aportan en Clarín más dinero que la publicidad.
Por eso la estrategia de Clarín está centrada en construir una comunidad de registrados a quienes conozca de primera mano para poder así entregarles la mejor experiencia y que ello se traduzca en un modelo de negocios sostenible.
El área de SEO y redes sociales trabaja con métricas para saber qué están buscando nuestros lectores. A eso se le suma un equipo de gestión digital que supervisa la performance técnica del sitio, la innovación y mejoras en el producto y la experiencia de usuario.
El equipo editorial se despliega en cuatro grandes áreas, cada una de ellas a cargo de un jefe de la Mesa Central de redacción. Tres de estas áreas tienen como principal indicador de desempeño el consumo de información de registrados y suscriptores. Número de abonados que leen sus materiales, minutos de lectura, lectura completa de notas. La cuarta área trabaja bajo los requisitos de la audiencia masiva.
En este contexto, captar al público joven es uno de los nuevos retos que enfrentan los diarios. Las nuevas plataformas son determinantes al momento de incrementar los niveles de audiencia. Clarín es el diario argentino con más secciones y crecimiento en YouTube en el último año. La marca también se posiciona en formato audio con más de diez podcasts en Spotify.
Entendimos que hay que diversificar al medio para lograr nuevas audiencias y también para poder acceder a nuevas fuentes de ingresos. Por eso, pensamos, creamos y generamos contenidos nativos distintos para cada una de las distintas plataformas de amplificación del diario.
Además, apostamos por nuestro propio staff de periodistas para que ellos mismos a través de contenido audiovisual informen o amplifiquen sus propias notas o focos editoriales del diario.
Se estima que solo un 19% de la población argentina se informa actualmente a través de medios impresos. La cifra no solo refleja un cambio en los modos de llegar a las noticias. Concebir al medio no solo como un diario sino como un espacio multimedial que refuerce el flujo de contenidos atendiendo a demandas de una audiencia diversificada y volátil.
Sin embargo, ante las crisis o acontecimientos de impacto mundial cómo la pandemia de COVID, la invasión rusa a Ucrania o hechos políticos trascendentes a nivel local, el público prefiere informarse a través de los medios tradicionales porque consideran que son fuentes confiables de información.
Tenemos más lectores que nunca y más desafíos que nunca, porque son muchos más los competidores y la competencia es global. El 25% del tráfico de Clarín proviene del exterior. También los hábitos de los lectores cambian más rápido que nuestras organizaciones y debemos cambiar si queremos mantener la relación con ellos. Necesitamos estructuras flexibles y eficientes.
Publicar rápido y seguir a la audiencia para intervenir el contenido, mejorarlo y actualizarlo. El mundo digital cambió todo. Pero hay cosas que no van a cambiar para quienes apostamos por el periodismo: mantener siempre el contacto con la gente.
FEDERICO BRIEM STAMM
El Jefe de Audiovisuales del Diario Clarín de Argentina reflexiona sobre la evolución hacia el periodismo de calidad.
CRISIS COMO OPORTUNIDAD
A principios de este siglo, la primera palabra que escuchó toda una generación de periodistas al acceder a su profesión fue: crisis. Al menos en Alemania. En aquellos días, hasta las mentes más escépticas empezaron a darse cuenta de que internet había llegado para quedarse, y que eso cambiaría la profesión. Pero, por alguna razón, mucha gente todavía pensaba que eso afectaría sobre todo a la base económica de los periódicos y medios de comunicación, y no tanto al periodismo.
Se demostró rápido que estaban equivocados. La evolución de los medios de comunicación siempre afecta al periodismo. La difusión de periódicos está en declive en todo el mundo desde hace años, y no hay duda de que este proceso es irreversible. Los periódicos impresos están muriendo. Pero al mismo tiempo, el número de lectores y la audiencia han aumentado considerablemente. En Die WELT, por ejemplo, llegamos a 5 millones de usuarios al día solo con nuestra página web. Nunca nos han leído tanto: Es solo una de las características contradictorias a primera vista del panorama mediático actual.
Lo que ahora está absolutamente claro es que internet no se trata solo de una plataforma (ya no tan nueva con otras reglas y posibilidades que los medios de antes, que no solo es la existencia de redes sociales que confunden los antiguos modelos de emisor y receptor, sino que vivimos una disrupción total: La digitalización afecta a todos los aspectos de la vida y la comunicación.
Así, mientras que hace unos años la búsqueda de un nuevo modelo de negocio parecía lo crucial en la era digital, hoy es obvio que muy probablemente no habrá ese modelo único, que no existe una solución milagrosa que garantizara la sostenibilidad financiera. Y también es obvio que encontrar nuevos modelos de negocio no es el único reto al que se enfrentan los medios de comunicación – y los periodistas. Tienen que centrarse en crear y mantener una base de suscriptores fieles -como siempre han tenido que hacer-, en encontrar nuevas formas de contar historias para llegar a nuevos públicos y captar su atención (hoy puede ser el podcasting, mañana las experiencias virtuales). Tienen que estar abiertos a experimentar con la inteligencia artificial y a explorar nuevas fuentes de ingresos, como eventos o modelos de suscripción innovadores. Será importante tener una estrategia, pero quizá sea aún más importante en la era digital ser lo suficientemente flexible para adaptar esta estrategia a los cambios. Pero no es todo.
Hay una tarea clave para las marcas periodísticas que podría indicar la diferencia: Defender su imagen en una época en la que la confianza en los medios ha disminuido considerablemente. En Alemania esto puede parecer menos cierto que, por ejemplo, en los EE.UU., pero aún así: nunca hemos visto a tantos periodistas insultados como "Lügenpresse" (prensa mentirosa) en la calle como en los últimos años, no hemos oído hablar tanto de Fake News, ni de algo llamado "Mainstream Media". Mientras que hace unos años estos ataques provenían principalmente de manifestaciones de derechas, durante los no poco protestas contra las medidas tomadas por el gobierno por el coronavirus fue un tema permanente, articulado por los más diversos grupos. Pero lo más inquietante es que la desconfianza tambien la articulan los jovenes. Hace poco se realizó en Alemania un estudio: Más del 70% de los más jóvenes, alumnos de entre 12 y 16 años, ya no confían en los periódicos ni en los periodistas. Una de las explicaciones de este alarmante resultado se veía en los tiempos difíciles que vivimos, en ese torrente de malas y dramáticas noticias que acompañan constantemente la vida de todos, en tantas pantallas: Covid, la guerra en Ucrania, la inflación etc.
Pero no deberíamos ponérnoslo tan fácil para culpar a los tiempos difíciles y a otras fuentes no periodísticas únicamente de este resultado.
Porque el principio y la base de un modelo de comunicación sostenible es siempre el mismo, sea cual sea la plataforma o el medio: Los principios del buen periodismo. Es más importante que nunca atenerse a ellos, porque están más en peligro que nunca. Exactitud, imparcialidad, transparencia. Verificación y comprobación de hechos, separación de noticias y opinión. Y ninguno de ellos es tan obvio como podría parecer.
Está claro: Uno de los mayores retos de nuestro tiempo es el enorme volumen de información que se genera y comparte, y la velocidad de esta distribución. No siempre es fácil separar la señal del ruido. No siempre es trivial decidir si se trata de un rumor de las redes sociales o de un debate importante. A veces es difícil resistirse al afán de ser el primero en publicar una noticia, o a la tentación de conseguir el mayor número de "likes". No lo es ni siquiera para las personas que, como expertos en comunicación, deberían saberlo mejor: Los periodistas. Pero es su tarea principal.
Yo fui uno de los periodistas de la generación que empezó en el periodismo acompañado por la palabra crisis. Como dijo una vez un famoso director de cine y teatro alemán: Hay que ver la crisis como una oportunidad. Para los medios de comunicación los desafíos son diarios. Pero también podemos marcar la diferencia todos los dias - ateniendonos a los viejos principios.
JENNIFER WILTON
La editora jefa de Die Welt en Alemania reflexiona sobre la evolución de los medios de comunicación en las épocas de crisis
¿CÓMO CONSTRUIR UN NUEVO MODELO DE COMUNICACIÓN SOSTENIBLE?
Resulta urgente volver a 1440 cuando Gutenberg lanza una bomba tecnológica, la imprenta. Ya en 1456 nos creíamos dueños del mundo porque podíamos imprimir 180 ejemplares de la Biblia porque la Iglesia Católica controlaba el papel y, por tanto, los contenidos (siembre enmarcados en su visión de mundo). Ya desde este momento el soporte está vinculado al control de los contenidos. Vamos a 1887 cuando comienza la historia de la radio, con Hertz; con Marconi hasta 1896. Temblaron los cimientos de la tecnología impresa porque se pensaba que la potencia de la radio iba a mover peligrosamente lo logrado. En 1926 comienza la historia de la televisión con la transmisión de las primeras imágenes. Se pensó, nuevamente, que caerían las columnas que sostenían la radio. No habíamos visto nada hasta ser testigos de cómo el mundo digital sí movería el terreno de todo lo conocido. Un terremoto en cámara lenta a lo largo de esta historia última que nos plantea interrogantes sobre el futuro próximo de nuestras comunicaciones. Nuestras vidas se han transformado radicalmente.
El desafío, pese a que llevamos décadas ya en intentar comprender, es asimilar nuestra metamorfosis de la dimensión analógica a la dimensión digital. Se acabó la premisa que la radio anuncia, la televisión muestra y el periódico explica. Llegó la gran era del mestizaje de los soportes. Ya estamos pagando las facturas con pérdidas financieras y muchas dudas académicas en los nuevos modelos de la comunicación masiva. Actualmente vivimos una suerte de 1492: la tierra no era plana. Hemos nacido al Nuevo Mundo.
¿Qué cara tiene el periodismo de hoy? Sostenemos un contacto con la realidad que ha cambiado en la medida en que aparecieron nuevas herramientas con las que nos acercamos a ella. Se han transformado las fuentes de la información: de esperar a que lleguen los periodistas a registrar declaraciones o constatar situaciones, pasaron a ser transmisores autónomos de su propia información. Han cambiado nuestros propios hábitos en la producción de contenidos periodísticos; son drásticamente afectados los tiempos de producción que no solamente se aceleran, se superponen, alterando los ciclos que condicionaba la recepción. En esta última ya no tenemos lectores desconocidos en su comportamiento; se han hecho en gran parte visibles en la gran pecera digital. Los leemos o los vemos casi simultáneamente a la emisión de la información, la interpretación o la opinión. Son, a su vez, emisores, son potenciales competidores a los medios de comunicación tradicionales volviendo circulares los procesos de la comunicación masiva. Ya entramos al tiempo de las redes sociales, de las pantallas, de las palabras clave, de las tendencias, de lo viral, de los videos cortos, es la dimensión tiktokera. Es el tiempo “movilcéntrico” del “aquí y el ahora”.
¿Y qué le pasa a un barquito de papel como un periódico, como en el diario en el que gasto mi preciosa vida, en este mar despiadado del antipapel?
Mi equipo se recostó en el diván para cuestionar lo que se hace hoy y mirar el futuro con coherencia. Hablame de tu pueblo y serás universal. Les voy a contar, entonces la historia de La Razón.
Érase una vez un periódico impreso que ve la luz en 1990, en la primavera del papel, en la primavera de la publicidad tradicional; era el tiempo maravilloso en el que la información de papel acompañaba una taza de café matinal. Y fuimos felices por siempre. Hasta que descendieron los tirajes debido a los primeros vientos digitales. Nos fuimos dando cuenta, con cierto nivel de distracción, que este chaleco terminó quedándole chico al lector/a. De pronto miramos para atrás y vimos un número de trabajadores insostenible para este nuevo tiempo, una curva descendiente de la publicidad tradicional. Para que entiendan la dimensión de tormenta perfecta solo falta recordar la crisis postelectoral de 2019 en Bolivia, el quiebre constitucional, la instalación de un improvisado gobierno transitorio y, claro, doña Pandemia. En Bolivia, por disposición gubernamental, prohibieron la circulación de todos los periódicos. Si les parece poco, les cuento que se inició un proceso judicial contra el propietario de la casa periodística (hoy, sobreseído por falta de pruebas).
Todo lo anterior nos llevó a una crisis económica, a una crisis laboral, a una crisis existencial, a una crisis emocional. Había que buscar el camino ya no de la rentabilidad sino de la sobrevivencia. No hubo otra salida que desvincular a más del 50 por ciento del personal.
Los grandes tirajes no volverán, la publicidad que se marchó es sin retorno. El horizonte de la sobrevivencia solo puede ser un modelo digital. Ya hay caminos recorridos por grandes empresas periodísticas en estos últimos años; sin embargo, el recorrido es largo, el ritmo de los resultados es lento, el futuro no es claro.
En el periódico de nuestro cuento las nuevas coordenadas son: una nueva distribución poblacional de la Redacción (el 90 por ciento de los habitantes se centran en los productos digitales y el resto a buscar el valor agregado a nuestras ediciones de papel). Hoy tenemos un centro papel, un centro digital y un centro “redes sociales”. Ya quedó claro que producir solo noticias ya no es sostenible porque la información, como el amor, están en el aire. Love is in the air.
Terminemos las aventuras del barquito de papel con las principales certezas: la urgencia de gestionar con criterios periodísticos la inteligencia artificial, la inteligencia comercial, los ingresos papel/digital tienen que invertirse lo antes posible. Los periodistas escribimos textos, hacemos fotografías, elaboramos videos, gestionamos redes sociales, producimos streamings, competimos con los influencers y abrimos las puertas para ir a jugar.
Ir al diván es doloroso. En mi equipo vivimos con dificultad, con sorpresa, con dolor este momento de impensables transformaciones en el motor central de nuestro funcionamiento, en los nuevos modelos de negocio y en la preservación, a todo precio, de nuestros principios periodísticos.
CLAUDIA BENAVENTE
La directora del Diario La Razón de Bolivia reflexiona sobre el futuro de la comunicación sostenible
HOW TO BUILD A NEW MODEL OF SUSTAINABLE COMMUNICATION?
Guys, don't be journalists. Become publishers instead.
As a young man growing up in the province of Northern Italy, I dreamed of working in a newspaper. I then became a journalist, but it was the newspapers that disappeared. As a student I moved to Rome. The few times I was able to travel by train first class, one of the things I liked the most was the trolley with the free newspapers. Over time I have seen the trains modernize and that trolley of newspapers, formerly a fairy place to me, now a recipient of radioactive commodities. Nobody took them. Today trains travel at 300 kilometers per hour, but the trolley no longer exists.
That trolley represents well the environment of Italian periodical press. On the one hand, newspapers in Italy have fewer and fewer readers, and more and more senior citizens. On the other hand, the dramatic drop in copies is not balanced by the increase in digital copies.
From 2014 to 2021, newspaper readers on an average day decreased by 40.81 per cent: from 19 million and 351 thousand a day to 11 million and 453 thousand: they make almost 7.9 million fewer readers. A bleak figure to which we must add the fact that, in the same period, readers under the age of 34 have more than halved, now just a fifth of the total.
Almost all Italian newspapers are experiencing an endemic and dramatic economic crisis. Newspapers react in different ways: for some of these there is some public funding (although fewer and fewer receive it); for others there are publishers willing to lose a lot of money. The three main groups of the daily press in Italy: Elkann (Repubblica, La Stampa and 15 other newspapers), Caltagirone (Leggo, Il Messaggero, Il Mattino, and others) and Angelucci (Libero, Il Tempo, and others) lose millions. Owning newspapers continues to be perceived by some entrepreneurs probably only as a way to influence politics, or a status symbol. Definitely they are no longer profitable businesses.
On the other hand, in 2022 there was a 9 percent growth in digital subscriptions, but these are not enough to stem the losses of the major companies in the sector. Rumors say that La Repubblica, one of the two grand historical Italian newspapers, and one of the hardest hit by the crisis, is about to be sold for the sum of 50 million euros. A ridiculously low figure but which reflects the collapse in sales (now 131,000 copies compared to 800,000 a decade ago). Other new outlets do better but unfortunately are very polarized newspapers that tend to spread fake news. Sad.
The world of Italian newspapers is now almost exclusively virtual. Meaning: on television, editors of the major newspapers are hosted 27/7 and consulted on the major current issues. The same as twenty years ago. The difference is that no one buys them, anymore. Young people prefer to read the news on Instagram or rather have it told by "creators" who succeed – lucky them! – in building vertical brands, and sell books, podcasts, documentaries.
“Old style” journalists, on the opposite, are growinlgy fired. The scenario for freelancers is particularly severe. It is a mysterious world because no one has an interest in divulging these figures, but in Italy, even prestigious newspapers offer from a minimum of 20 to a maximum of 300 euros per article. As a result, as in a vicious circle, newspapers are written worse and worse, because many journalists decide to quit, and only those who do it as a hobby remain. Therefore, being a journalist is becoming like doing yoga or designing jewels. Furthermore, these collaborators are the only ones who will buy newspapers, to show their work to relatives and friends or on their social media (creating a perfect circular economy).
Obviously, as journalist, or as enthusiast of the sector, one cannot but mourn the good old days, when a reporter could become rich, or the nice car that would come as a fringe benefit. But even collaborators will be able to regret the good old days when you could earn up to 3,000 euros per article. But these are times that will never come again.
So, instead of crying, if it is impossible to become a journalist, then why not become a publisher? Maybe it's easier. I am writing this as a paradox, as a provocation. A young journalist today who wants to enter this sector could probably buy a new newspaper, with family money or with a bank loan, than to get hired by an existing one. From this point of view, it is now easier than ever for young people to enter the media sector. Either by founding new organizations or, above all, by buying and revamping old ones. In fact, in Italy old and failed magazines, which no one wants anymore, abound. Names such as L’Espresso (just sold by the Repubblica group), L’Europeo, a glorious periodical, Pagina99, an innovative newspaper, all have ceased the publication. The market is full of opportunities, of end-of-season sales.
Operative costs? Let’s cut them to zero. A physical location is no longer required. You don't need the old smoky meeting room, Whatsapp is enough. Finally, it will not be necessary to pay collaborators much. Indeed, not at all. Those who resist, either have rich families or are moved by mysterious motivations. Before long, you'll arrive at a business model where the contributor pays to write. Of course, even this new generation of publishers will certainly not get rich, but they will be able to enjoy advantages it entails: being invited on television, promoting their books, speaking at festivals and conferences, taking free holidays. And maybe even get a small salary. This currently appears to be one of the few sustainable models for the publishing business in Italy.
MICHELE MASNERI
El redactor de Il Foglio de Italia reflexiona sobre la comunicación sostenible
COMUNICACIÓN SOSTENIBLE EN COLOMBIA
Hablar de Comunicación y Sostenibilidad en Colombia es hablar de los dos grandes desafíos que tiene en este momento nuestra sociedad.
Por una parte, la inmediatez, las “fake news”, el poco rigor de algunos nuevos medios, la escasez de recursos, la falta de acceso a las nuevas tecnologías, de herramientas y formación digital, etc., hace que algunos de los canales de comunicación tradicionales, no sean confiables para la mayoría de los colombianos que prefiere muchas veces informarse o mejor, mal-informarse, a través de las redes sociales.
Si a esto le añadimos los peligros a los que se enfrentan diariamente medios y periodistas, - 218 amenazas en 2022 y durante el actual gobierno, dos asesinatos a periodistas, doce estigmatizaciones por parte de funcionarios públicos y 82 amenazas”- , el panorama no es esperanzador para el modelo ideal de comunicación que necesita un país que está en la carrera por cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Y este es el segundo gran desafío de esta conversación: la sostenibilidad. Como saben el país tiene una larga historia de conflictos sociales y ambientales que han derivado en graves problemas estructurales como la pobreza extrema, la desigualdad, la violencia, la gran brecha educativa y salarial, y también en la pérdida de la biodiversidad y de la degradación ambiental.
Colombia es un país con una enorme riqueza en biodiversidad, junto con otros 11 albergan al 70% de la biodiversidad mundial, esto hace que sea de vital importancia la protección del medio ambiente en un proceso de desarrollo económico y sostenible.
Desde el pasado gobierno de Iván Duque y en este gobierno actual de Gustavo Petro el eje medioambiental ha estado presente tanto en los discursos de campaña como en la mayoría de los programas de gobierno. Uno y otro se han comprometido avanzar en los objetivos de desarrollo sostenible, anunciando partidas presupuestales para reforzar los mecanismos que equilibren el crecimiento económico y la protección del medio ambiente, especialmente para las comunidades más pobres.
En este gobierno, según palabras del propio presidente Petro, la agenda ambiental es un eje central y avanzar en la transición energética, la hoja de ruta para lograr afianzar el proceso de descarbonización y el incremento en el uso de las energías renovables como la solar y eólica, no solo como parte del compromiso medio ambiental sino como una gran oportunidad de atraer más inversión extranjera en este campo.
Pero como también todos sabemos, lo que no se comenta, lo que no está en la arena mediática, lo que no se discute, y no es de dominio público, deja prácticamente de existir. Y es ahí cuando la comunicación tiene el deber de entrar a trabajar aún más.
Los medios no solo tienen la función de informar y entretener, cada vez se hace más necesario el compromiso de todos por reflejar de manera adecuada y con responsabilidad, la información que emiten a sus oyentes, televidentes o lectores. Constituyen la herramienta fundamental para difundir, educar, sensibilizar sobre los problemas de la sociedad, movilizar acciones en defensa de los problemas medioambientales pero también seguir siendo ese instrumento de control importante capaz de investigar y denunciar irregularidades de los poderes públicos en este y todos los temas.
Colombia ha demostrado a través de los años y lo sigue haciendo, que tiene una de las democracias más sólidas de la región, que sus instituciones son sólidas, su división de poderes es clara y su seguridad jurídica atractiva. Queda todavía mucho por hacer en el tema de la corrupción y la transparencia, en la desigualdad y la brecha educativa que conllevan una espiral de violencia que a veces parece imposible acabar.
Este gobierno, apuesta por una “paz total” con los grupos guerrilleros y para ello ha retomado las conversaciones de paz con el grupo ELN en Venezuela para buscar responder las exigencias de "los territorios rurales y urbanos que padecen la violencia y la exclusión" y "construir la paz".
Es ahí donde los medios y los periodistas tenemos la gran oportunidad de aportar, con rigor y responsabilidad, a la construcción de una mejor sociedad y un mejor país. Con acceso a nuevas tecnologías, la implementación de prácticas de comunicación eficientes, la continua formación y centrar el foco en nuevas iniciativas y campañas sociales, Colombia puede hacer realidad una efectiva comunicación sostenible para aportar a una sociedad más justa, igualitaria y próspera.
OS JORNAIS AINDA TEM FUTURO?
Há um livro de Anselmo Borges, padre português, que se intitula "Deus Ainda tem Futuro?". É também interessante tentar responder à questão sobre se os jornais ainda têm futuro. A televisão e a rádio mereceriam uma análise à parte e, nesse contexto, esta análise diz respeito aos jornais, quer no seu formato papel quer na versão digital.
Os períodos de transição, que podem levar muitos anos, criam uma incerteza angustiante para quem tem de tomar decisões de investimento ou desinvestimento. Repare-se que até nas coisas mais simples há períodos de transição relativamente longos. A máquina de escrever ainda conviveu uns bons anos com os primeiros computadores de secretária, até que desapareceu. Desapareceu o suporte físico em causa, mas não o produto que daí resultava (o conteúdo jornalístico). O essencial manteve-se: não redigimos os nossos artigos ou relatórios à máquina, mas escrevemos os conteúdos e continuaremos a fazê-lo e nem os robôs serão substitutos dignos.
O jornalismo está condenado? Não, apesar de tudo. Qualquer entidade política, social ou empresarial atribui maior credibilidade a uma notícia feita por um órgão de comunicação do que a qualquer outro suporte de comunicação. A Agenda 2030 e os 17 Objetivos de Desenvolvimento Sustentável (ODS) cruzam-se com os modelos de sustentabilidade da comunicação. As sociedades do conhecimento inclusivas são o caminho a seguir, pois baseiam-se na soma do engenho humano, na inovação técnica e no poder da informação e do conhecimento. O ODS 16 visa promover sociedades pacíficas e inclusivas, garantindo o acesso público à informação e protegendo as liberdades fundamentais.
Numa sociedade que já garante a liberdade de expressão, como é o caso da portuguesa, em que medida é útil não perder de vista o ODS 16 da ONU? O populismo, normalmente associado ao extremismo de Direita, representa hoje em dia uma ameaça real nas democracias mais e menos desenvolvidas. Lembremo-nos dos Estados Unidos de Donald Trump e do Brasil de Bolsonaro. Não percamos de vista a Hungria, a Itália, a França, a Espanha, a Bélgica e Suécia, países onde a extrema-direita já está no poder ou tem registado crescimentos significativos. Portugal não é exceção. O terceiro maior partido em Portugal, o Chega, é classificado pela generalidade dos analistas como uma formação partidária extremista e que vive muito alimentada pelo culto de um líder único. Segundo o filósofo Jason Brennan, a maior parte dos cidadãos que votam nas democracias são nacionalistas ignorantes, irracionais e desinformados. Ou seja, a culpa de os extremismos crescerem ao nível parlamentar ou até executivo (governo) não pode ser só atribuída à decadência dos partidos tradicionais e à sua incapacidade para responder aos novos tempos. A culpa é de todos nós, os que votam desinformados e os que nem votam por considerarem que esse gesto democrático é uma perda de tempo. E quem é que pode ajudar os cidadãos a manterem-se corretamente informados? Não será certamente a multidão anónima que inunda as redes sociais. O jornalismo foi, é e continuará a ser decisivo na manutenção dos valores democráticos da civilização ocidental. O papel de verificação dos factos não pode ser atribuído à multidão.
As propostas de George Brock, ex-jornalista e atual professor de Comunicação Social em Londres, para um novo modelo de negócio na comunicação social apontam mostram que a receita pode e deve ter um “formato mix”, isto é, um conceito capaz de misturar várias fontes de financiamento.
1- Subscrição ou paywall; 2- Engagement: é uma ferramenta importante para conhecer o público que visita o site e que lê as notícias para saber que conteúdos resultam para que haja uma aposta mais forte por parte da empresa; 3- Filantropia: neste modelo, as instituições recebem dinheiro para investir no jornalismo. 4- Distribuição de jornais gratuitos; 5- Apoio de patrocínios: neste caso, as marcas geram artigos no site como forma de patrocínio; 6- Subsídios públicos; 7- Angariação de fundos através de várias fontes, ao invés de estar restrito a uma só; 8- Apoio do Governo através do fornecimento de dados: também denominado jornalismo de dados. Apesar de os Governos e os jornalistas se encontrarem distanciados, o Governo pode fornecer dados em bruto aos jornalistas para análise e criação de conteúdos e, em certos casos, como complemento das notícias.
Em Portugal, o conceito de jornal gratuito foi tentado, mas rapidamente abandonado. O preço de capa revelou-se, apesar de tudo, essencial para a sobrevivência dos jornais. De resto, assiste-se a tentativas de diversificar fontes de receita, muito na linha das várias propostas de Brock.
Perante a queda da publicidade tradicional enquanto meio de financiamento dos jornais, surgem as publireportagens, que se definem genericamente como artigos publicitários pagos que assumem o formato de reportagens de caráter noticioso. O futuro em termos de financiamento dos jornais pode estar mais aqui. E o futuro estará aqui precisamente porque as empresas dão mais valor a um artigo que seja ou pareça uma notícia independente do que a uma publicidade tradicional, onde se coloca o produto/serviço, a sua vantagem e o preço. Com mais ou menos coloridos e arte, não deixa de ser uma publicidade tipo edital. Não duvido que se mantenha no futuro, mas não convém exagerar a tragédia que advém de esses anúncios tradicionais estarem a cair em termos de investimento nos meios de comunicação. Acho mesmo que se trata de um processo endógeno do marketing, que estará a valorizar agora mais outros formatos e suportes.
O jornalismo mais puro fica em causa com este caminho das publireportagens? Eu diria que não, uma vez que esse caminho permitirá financiar o verdadeiro jornalismo independente. Quem anda neste meio há muitos anos, ainda se lembra de histórias sobre responsáveis de redações que rejeitavam publicidade por esta ocupar o espaço para notícias. Eram tempos em que as vendas em banca geravam uma receita respeitável. Ora, estamos agora conscientes que as notícias e a sua máquina produtora só irão sobreviver se houver publicidade, seja qual for o seu formato.
PEDRO ARAUJO
El editor ejecutivo de Jornal de Noticias de Portugal reflexiona sobre el futuro de los periodistas
ALBA LUCÍA REYES
La coordinadora de la información de actualidad de WRadio de España reflexiona sobre la comunicación sostenible en su país de origen.
FERNANDO RODRÍGUES PEREIRA
El director de Prestomedia en Portugal reflexiona sobre los diferentes modelos de comunicación
MODELO COMUNICAÇAO
Portugal, há já algumas incorreu em três erros que hoje nos deixam hoje entre a espada e a parede. O primeiro erro é um caso típico do que é a procrastinação. “vem aí o digital… os novos media são o futuro…”. tanto tempo demorámos a discutir esses temas que não nos apercebemos que os novos media já não são novos. O presente é o digital! É a nossa realidade. Discutir o futuro foi a forma de não corrigirmos os erros “do” e “no” presente, de trilharmos caminhos.
O segundo foi confundirmos informação e jornalismo com modelo(s) de negócio(s). Novamente, muito se discutiu, muito se experimentou… jornalistas que se confundiram com gestores e vice-versa, comunicadores que se transformaram em opinion makers, fundos de investidores que se transformaram em patrões de media, meios locais que assumiram ambições globais, cadeias nacionais que partiram para o one to one… tudo e o seu contrário. Mais uma vez esquecemos a realidade que é a mesma desde antes de Guttenberg: a notícia, aquela que tem uma história por trás e que nos leva à procura da verdade, que nos forma, informa e nos enforma enquanto sociedade, porque o feedback estimula-se, deveria continuar sempre no centro de qualquer abordagem ao tema. E sempre que procuramos o back to basics, como o mau jogador de futebol, já vamos em esforço, com um treinador encostado à linha a gritar “vamos! Vamos!”. Esta é a imagem de muitas redações…
O terceiro erro, é hoje talvez o mais relevante: pisamos um terreno que julgamos que conhecemos e um tempo que julgamos controlar. Um terreno cheio de alçapões, de universos cruzadas, de meta-realidades. Um tempo em que a credibilidade dos media que ainda é percebida como superior à das redes sociais pode estar perto de um fim, que muitos já antecipam. Infotainment, storytelling, spinning, fact-checking, são hoje termos mais comuns, até para nós, profissionais de comunicação, do que conceitos como, concorde-se ou não com as teorias que os sustentam, newsmaking, agenda setting ou gatekeeper. E quando se ouve, e com frequência, termos como fake news ou fact-checking, o primeiro impulso é sempre lançar um olhar reprovador sobre uma marca jornalística ou um jornalista, proceder a um julgamento sumário, e passar ao próximo. É como se o mensageiro tivesse um lugar cativo no banco dos réus e a mais básica das realidades é sempre esquecida: não é o jornalista que cria a fake-news, são outros interesses que se servem dos jornalistas, que com eles se misturam, que utilizam as mesmas ferramentas e meios. O jornalista existe para informar, até dos seus próprios erros, ancorando-se não na noticia, mas na sua credibilidade, no rigor com que se produz essa notícia. Com profissionalismo, técnicas testadas, autonomia e ética. Não existe para desinformar.
Como se contrói um modelo sustentável?
Do latim sustentāre, o verbo transitivo “sustentar” segundo o dicionário da Porto Editora, o mais usado em Portugal, dá-nos a resposta. Utilizando a transitividade. Um modelo sustentável constrói-se a
1. segurar por baixo, suportar, escorar a boa informação
2. aguentar; amparar a boa informação
3. conservar, manter a boa informação
4. assegurar a subsistência de; alimentar a boa informação
5. dar ânimo a alentar a boa informação
6. impedir a queda ou a ruína da boa informação
7. defender com argumentos a boa informação
8. fundamentar a boa informação
09. confirmar a boa informação
10. prolongar a boa informação
11. resistir a fazer frente à má informação
Vários são os investimentos que tem sido feitos neste sentido. Quase todos eles já depois de soarem alertas ensurdecedores: meios que faliram, níveis de desinformação estratosféricos, redações exauridas, iliteracia mediática enorme... Os impactos, as externalidades negativas, são apontadas, apesar de muitas das vezes não devidamente mensuradas, o que na idade dos dados é indesculpável. E prometem-nos resultados numa geração… o futuro, sempre o futuro… que como ainda não existe pode sempre ser adiado. Mais uma vez.
Se este caminho não satisfaz, porque não qualificar e quantificar devidamente as externalidades positivas geradas pelo jornalismo de qualidade? Passos pequenos que mesmo assim nos permitem construir caminhos, com faseamentos e objetivos bem definidos. Já não basta afastarmo-nos dos obstáculos. Com dados bem definidos, provavelmente voltaremos a olhar com mais confiança, e sem romantismos ou moralismos, para o que é básico dentro da complexidade: factos, histórias, capacidade de produzir bom jornalismo, com jornalistas equipados e foco no recetor, oferecendo-lhe a história e a capacidade de avaliar o valor gerado nessa interação. Sim, a informação tem um custo imediato e um valor a prazo.
A liberdade de expressão não se basta a si própria, o são confronto de visões não se basta a si próprio. É necessária a intervenção regulatória dos poderes públicos nacionais, internacionais e supranacionais, pois este desafio é global. É necessária a emersão de interesses privados, desde que legítimos, neste mercado que não gerará receitas imediatas. É necessário o envolvimento dos mestres desta arte, dos jornalistas e dos outros profissionais do espaço mediático, pois todos dependemos da qualidade do seu trabalho de interesse público. Só com a integração efetiva destes esforços/investimentos conseguiremos efetivamente contribuir para uma sociedade mais informada, mais capaz de intervir sustentadamente, de exigir mudanças e progressos e assim aproximarmo-nos dos 15 objetivos do desenvolvimento sustentável firmados pelas Nações Unidas.
¿CÓMO CONSTRUIR UN NUEVO MODELO DE COMUNICACIÓN SOSTENIBLE?
La primera frase que se me ocurre decir, ante el reto que se me ha planteado es: no lo sé. A lo que podría añadir: si tuviera una solución... sería rico y desde luego no estaría aquí. O, quién sabe, sería un keynote speaker, venerado como salvador o profeta de la salvación.
Por respeto a la organización y al desafío intelectual, acepto el reto con algunas aportaciones e ideas, a riesgo de que algunas de ellas sean ya práctica común en sus médios o en sus países.
Tengo un sueño... I have a dream…
Empresas de medios de comunicación con redacciones que reflejen la diversidad de las sociedades en las que operan. Porque realmente necesitamos ser diversos para poder reflejar y hablar de esta diversidad. Hagamos el siguiente ejercicio:
Nuestras sociedades son cada vez más diversas, más plurinacionales, más multiétnicas, con más inmigrantes, con mayor diversidad de orientación sexual. ¿Cómo lo reflejamos? ¿Cuántos periodistas inmigrantes tienen en sus redacciones? ¿Y en puestos directivos? En la Península Ibérica, ¿cuántos periodistas-presentadores de television de origen africano? ¿O indígenas en el caso de América Latina? ¿O brasileños en Portugal y portugueses en Brasil? Apuesto por lo aún más improbable: ¿cuántas personas trans hay en nuestras redacciones?
Tengo un sueño…
Redacciones que apuestan menos por los modelos convencionales de organización, menos orientadas hacia los productos tradicionales y más hacia lo digital. Hoy ya no tiene sentido esperar a la hora del periódico nacional o del telediario o de las grandes noticias de la radio o de la edición en papel para dar a conocer nuestras mejores historias. Todavía no hemos comprendido en la plenitud el principio de editar-publicar en las redes-compartir-difundir.
Las redacciones y el buen periodismo están amenazados. Décadas de disminución de los ingresos han frenado la capacidad de las redacciones, y una creciente ola de desinformación en los medios de comunicación, impulsada por actores antidemocráticos, está socavando la confianza del público en el periodismo. Dirigir una redacción requiere experiencia editorial tradicional, pero también saber cómo lanzar y gestionar productos online (digitales) viables que puedan satisfacer los hábitos de consumo del público. Considerar la amenaza como prioridade. Esa falta de confianza en las noticias puede significar que hay espacio en el mercado para productos informativos construidos en torno a la confianza, con altos estándares periodísticos.
Empresas que sepan dejar de ignorar que un periódico, una radio o un canal de televisión de noticias sólo genera ingresos si es relevante en la sociedad y sólo se es relevante en la sociedad si se tienen los recursos para tener reporteros en la calle, en la ciudad, en la región, en el país, sobre los grandes acontecimientos del mundo.
¿Cuántos medios de comunicación de aquí tienen reporteros permanentemente en Ucrania desde febrero del año pasado? ¿Cuántos? Imagino que sólo unos pocos.
Necesitamos buenos empresarios en los medios de comunicación. Personas eficaces, rigurosas y que asumen riesgos, pero sobre todo pacientes, por un lado, y con un sentido ético en el espíritu del capitalismo, adaptando el título de un clásico sociológico de Max Weber. Personas que entienden que el beneficio no es inmediato en este sector y que, para obtener recompensas en el futuro, es necesario invertir. Está claro que la sostenibilidad del sector debe ir acompañada de transparencia en la gestión y mayor control de los cuidadanos (por ejemplo, via parlamentar) sobre los grupos de comunicación.
Tradicionalmente, los ingresos procedían de la publicidad, pero con el catastrófico declive de las últimas décadas, los responsables de las redacciones han tenido que aprender y adoptar otras formas de generar ingresos, ya sean ingresos generados a través de modelos basados en donaciones, en los que los ingresos proceden de contribuciones individuales de lectores/oyentes/espectadores, suscripciones para acceder a los contenidos o mayores porciones de financiación de donantes y patrocinadores institucionales. Como decimos en Portugal, no hay almuerzos gratis. Cada categoría de ingresos conlleva limitaciones y compensaciones; hay que saber cómo crear productos en torno a ellas sin comprometer la ética editorial.
Las fuentes internacionales de financiación, así como los posibles casos de ingresos, suponen una oportunidad para poner en marcha nuevos proyectos periodísticos. Tenemos que intentar comprender si el proyecto que lanzamos se basa en competencias, capacidades técnicas o de otro tipo ya existentes... si requiere inversiones adicionales, por mínimas que sean...". ¿Cumple lo que creemos que espera el mercado? ¿Refuerza nuestra oferta principal?
El periodismo es un bien público incluso cuando ese servicio público lo prestan empresas privadas. Nunca podemos ignorar el papel de responsabilidad social del periodismo. Pero también hay que hablar del papel del Estado para garantizar este servicio público y una información de calidad. Defiendo la financiación pública de los medios de comunicación, como ocurre en varios países que son democracias avanzadas, sin que ello signifique una injerencia política en la independencia editorial del periodismo.
Tengo un sueño...
Ciudadanos con más cultura mediática serán naturalmente más exigentes. Y la democracia se fortalecerá. La alfabetización mediática de profesores y alumnos de secundaria es fundamental y debería ser una prioridad para todos.
RICARDO ALEXANDRE
El director adjunto de Radio TSF de Portugal reflexiona sobre el futuro de la comunicación sostenible
MATHIEU BION
El editor jefe de Agence Europe en Bélgica reflexiona sobre el trato a los periodistas
PERIODISTA BIEN TRATADO, INFORMACIÓN D
La adrenalina de ser el primero en informar motiva a un joven periodista lleno de vitalidad y podría parecer suficiente para estar feliz. Sin embargo, ¡está claro que la vocación ya no llena la nevera! Sobre todo en las circunstancias actuales.
La presión de la inmediatez, la competencia de los periódicos gratuitos, las relaciones desleales entre las plataformas digitales y las empresas de comunicación, la inflación galopante que difícilmente se traslada en suscripciones, son factores que obligan hoy en día a los medios de comunicación a emprender una carrera a la baja.
Así, una vez reducidos los costes fijos en las áreas periféricas, la empresa de comunicación ataca a su joya, la redacción.
Por un lado, la tendencia es reducir el número de puestos de trabajo disponibles en una redacción mientras que, por otro, la cantidad de historias a cubrir aumenta con cada crisis -por ejemplo, a nivel europeo, la crisis migratoria de 2015, el Brexit después de 2016, la pandemia de 2020, la invasión militar rusa de Ucrania en 2022-.
Los nuevos contratados, que como periodistas autónomos se han convertido en pequeñas productoras, trabajan con diversos clientes con los que establecen una relación transaccional. Una historia sigue a otra, y la información recogida se reutiliza para otra historia, si es posible con un nuevo ángulo. Cuidado con el estrés excesivo y 'burn out'!
Cuando tienes poca protección, te sentis como un periodista de segunda división. Así que, para salir de la sombra, trabajas el doble para hacerteun lugar bajoel sol. Poco importa la historia del medio de comunicación, el hecho de seguir en el camino que antes nombres prestigiosos habían iniciado. Después de todo, ¿es tan anormal, en una relación transaccional, dejar a un cliente por otro con mejor precio? Eso también es la ley del mercado.
No habrá información de calidad sostenible sin un periodismo sostenible, que ofrece a los periodistas buenas condiciones de trabajo: un salario decente, una carga de trabajo aceptable. La seguridad financiera es un requisito previo para una relación profesional duradera.
La formación debe ayudar a los periodistas, testigos de un mundo en rápida evolución, a descifrar las convulsiones de nuestro tiempo y a incorporar nuevos métodos de trabajo vinculados al desarrollo de la tecnología.
El periodismo sostenible es capaz de aportar su valor añadido, una cierta mirada sobre la actualidad, un análisis de un conjunto de datos que la inteligencia artificial todavía no puede superar.
No habrá información de calidad sin empresas de medios de comunicación sostenibles. La potencia de las plataformas digitales pone a las organizaciones de noticias en desventaja. Con el tráfico que generan, especialmente a través de sus secciones de noticias, los ingresos publicitarios de las plataformas se disparan.
Las empresas de noticias exigen, con razón, su parte, mucho mas que las migajas que estas plataformas están dispuestas a darles, argumentando que las empresas mediáticas deberían estar contentas con el tráfico que redirigen a los medios de comunicación. Obviamente, esto es demasiado poco.
Las empresas de medios de comunicación deben dejar a un lado su rivalidad para resistir, negociar y obtener una remuneración justa, al menos a escala nacional, quizá supranacional. En la UE, las normas revisadas que garantizan los derechos de autor de los vecinos pueden ayudar.
No habrá periodismo de calidad sin un lector, de cualquier edad, que busque información de calidad y esté dispuesto a pagar por ella. Todo empieza en la escuela, donde es esencial un curso de alfabetización mediática. Como futuros ciudadanos y votantes, los estudiantes deben darse cuenta de la importancia democrática de nuestra profesión.
Necesitan tener las claves para distinguir la verdad de la falsedad, las técnicas de elaboración de perfiles que estrechan el campo de visión del mundo percibido a través de las redes sociales. Con el tiempo, deben perfeccionar su capacidad de pensamiento crítico para poder dudar, comparar y construir su propia versión de la verdad.
La responsabilidad del sistema educativo es muy grande, pero sus recursos suelen estar en entredicho. Los periodistas debemos ir a las aulas a explicar quiénes somos, qué rol jugamos en la sociedad, ¡y a animar a los chicos que quieren trabajar cómo periodista!
SEVGIL MUSAIEVA
La editora jefa de Ukrainska Pravda de Ucrania reflexiona sobre la situación de su país y el periodismo en ella
February 2023 will mark exactly one year since the outbreak of full-scale war in Ukraine.
During these 12 months, my colleagues from different countries often ask me a simple, but the most challenging question in my professional career: How does it feel to work as an independent journalist when your country is fighting a battle for survival? How is it possible to be objective, honest and do no harm at the same time?
Frankly speaking, I still do not have a perfect recipe, but I will try to formulate some basic rules, which are of enormous importance in the current environment.
The war in Ukraine has already changed the way of life in many countries. Russian aggression, which began eight years ago with the occupation of Crimea, was not taken seriously by the world community for a long time. Now the geopolitical situation of the world for the next 20, maybe 50 years depends on the outcome of the full-scale war. But the future of our profession also depends on the outcome of this war. What will prevail: propaganda and disinformation or freedom of the press, as one of the key values of democracy?
The war in Ukraine is called a hybrid conflict, because Russia sends to our country not only its soldiers, and uses not only modern military equipment, but also information weapons.
Russian propaganda has become an integral element of this conflict. This has been the case since the beginning of this war. Russia starts its warfare with the information field. Within the last 20 years, the Russian authorities have completely cleared the information space of independent or opposition media.
The Russian population has been living for a long time under conditions of total state propaganda. And this propaganda poisons not only the minds of Russians, but also people from all over the world.
When Russia occupied Crimea in 2014, the Russian media lied that the Ukrainian fascists, who had come to power in Kyiv, were preparing provocations in Crimea. Russian television used the same rhetoric to fuel the conflict in Eastern Ukraine. Then, for eight years, the Russian propaganda machine dehumanized the Ukrainians, giving rise to a full-scale invasion in February 2022 under the slogans of denazification and demilitarization.
It was only after this fact, after seeing the horrors of war crimes in Ukrainian cities, killing civilians, that the governments of many countries banned the broadcasting of Russian propaganda channels. Before that, no one seriously understood the threats of such destructive information policy of Russia, no one realized that in the 21st century deceived Russians would start killing Ukrainians for being fascists. But this image was not formed in a year or two. Russian propaganda has spent years on it. Fueled by big money and state support, Russian information doctrine and strategy started to kill people.
Was it possible to stop it? Yes, of course. I will give a simple example: back then, after the occupation of Crimea began. In the first year after taking over the peninsula, Russia banned the independent press, forced Ukrainians and Crimean Tatars who disagreed with the occupation to leave, and then started arresting activists. Those people were sent to the prisons and tortured. But many turned a blind eye to these violations of international humanitarian law. These facts were of little interest to the media either. And in the end, the unpunished evil began to kill.
Today a full-scale war in Ukraine takes the lives of people every day, it destroys our destinies, our cities, it steals our future because we can't think about it.
On the first day of the war, with panic and fear reigning all around, I asked myself a question, what can I do? What would I be most effective at?
And I realized that the answer to this question had already been given by my profession.
Journalism has a special meaning in times of war.
I remember the first days of Putin's invasion, when people were afraid to go to sleep without checking the latest news.
I know how panic can work and how easily people's feelings can be manipulated. Like, on the sixth day of the war I got a call from a friend in Mariupol who got in touch and he was crying into the phone, asking "is it true that Kyiv has already been surrendered?"
In the early days of the war I had one task and one concern - to do everything possible to ensure that people received verified and truthful news from us 24/7. There were 6-7 million people reading us every single day. And we had no choice but not to let them down.
These six months of war have given me three important takeaways about the role of independent journalism, on how it can become a shield in the face of full-scale war.
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Be with the people.
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Do no harm.
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The truth helps you win.
Be with the people, your readers
In the first few days of the war, I wrote one simple message in the morning to my readers: How are you? What's happening to you in your cities?
There were hundreds of responses underneath, with people writing and calling in person. This not only supported them in their time of need, but also helped us to pay attention to critical points. Some of these people still write to me today, already from the occupation, telling about the important news in their cities.
I believe that the most important quality of a journalist in war is empathy, empathy for the victims, for their grief. This empathy is a weapon to fight soulless propaganda and lies. For independent journalism, readers and people's lives will come first. For propaganda, the interests of the dictator it protects come first. It is important to remember this.
Do no harm
In war, a mistake or carelessness can cost a human life. Every day we encounter human tragedy and pain. Ethics are more important than ever. Often victims refuse to publish their stories and we have to be prepared for that too.
War is always about choices, which one has to make every day, and a journalist all the time. Should you publish lists of Russian military personnel when they are a few kilometers away from the families of your staff? Should you tell about a friend who is captured and tortured, and his parents are against it because it might hurt him?
Truth helps you win
For me, as a journalist, it is also the war for the right to call a spade a spade. War is war, not a conflict. Occupation is occupation, not a special military operation.
Thanks to journalists, the world saw the truth about war crimes Russia committed in Ukraine. The world saw the truth about Bucha, Borodyanka, and Irpin. About hundreds of civilians shot dead by the Russian military.
The Kremlin continues to blame the West and Ukraine, claiming that all these photos are fakes. But we know the truth. Because in Bucha, the Russians killed the father of my colleague, a 70-year-old unarmed man. And in Irpin, my classmate from Harvard, who came there to make a film about the Ukrainian refugee crisis, was shot dead.
But truth cannot exist on its own, as a value. The problem with most European countries is that they take the free press for granted. Like bread and water. As something you don't have to pay for or fight for.
That's not the case, and the sooner we realize that, the better.
And we, as journalists, have to explain this to our readers. Independent and quality journalism has to be paid for. The future of journalism depends on the financial support of the audience.
Independent media should be supported because the path of democracy in your country depends on it.
You have to pay for journalism if you don't want it to turn into propaganda that kills.